Hace años que venimos sufriendo un abandono por parte de las instituciones públicas y un abuso por parte de las empresas que nos han llevado a una precariedad laboral extrema. Desde 2008 hemos venido sufriendo una bajada salarial estimada en un 50%, con contratos de fin de obra o, con suerte, fijos discontinuos, por días o por semanas en actividades de Navidad, Semana Santa o verano, o por 8 o 9 meses, según el calendario escolar y el que estime la Administración pública. Te contratan exclusivamente por las horas “que impartes”, no incluyendo trabajos exigidos e inherentes a la actividad como programación, preparación de clases, evaluaciones e informes, etc.
Condiciones laborales
Muchas veces se tiene demasiado alumnado, las instalaciones no reúnen las condiciones necesarias para el buen desarrollo de la actividad o no se tiene en cuenta en las ratios la presencia de estudiantes con necesidades educativas especiales… Sin embargo, no se debe menospreciar nuestra labor, ya que gracias a nuestro trabajo hacemos efectivo el principio de igualdad de oportunidades (mediante las extraescolares o las clases de refuerzo), garantizamos la conciliación de las familias (servicios de aula matinal, comedor, extraescolares, campamentos…) y el acceso de todos y todas a los equipamientos de cultura de proximidad.
¿Cómo es posible conciliar nuestra vida laboral y familiar con estas condiciones? ¿Cómo te independizas con un salario de 600€ al mes, si es que tienes la suerte de trabajar en varias empresas? ¿Cómo realizas un proyecto de vida con tu pareja, cuando sabes que al finalizar el curso vas al paro? ¿Cómo te vas a plantear quedarte embarazada sin estabilidad laboral, sin posibilidades de promoción, sin un salario digno, trabajando siempre en los peores horarios?
No es posible. Las mujeres que nos dedicamos a este y otros sectores socioeducativos sabemos que la única forma de poder independizarse, realizar un proyecto de vida o poder tener una familia es renunciar a trabajar en este sector. Innumerables compañeras y amigas, que ya han cumplido o se acercan a la treintena, han tenido que dejar atrás su vocación, en aras de conseguir estabilidad laboral y un salario digno.
Mientras las empresas sigan ahogando a las familias, y las administraciones públicas sigan permitiendo esta sangría, seguirá habiendo monitoras en el campamento urbano de sus barrios, profes de extraescolares para que puedan conciliar y actividades culturales en su centro cívico. Eso sí, no podremos hablar de igualdad real y efectiva hasta que los sectores feminizados, como este, tengan unos salarios y unas condiciones laborales dignas.