El Covid-19 viene a echar sal en las heridas de diez años de recortes. Se disparó el gasto privado de las familias, hasta ser el más alto de toda la UE; aumentó la desigualdad de oportunidades educativas y la segregación. PISA 2018 refleja con claridad la falta de infraestructuras, dotación de material y profesorado en los centros más vulnerables.
Equidad significa dar más a quien necesita más para ofrecer las mismas oportunidades de éxito educativo. Un sistema educativo equitativo requiere de una financiación equitativa. La relación entre inversión y resultados educativos es siempre controvertida. Hay un consenso claro en que España invierte poco en educación, lejos de la media europea, se tome el indicador que se tome, como nos recuerdan desde Bruselas año tras año. En cambio, no lo hay tanto en la necesidad de repensar las medidas para ser realmente eficaces en reducir las desigualdades. Sirva como ejemplo el enorme debate generado en los últimos meses alrededor de la repetición, mientras la evidencia científica sobre su ineficacia en España se sigue acumulando.
Sin embargo, se suceden los informes, el último un extenso análisis de la equidad en los sistemas educativos realizado por la Comisión Europea, que concluye que la inversión es una condición necesaria pero no suficiente para lograr la equidad. El efecto potencialmente positivo de incrementar los recursos se puede ver neutralizado por otras características estructurales de los sistemas escolares, como los itinerarios tempranos, la segregación o la repetición, cuando los recursos no llegan al alumnado y a los centros que más lo necesitan o cuando el alumnado se desvincula1.
Basta mirar a nuestro alrededor para ver que no todas las políticas educativas son equitativas, bien porque son regresivas y benefician solo a quienes están en mejor posición, bien porque son ineficaces o incluso perjudiciales para aquellos a quienes intentan apoyar. Por ejemplo, un bilingüismo mal diseñado que selecciona al alumnado y genera segregación, una repetición que perjudica sobre todo al alumnado vulnerable, o la matrícula universitaria gratuita para todos cuando una parte importante de jóvenes de menos nivel socioeconómico se han quedado atrás. ¿Tiene sentido que en los centros educativos de alta complejidad, en la compensatoria o la FP Básica esté con frecuencia el profesorado con menos experiencia?
Es más fácil pensar que solo los recursos lo resolverán todo. Si creemos de verdad en el derecho a una educación equitativa, el “para qué” importa, y mucho. Tomando prestada la expresión de Jesús Rogero, necesitamos medidas de eficacia probada basadas en la investigación porque el riesgo es la “homeopatía educativa”. Para quien necesita de la escuela para ascender socialmente, cada euro público cuenta.
¿Cómo sabemos si avanzamos en equidad?
Si hay políticas y programas que no se evalúan, ¿cómo sabemos su impacto sobre la equidad? Hasta que se hicieron análisis sobre segregación o repetición con PISA, desconocíamos la magnitud de una realidad que docentes y comunidades educativas vivían en su día a día. Necesitamos metas e indicadores de equidad para todo el sistema educativo que, a modo de brújula, orienten las políticas y permitan dar seguimiento en detalle al nivel de equidad de las comunidades autónomas. Necesitamos más evaluación y rendición de cuentas de políticas y programas. Aunque pueda resultar sorprendente, nuestro sistema estatal de indicadores educativos carece de desagregación por nivel socioeconómico y cultural.
Y entonces, ¿en qué debemos invertir? Algunas ideas:
- Educación Infantil 0-3 de calidad, porque sabemos que las intervenciones son más efectivas contra la desigualdad cuanto antes se producen, si son de calidad.
- Sustituir la repetición de curso o la separación temprana en itinerarios con bajas expectativas por políticas preventivas, de apoyo y refuerzo.
- Asegurar los equipos docentes mejor formados y con experiencia, trabajando colaborativamente allí donde más necesidad hay.
- Suficiencia de todos los centros, en infraestructuras y en personal.
- Becas y ayudas en educación obligatoria y posobligatoria.
- Financiación diferencial de los centros, por fórmula, huyendo de etiquetas estigmatizadoras y apoyando la transformación de sus proyectos educativos.
Estamos en un momento crucial, no solo por la magnitud del desafío educativo, sino por la oportunidad. Obviamente, que los fondos europeos de recuperación prioricen la educación es una buena noticia. Pero, cuidado, esta inyección de inversión es una oportunidad histórica que no podemos desaprovechar. Es esencial que sea realmente “palanca” de transformación estructural para corregir la inequidad de nuestro sistema2.
Los fondos europeos son una intervención puntual que no sustituye, como mucho pospone, el debate sobre la inversión. Es importante no perder de vista que ahora estamos en un paradigma de respuesta fiscal expansiva, pero no sabemos qué ocurrirá en los próximos años. Es necesario aprender de la crisis de 2008 y blindar una inversión suficiente en educación, como ha pedido el Comité de Derechos del Niño de la ONU, especialmente en las políticas de equidad. En un modelo descentralizado eso supone también un suelo de financiación por estudiante que aproxime las diferencias territoriales.
En síntesis, suficiencia de recursos con eficacia y rendición de cuentas. Sin mayor inversión en educación es difícil mayor equidad, solo invirtiendo puede que tampoco.
1 Comisión Europea/EACEA/Eurydice, 2020. Equity in school education in Europe: Structures, policies and student performance. Eurydice report. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones de la UE.
2 Gortázar, L., 2020. 10.000 millones para rescatar y transformar el sistema educativo con fondos europeos tras la Covid-19. EsadeEcPol Policy Insight. Esade EcPol – Center for Economic Policy and Political Economy.
Últimos comentarios
Ignacio Rómulo Fernández Carro
Dos cosas:
–¿y si aprovechamos los fondos extraordinarios para construir las aulas que harán falta para reducir las ratios? ¿Y si la construcción la llevaran a cabo empresas públicas o cooperativas promovidas por el Estado?
–¿y si los servicios de empleo arrancaran en las propias escuelas? ¿Si los departamentos de orientación pusieran en marcha pequeñas empresas cooperativas de alumnos?