Todos sabemos que la educación constituye un elemento esencial para mejorar el nivel y la calidad de vida de las personas. Así también lo reflejaron las Naciones Unidas cuando adoptaron los objetivos de desarrollo sostenible, cuya meta es alcanzar un mundo más justo y sostenible de aquí a 2030. Sin embargo, en estos momentos la educación se enfrenta cada vez a mayores presiones y amenazas, en casi todos los países del mundo. El futuro del trabajo, el capitalismo digital, los avances tecnológicos y la creciente desigualdad generan condiciones sistémicas que nos obligan a examinar detenidamente la manera en que nuestros docentes son percibidos y de qué manera reciben apoyo.
Si queremos afrontar el futuro con confianza, es fundamental que analicemos los hechos. Más del 50% de nuestros afiliados informan que sus países sufren una escasez de docentes. Este hecho lo corroboran las cifras espeluznantes de la Unesco sobre niños y niñas sin escolarizar, que se elevan a 263 millones. ¿No es un dato suficiente para entender que necesitamos más y mejores docentes?
Paradójicamente, las condiciones en las que se les requiere que trabajen los y las trabajadores de la educación son cada vez peores, y este hecho es particularmente cierto en el caso de la escuela primaria. No son solo los docentes los que se ven afectados por esto, sino también el alumnado, que debería estar aprendiendo para poder vivir plenamente en un mundo en constante transformación.
Se habla mucho sobre la cuarta revolución industrial y sobre la necesidad de una fuerza laboral cada vez mejor formada y adaptable. El concepto del aprendizaje a lo largo de toda la vida ya no es nuevo. Cada vez se hace más hincapié en el pensamiento crítico y en las habilidades de resolución de problemas entre nuestros estudiantes. Sin embargo, se presta poca atención a las condiciones laborales o al apoyo profesional que se ofrece a las y los docentes. Debemos asegurarnos de que en las aulas la base sea la relación de aprendizaje entre el alumno y el profesor, y por lo tanto las clases deben tener un tamaño razonable, y que las y los estudiantes deben poder ser acompañados por los mismos docentes durante varios años. A medida que aumentan las condiciones de trabajo precarias, la situación se complica, ya que aproximadamente el 50% del profesorado no cuenta con un empleo permanente, según los datos que hemos recabado de nuestros afiliados.
Este informe no puede sino convertirse en una llamada de atención a los gobiernos que, si bien han integrado en su discurso que la educación resulta esencial para lograr un futuro pacífico y cooperativo, deben invertir su dinero en las promesas que realizan. El aumento de la privatización en el sector de la educación y sus efectos perjudiciales es notorio y cada vez está más extendido, según afirma el 90% de los sindicatos encuestados. Casi la mitad de los padres se ven obligados a contribuir total o parcialmente a los costes educativos de sus hijos/as.
Las desigualdades siguen en aumento
El 79% de nuestros sindicatos afiliados en África informa que los docentes tienen que recorrer largas distancias para poder cobrar su salario. El 64% de ellos afirma vivir en condiciones deficientes, y cuenta con un acceso inadecuado a las instalaciones sanitarias y al agua potable en los centros escolares. Estas son condiciones que afectan negativamente a toda la comunidad educativa, pero repercuten aún más en las mujeres. La carga de trabajo sigue aumentando y, por ejemplo, el 41% de las docentes en Japón declara que su entorno laboral afecta negativamente a sus experiencias con el embarazo y el parto. Todo esto tiene que acabar.
Pese a las adversidades, los sindicatos de docentes participan activamente en la defensa de sus derechos y de su estatus. La Internacional de la Educación se une a todos ellos para decir que es hora de invertir en la educación y en el profesorado. Es hora de escuchar a los sindicatos de docentes, ya que se encuentran en una posición privilegiada para saber qué está sucediendo en las escuelas y qué apoyo se necesita para que el alumnado reciba una mejor experiencia educativa. Ningún sistema educativo jamás será mejor que sus profesores y profesoras. Y ningún sistema puede triunfar sin institucionalizar un diálogo con las y los representantes de los docentes que están cada día en las escuelas, universidades y centros de educación especial.
Esto supone implicar a los sindicatos de docentes en el desarrollo curricular y de recursos, negociar con ellos colectivamente, ofrecerles condiciones de trabajo decentes y remunerarlos adecuadamente. Visto el problema de abastecimiento de docentes a escala mundial, estos problemas no se resolverán con palabras, sino con acciones.