A la pregunta del alumnado sobre el feminismo: “¿y esto para qué me sirve profe?”, ¿qué le dirías tú?
Esto no me lo han preguntado nunca. Creo que si se abordan de forma correcta, no como discursos teóricos ajenos a su realidad, sino como herramientas de análisis de su propia cotidianidad, las reflexiones feministas y sus propuestas les interpelan directamente.
Eres profesora de Secundaria de Biología. ¿Cómo sitúas el feminismo o la igualdad en el centro de la práctica docente cotidiana?
Como docente creo que hay al menos dos vías para incorporar la perspectiva feminista a la cotidianidad de las aulas. Ambas son importantes y complementarias. Por un lado, a nivel curricular, todas las asignaturas presentan la posibilidad de recoger contenidos que permitan un abordaje más plural y completo de la realidad, que incluya, reconozca y visibilice las contribuciones de las mujeres en la generación de conocimientos, de ciencia, como protagonistas de diferentes momentos históricos… Y no solo de las mujeres, sino de todos los colectivos silenciados en la construcción de este conocimiento hegemónico. En el caso de la Biología, hay ejemplos clásicos como el de Rosalind Franklin y su papel clave en el descubrimiento de la estructura del ADN. Además, la naturaleza es una fuente inagotable de ejemplos de diversidad que me permite trabajar con el alumnado el cuestionamiento de la noción de normalidad, que paradójicamente muchas veces trata de sustentarse en argumentos biologicistas. Así, por ejemplo, frente a quienes consideran que las prácticas homosexuales son contra natura, tenemos ejemplos múltiples en el reino animal que demuestran lo contrario, como los bonobos o los macacos japoneses; frente a quienes consideran que los cuidados son una cuestión propia de las mujeres, tenemos ejemplos como el del caballito de mar, en el que los cuidados parentales son proporcionados por el padre; frente a quienes consideran que la caza y la provisión de alimentos son propias de hombres, tenemos a las leonas, que cazan y lo hacen organizadas, y así un largo etcétera que me permite ir ampliando el imaginario.
Me parece importante una asignatura evaluable que permita abordar contenidos clave derivados de las reflexiones teóricas y prácticas feministas
Por otro lado, para mí es clave tener presente que no existe ninguna intervención educativa que sea neutra, ya sea por acción o por omisión. Nuestra forma de relacionarnos con el alumnado, de gestionar la participación en el aula, el ambiente de aprendizaje que se crea, las actitudes que se premian o se reprenden… En definitiva, todo lo que hacemos, desde que ponemos un pie en el centro (incluidos los pasillos y los patios), transmite un mensaje, educa, refuerza unos valores frente a otros. Como referentes que somos, tenemos una gran oportunidad y también una gran responsabilidad.
¿Es posible educar en igualdad?
No tengo claro que el objetivo sea educar en igualdad. ¿Iguales a quién? ¿Igualdad en qué? ¿Igualdad de trato? ¿De oportunidades? ¿De modelos y expectativas? Considero que tratar por igual a colectivos que parten de situaciones muy dispares y desiguales, lejos de ser un sistema justo es más bien perpetuador de la desigualdad. Prefiero un enfoque de educación en y para las diversidades.
¿Consideras que la coeducación, la educación en las diversidades, debería ser una asignatura evaluable o contenido transversal en todas las materias?
Probablemente serían imprescindibles ambas cosas. Por un lado, revisar los contenidos de todas las materias e incorporar la perspectiva feminista interseccional, visibilizando el papel de las mujeres y otros colectivos “minoritarios” en la construcción de cada campo de conocimiento y reflexionando sobre las causas de las ausencias encontradas.
Por otro lado, me parece importante una asignatura evaluable que permita abordar contenidos clave derivados de las reflexiones teóricas y prácticas feministas, así como conocimientos y sabidurías propias de lo que hemos llamado esfera reproductiva, y que hasta ahora han sido invisibilizados y minusvalorados. Una asignatura donde se proporcione al alumnado herramientas para reflexionar desde una perspectiva feminista sobre su propia realidad, que recupere la memoria histórica de las luchas feministas y sus logros en la consecución de sociedades más justas y sostenibles, y que ponga en valor ciertos conocimientos pertenecientes a la esfera reproductiva hasta ahora denostados, como los cuidados que sustentan la vida.
¿Cuándo empezar a trabajar por la igualdad? ¿Hay alguna edad más propicia?
Desde el mismo momento en el que comienza el patriarcado a dejar su impronta, a reducir las posibilidades de desarrollo de las personas en función del género asignado al nacer, deberíamos estar contrarrestando este discurso hegemónico castrante, abriendo las posibilidades y los imaginarios para que cada persona pueda desarrollarse en función de sus deseos, inquietudes y habilidades, y no en función de una expectativa marcada socialmente.
