El IVA lo
El IVA lo pagan los espectadores, ¿pero cuánto ganan los productores y cuánto tributan? No creo que sigan en el negocio tributando más de lo que ingresan. Además, en un estado democrático, el pago de impuestos es un ejercicio de responsabilidad y solidaridad ciudadana, no una inversión para obtener réditos o favores directos. Por otra parte, hace un flaco favor a su sector si no advierte que el valor del arte y de la cultura va más lejos de un balance económico anual. Bien es cierto que resulta difícil conciliar arte e industria, pero muchos responsables del cine se arrodillan demasiado ante la segunda.
Desde esa perspectiva, bastaría consultar las cifras de espectadores para repartir los premios según el favor del público. Pero esto nos lleva también a la delicada y antigua controversia sobre excelencia y popularidad: ¿es más excelso el producto más consumido? Ya lo dijo hace años con toda su autoridad y retintín la tonadillera más famosa de la escena y de la cárcel: “Soy la mejor porque soy la que más vende”. Pero a esta incontestable rotundidad podemos oponer las sabias palabras de Juan de Mairena: “¡Quién fuera diamante puro! -dijo un pepino maduro. Todo necio confunde valor y precio.”
El año pasado el señor Resines también patinó presumiendo de analfabetismo digital y criminalizando internet durante la gala de los Goya. Su sorprendente apología del ludismo causó revuelo en las redes pero, como está desconectado, solo sabrá de oídas. No descubro nada diciendo que la mercantilización se está apropiando de todas las esferas de la vida humana, a mayor gloria del Becerro de Oro. Muchos se adhieren, consciente o inconscientemente, al pensamiento único y simplista de ganancias contra gastos; pero me choca que lo hagan también aquellos cuya supervivencia depende directamente de la preservación de otros valores menos metálicos. Aunque los pepinos se pudran antes que los diamantes, nuestra naturaleza está más cerca de ellos que de los minerales. ¿Acaso no estamos hechos ambos de agua?