EL MUNDO DE LA MÚSICA CLÁSICA SE SUELE CONTEMPLAR COMO UN TRANQUILO E IDÍLICO REMANSO, ajeno a las tempestades «rockeras» y «hollywoodenses». Pero todos los artistas, independientemente de géneros o estilos, pugnan contra sí mismos y sus competidores, contra el público y la crítica, representantes y empresarios, contra lo terrenal y lo divino.
Oropeles y purpurinas esconden tantas miserias como las más grandes tragedias. El artisteo y el faranduleo proyectan una apetecible estampa de lujo y belleza que contrasta con la dura lucha que se desenvuelve tras los focos: What Ever Happened to Baby Jane?, por ejemplo. Hace ya unos años que Norman Lebrecht publicó algunas miserias de los clásicos. También fueron un hito las películas Prova d´orchestra, de Visconti (1979); Meeting Venus, de István Szabó (1991), o Hilary y Jackie, de Tucker (1998).
La escritora y periodista Ruth Zauner es quien ahora disecciona las tensiones y miserias que se cruzan en el mundo de la ópera. Lo hace con una divertida novela negra que se titula Muerte cantada (Editorial Autografía, Barcelona 2019). Su texto diluye la solemnidad y el hermetismo que rodean a las producciones operísticas, desvelando que en los despachos hay más cuchillos que en la casa de Sparafucile. La autora, que trabajó durante varios años en el Teatro Real de Madrid, conoce muy bien el paño.
Además de un entretenimiento digno de Agatha Christie, el texto se erige como una denuncia contra quienes, bajo el manto del arte sublime, lo utilizan y adulteran para sustentar sus ambiciones. Así vemos desfilar una galería de personajes singulares, tan verosímiles como reconocibles: gestores sin escrúpulos, asesores ignorantes, superestrellas despóticas, lameculos peligrosos, genios frustrados… Todo ello narrado con fino humor, un tono rebelde, a la par que compasivo, y un amor incondicional por la ópera y por la cultura.
La sombra de Gerard Mortier, el más polémico director artístico que tuvo el Teatro Real, se vislumbra entre líneas. También forma parte del decorado un Madrid intenso, caótico y revuelto por una corrupción que empobrece economías y almas. El desenlace es tan sorprendente como muchos de los titulares con los que topamos en los últimos lustros, donde los límites entre la realidad y la ficción se atenúan.
Esta novela puede deleitar por su ritmo y agudeza a cualquier aficionado al género policíaco, pero, sobre todo, hará las delicias de los melómanos, a la par que ofenderá a quienes sigan sin aceptar que no es oro todo lo que reluce.