Es habitual que el profesorado reciba elogios, “la cursilería de los discursos que exaltan la abnegada labor de los apóstoles de la docencia que amorosamente moldean con sus manos la arcilla de las nuevas generaciones, y además reciben salarios que se ven con lupa”, afirma Eduardo Galeano. Un golpe de realidad.
En España la LOMCE y las políticas de recortes de los gobiernos del Partido Popular, que ya se habían iniciado en los últimos meses del gobierno socialista de Zapatero y que se mantienen en la actualidad con el gobierno en funciones del Partido Socialista Obrero Español, han supuesto una importante pérdida de las condiciones sociales, salariales y profesionales del profesorado. Esto mismo ha sucedido en otros países de nuestro entorno y se ha agudizado en continentes como Latinoamérica y África. La coartada ha sido la crisis; pero, superada esta, poco o nada se ha movido.
La profesión docente se encuentra en una paradoja. Por un lado, son muchas las investigaciones que indican que la calidad de la educación depende, en buena parte, de la calidad del profesorado. Por otro, se toman decisiones políticas, se aplican medidas laborales y económicas, y se hacen declaraciones públicas desde las administraciones de gobierno que provocan la precariedad laboral, desmoralizan al colectivo –intensificando un corporativismo negativo– y debilitan los saberes profesionales.
Las condiciones laborales tienen una relación directa e incidente en la calidad del trabajo que se desempeña. Reivindicar que esas condiciones sean adecuadas es un derecho de la profesión docente, pero también un importante factor de calidad de la educación. En España, los recortes en la inversión y las políticas neoliberales han impactado negativamente en el salario del profesorado, han aumentado fuertemente la carga lectiva y las tareas burocráticas, han congelado toda posibilidad de promoción e incentivo, han reducido las plantillas e incrementado la ratio de alumnos por profesor, y han aumentado porcentualmente el empleo temporal y el parcial no deseado, sin valorar la incidencia en el día a día de la profesión y el impacto sobre los y las estudiantes, el objetivo más importante del sistema educativo.
¿Es atractiva la profesión docente para los jóvenes? No, si no intentamos que lo sea a nivel salarial, intelectual y profesional. Además, para poder ejercer una actividad tan compleja, es necesario contar con el apoyo y la confianza de la sociedad, así como un alto grado de autonomía y de libertad en el ejercicio de la profesión.
La docencia es una tarea cooperativa, que necesita espacios para que los docentes trabajen juntos por el mismo fin, como una actividad compartida, de reflexión y preparación las tareas y proyectos, y el colectivo docente se debe sentir partícipe de un proyecto común. Es fundamental que entendamos que todas estas evidencias son condiciones directamente relacionadas con la calidad de la educación, y con la necesidad de hacer atractiva para los y las jóvenes una profesión tan compleja, pero a la vez tan rica intelectualmente, tan viva emocionalmente y tan comprometida socialmente.
El profesorado es un agente clave en los procesos de construcción de una sociedad más justa, libre y democrática. Para cumplir esta función social, debe estar en condiciones de ejercer un control colectivo sobre el sentido, los objetivos y los contenidos de su trabajo. El colectivo docente debe tener la posibilidad de innovar críticamente, siendo consciente de que todo lo que dice y hace impacta directamente en la vida de sus estudiantes y de sus familias. Su posicionamiento debe ser con la garantía del derecho a la educación de todos y todas sus estudiantes, y no ser meros peones a las órdenes de la ideología partidista del gobierno de turno.