Los sucesivos cambios de las políticas educativas han hecho emerger el mito de que “la educación española era antes de mejor calidad”. Para sostener esta afirmación, muchas veces se argumenta que en la actualidad los jóvenes carecen de actitudes y aptitudes necesarias y, además, no muestran interés en los estudios. Nada más lejos de la realidad: la mayoría de jóvenes de nuestro país presentan actitudes y aptitudes más que suficientes para continuar con sus estudios, lo que no tienen es una cartilla abultada que les permita costearse los estudios superiores.
El primer problema del sistema educativo español es el abandono escolar, que se refiere al porcentaje de jóvenes de entre 18 y 24 años que, tras haber finalizado como mucho la ESO, no continúan con sus estudios. Pese a haber reducido la tasa en los últimos años, España sigue en los vagones de cola de la Unión Europea. Lo que nadie suele decir es que, en un contexto de recortes educativos y reducción de becas y ayudas, en parte el abandono tiene que ver con las dificultades económicas para acceder a estudios superiores.
Entorno laboral hostil
En definitiva, chicas y chicos pierden oportunidades de estudio y se ven obligados a buscarse la vida en un entorno laboral hostil en el que proliferan contratos temporales, jornadas parciales y sueldos que, en el mejor de los casos, rozan el salario mínimo. En resumidas cuentas, los y las jóvenes se ven condenados a desempeñar trabajos precarios que les convierte en un grupo de edad empobrecido.
Los recortes no solo han afectado al alumnado, sino también a los y las jóvenes que integran el colectivo docente, el PAS y el PSEC. En los últimos años se han perdido alrededor de 30.000 plazas docentes y se ha disparado la temporalidad: donde debería haber funcionariado de carrera, hay funcionariado interino. Esto supone rotación en el empleo, jornadas parciales y más precariedad.