Las actividades extraescolares son competencia de las comunidades autónomas y las decisiones al respecto las adoptarán los diferentes gobiernos autonómicos. Hasta donde sabemos, el Ministerio de Educación y Formación Profesional ya ha pedido la máxima seguridad higiénica y sanitaria para su realización. Asturias y Navarra parece que empiezan el nuevo curso escolar sin ellas. En Aragón y Cantabria, todo dependerá de cómo evolucione la pandemia. Y sí parece factible que se desarrollen con el nuevo curso en Madrid, Canarias y Cataluña. En cualquiera de los escenarios posibles, la participación de las asociaciones de madres y padres, las vecinales y de los ayuntamientos será fundamental.
Las actividades extraescolares son una extensión importante de la educación, y la oportunidad de sociabilización y la cultura de muchos y muchas menores. Sin olvidar su papel como elemento de igualdad y de equidad, pues a través de las actividades extraescolares hay muchos niños, niñas y adolescentes que se acercan por primera a vez a distintos escenarios y manifestaciones de la cultura y del ocio: teatro, cine, fotografía, artes plásticas, talleres de lectura y escritura, deportes, visitas a museos, actividades medioambientales, excursiones al aire libre, interacción interfamiliar, intrafamiliar y entre la familia y la escuela, etc.
Hoy, cuando muchos y muchas menores viven inmersos en un mar de tecnología, consumiendo su tiempo libre en los videojuegos y las redes, los beneficios sociales, educativos y culturales de las actividades extraescolares son más que evidentes: estimulan la convivencia en libertad, y el trabajo cooperativo más allá de las casi siempre rígidas reglas del juego y formalidad que se imponen en el día a día de la actividad escolar reglada.
Es obvio que las actividades extraescolares son un elemento importante para la conciliación de la vida laboral y familiar. Aunque esta no sea su prioridad ni finalidad, no cabe duda de que impacta directamente en el desempeño y dedicación al trabajo de madres y padres, pero especialmente de las madres, con la infinidad de jornadas laborales tan variadas a las que están sometidas principalmente las mujeres.
Las actividades extraescolares cumplen una labor social y educativa complementaria a la formación reglada, que también transciende a la escuela, aportando oportunidades de vivencia de valores esenciales y propios de la educación pública de calidad vertebrada en la equidad. Aún siendo difícil organizar las actividades extraescolares, en el curso que comienza, con garantías suficientes para la comunidad educativa, para los trabajadores y trabajadoras implicados en ellas, más difícil será compensar el daño psicológico, educativo y social de su restricción o ausencia después de lo vivido.
Ante esta emergencia educativa, la imaginación y el compromiso de escuelas, municipios y organizaciones de madres y padres y vecinales deberá ser extraordinario y convergente, haciendo un esfuerzo extra –respetando todos los protocolos higiénicos y sanitarios– para que las actividades extraescolares continúen extendiendo la labor socioeducativa y no queden atrapadas en los efectos de la pandemia.