¿Qué necesita el profesorado para incorporar en el centro de su práctica una perspectiva de género, identidades y expresiones de género?
Hay tres cuestiones que para mí son fundamentales a la hora de incorporar la perspectiva feminista en mi práctica cotidiana. En primer lugar, asumir que no hacerlo implica el mantenimiento de un statu quo que genera multitud de violencias. Por ejemplo, si en Biología explico la determinación genética del sexo y no amplío la perspectiva y hablo a mi alumnado de las personas intersex y trans como parte de la diversidad de cuerpos existente, estoy contribuyendo a la invisibilización y patologización de las personas intersex y de las personas trans.
En segundo lugar, creo que es clave formarse (formación inicial y permanente), escuchar otras voces y conocer otras realidades para poder integrarlas en nuestra práctica educativa. Por ejemplo, si no tengo idea de que existen personas cuya identidad de género es no binaria, muy difícilmente voy a poder incorporar estas realidades.
Hacemos huelga porque queremos caminar por las calles libres de violencias machistas o de la amenaza de poder sufrirlas
Por último, considero imprescindible la reflexión casi diaria sobre los propios privilegios y sobre la propia práctica educativa: qué estamos transmitiendo, a qué le damos importancia, qué estamos reproduciendo, cómo de transformadora es nuestra práctica…
Existe una última cuestión, que no depende tanto del profesorado como de quienes elaboran la normativa que nos regula y establece las prioridades en las líneas presupuestarias, condicionando enormemente el contexto en el que desarrollamos nuestra labor docente. En concreto, me refiero a aquellos aspectos que dificultan incorporar estos enfoques y formas de hacer en las aula, como, por ejemplo, los currículos oficiales absurdamente extensos que determinan enormemente los tiempos y los procesos de enseñanza-aprendizaje, y nos abocan a ritmos de consumo de contenidos que dificultan, en muchos casos, abordar cuestiones que importan, que realmente le importan a nuestro alumnado en sus vidas diarias; o las cada vez más elevadas ratios que tenemos en las aulas (y a nadie se le escapa cómo condiciona esto la práctica educativa y la atención a cada una de las individualidades); o la ausencia en nuestros horarios de horas para dedicar a estas cuestiones, mucho menos para coordinar intervenciones o actividades conjuntas; o la segregación creciente que viven los centros públicos y la concentración de alumnado con dificultades en centros que no reciben más fondos para afrontar estas necesidades, sino todo lo contrario.
¿Crees que podemos llegar a una escuela feminista en la que lo que cuenten sean las personas, el cuidado, la igualdad y no solo una nota numérica?
Mas que en términos de posibilidad, lo veo en términos de necesidad. Creo profundamente en la capacidad transformadora de la educación y, si queremos salir de esta crisis multidimensional y construir sociedades más justas y sostenibles que pongan la vida en el centro, tendremos que transformar la educación. Ahora bien: ¿la institución educativa, tal y como está concebida actualmente, tiene capacidad de asumir un cambio de tal envergadura? Eso es otra cuestión.
¿Qué utilidad pedagógica tiene erradicar las violencias de las aulas?
Sufrir cualquier violencia o el simple hecho de que exista la amenaza, la posibilidad de poder sufrirla, es una de las mayores herramientas de control que existen. Erradicar las violencias es una condición imprescindible para un desarrollo íntegro, sano, armónico y en libertad.
¿Crees que hay motivos suficientes para hacer una huelga el 8 de marzo?
Basta con echar un vistazo a la realidad que nos rodea para encontrar motivos de peso para hacer esta huelga feminista de cuidados, estudiantil, de consumo y de trabajo: hacemos huelga porque queremos caminar por las calles libres de violencias machistas o de la amenaza de poder sufrirlas; porque queremos que se reconozca nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, nuestros deseos y nuestra sexualidad; porque somos diversas y queremos seguir siéndolo; porque estamos en contra de las políticas de frontera, que limitan la movilidad de personas y no de recursos, generando grandes desigualdades, criminalizando a las personas migrantes y exponiéndolas a situaciones de mayor vulnerabilidad y riesgo para sus vidas; hacemos huelga porque la justicia patriarcal, lejos de producir justicia y reparación, ahonda en el daño de las víctimas; hacemos huelga porque creemos que otra forma de entender la vida, la economía y las relaciones es posible; hacemos huelga para visibilizar y poner en valor el trabajo reproductivo realizado por las mujeres que cubre las necesidades básicas y sin el cual la esfera productiva no sería posible; hacemos huelga porque queremos construir otros mundos más justos, sostenibles y habitables para todas las personas; hacemos huelga para que quede claro que sin nosotras ni se produce ni se reproduce, que sin nosotras se para el mundo… En definitiva, ¡nos sobran los motivos!