En los currículos educativos apenas aparecen las mujeres literatas, científicas etc. Por supuesto, tampoco se incluyen, entre las competencias a adquirir por el alumnado, las actividades del ámbito doméstico. Al quedarse fuera del objeto del aprendizaje formal, estas actividades pierden legitimidad y dignidad. Todo ello colabora en el mantenimiento de una injusta consideración social de las mujeres como ciudadanas de segunda, como seres dependientes, al servicio de los hombres.
Pero muchas mujeres, desde los inicios de la civilización, nos han hecho el gran favor de romper con la imposición del ámbito privado y de vencer los múltiples obstáculos para acceder al ámbito público. Por ello podemos contar hoy con muchas figuras femeninas que nos ofrecen imágenes de mujeres libres e independientes, de mujeres valientes que rechazan una sumisión forzada, que reclaman sus derechos, que persiguen, con su trabajo y su inteligencia, ser consideradas iguales, que nos han aportado conocimientos y valores para todas las mujeres y para el conjunto de la humanidad.
Su mérito es indudable y también lo es la importancia de transmitir a la gente joven, especialmente a las niñas y a las chicas, el conocimiento de esas figuras monumentales, de sus vidas, de sus luchas, de sus pensamientos, de sus ideas y de sus aportaciones. Hemos repetido muchas veces que un conocimiento tan básico como el baño María fue descubierto por una mujer, una alquimista egipcia del siglo III; que Ada Byron inventó una máquina analítica, precedente histórico de nuestros actuales ordenadores; que tenemos grandes escritoras como Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro o Santa Teresa de Jesús. Pero ninguna de estas mujeres goza del reconocimiento que sí tienen los científicos o escritores varones. O, al menos, eso nos dicen los currículos educativos y reflejan los libros de texto de uso común en nuestros centros.
El 8 de marzo, el reconocimiento
Este 8 de marzo queremos reivindicar el papel y la figura de esas mujeres que en nuestra historia han sido capaces de destacar en el mundo público, un mundo masculino, por lo general. Queremos visibilizarlas para que la sociedad y, en especial, el alumnado, entiendan que las mujeres hemos aportado a la humanidad muchas otras sabidurías, además de la del cuidado de las personas. Queremos revalorizarlas para que nuestras estudiantes tengan modelos en los que fijarse, que les den confianza en sí mismas y en sus capacidades, sin restricción de ámbitos.
En nuestro país, de tradición católica y de fuerte peso político de la Iglesia, hasta hace no mucho, las únicas figuras femeninas destacadas fueron dos: las diferentes versiones de la Virgen María, con sus diversas denominaciones para consumo de feligreses, y un repertorio de santas cuyo principal mérito fue, en la mayoría de los casos, declararse cristianas en tiempos de persecuciones y/o permanecer vírgenes para consagrarse a Dios. Parece claro, por tanto, los valores femeninos que han querido resaltarse: la virginidad, la obediencia, el sacrificio etc. Es decir, los patrones carcas con los que se ha oprimido a las mujeres durante siglos. Al margen de eso, alguna mujer ha sido destacada por ser reina o, sobre todo, reina consorte.
En los últimos años, gracias a las investigaciones, al avance social de la igualdad entre los sexos y al sistema democrático, muchas otras mujeres que no siguen esos patrones empiezan a tener algún reconocimiento. Un ejemplo de ello lo tenemos en nuestro sector de la enseñanza, en la denominación de algunos centros educativos, si bien, muy pocos aún. Llevan nombres de mujeres que representan otros valores, los de la confianza en una misma, la autonomía, la libertad, la colaboración con el desarrollo humano y social. Valores que nos hacen ciudadanas de primera, que nos colocan a las mujeres en un lugar social equiparable al que a los varones se les da por el hecho de serlo, que nos animan a creer que valemos mucho.
Estas son las mujeres que queremos reconocer, a las que queremos denominar maestras monumentales porque, con su osadía para irrumpir en lo público, nos enseñan los caminos de la ruptura con lo impuesto, mostrándonos una rica variedad de posibilidades de expresión de nuestra inteligencia y nuestra personalidad, rechazando la obligatoriedad de un único papel, el de ser ama de casa y madre.
Con esta pretensión de reconocimiento queremos llegar en este 8 de marzo al conjunto de la sociedad, pero, de forma especial, a profesores y profesoras de los centros educativos de enseñanza no universitaria. Queremos animarles a vencer el androcentrismo de los currículos educativos, promocionando la imagen de esas mujeres que no repiten los estereotipados papeles femeninos vinculados al hogar y los cuidados. Y, mucho más aún, queremos llegar a las chicas y chicos de nuestros centros, sobre todo a ellas, para decirles que hay mujeres monumentales, cuya inteligencia, sabiduría y valentía vale la pena conocer e imitar.