En 2020, más de 1.600 millones de estudiantes, en más de 190 países, se vieron perjudicados por el cierre de escuelas provocado por la Covid-19 y el cambio a la enseñanza en línea, que afectó al 94% del alumnado de todo el mundo, una cifra que asciende al 99% en países de ingreso bajo y medio-bajo y que pone en evidencia las desigualdades para garantizar una educación pública gratuita y de calidad.
El acceso no ha sido equitativo, en gran parte debido a la gran brecha digital existente. Al menos, 463 millones de estudiantes (más del 30% del total) se vieron privados de la educación durante meses, sin medios para acceder a la enseñanza en línea. Esta pandemia sigue agravando las disparidades preexistentes al reducir las oportunidades que tienen muchos niños, niñas y jóvenes que pertenecen a colectivos más vulnerables: alumnado procedente de zonas pobres o rurales, en situación de refugio, con necesidades educativas especiales, etc., para continuar con su aprendizaje. Los colectivos más vulnerables han sido tristemente los más afectados.
Al tiempo que el virus resurge en 2021, alrededor de 1.000 millones de estudiantes siguen viéndose afectados por el cierre total o parcial de escuelas y universidades, lo que aumenta el riesgo de pérdida de aprendizaje, abandono de la educación y aislamiento social. La tercera ola avanza con cifras récord y está dificultando la reapertura de centros.
Según la Unesco, las y los estudiantes han perdido una media de 100 días de escuela, y alrededor de 23,8 millones de niñas, niños y jóvenes (del nivel preescolar al postsecundario) podrían abandonarla o no tener acceso a ella este año por las repercusiones económicas de la pandemia. Por todo ello, el objetivo del Día Internacional de 2021 ha sido movilizar a la comunidad internacional para recuperar y revitalizar la educación para la generación Covid-19.
Respuesta sindical
Es evidente que los esfuerzos de recuperación requerirán una apuesta decidida por parte de nuestra clase política, que deberá priorizar la educación con una financiación que permita atajar esta situación con propuestas y acciones concretas. Pero la inversión podría enfrentarse también a importantes problemas, lo que aumentaría los déficits existentes antes del virus. Sin un compromiso serio, los sistemas educativos seguirán parcheando soluciones para recuperarse.
Por otra parte, es justo reconocer que las y los docentes y el personal educativo siguen haciendo sobreesfuerzos para continuar con los procesos de enseñanza-aprendizaje. De hecho, la pandemia ha estimulado la innovación en el sector, aplicándose enfoques innovadores en apoyo de la continuidad. Estos cambios también han puesto de manifiesto que impartir una educación de calidad implica no dejar a nadie atrás, pero la dura realidad es que millones de niños y niñas y jóvenes carecen de un entorno propicio o de recursos para a ella.
Desgraciadamente, la pandemia y la interrupción de clases están lejos de haber terminado. Alrededor de 100 países en estos momentos tienen cerradas escuelas y universidades, sin una fecha de reapertura planificada de las clases de forma segura para el alumnado y el personal.
Compromiso
La educación es un derecho humano fundamental y un impulsor destacado para avanzar en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Así, cuando se derrumban los sistemas educativos, no se pueden mantener sociedades pacíficas justas, igualitarias e inclusivas.
Por todo esto, es necesario crear alianzas y que todas las partes implicadas –gobiernos, sindicatos, familias, administraciones e instituciones educativas, etc.– trabajen conjuntamente para:
- Reducir la transmisión del virus planificando minuciosamente la vuelta a los centros para limitar los contagios y controlar los brotes nacionales o locales. Una vez hecho, para abordar este complejo problema es importante guiarse por los parámetros siguientes: garantizar la seguridad de todos y todas, planificar una reapertura inclusiva, escuchar las opiniones de todas las partes implicadas y coordinarse con agentes clave, incluida la comunidad sanitaria.
- Asegurar una financiación suficiente de la educación para alcanzar los resultados. Debe ser una prioridad fundamental de los Estados preservar los presupuestos en el sector.
- Crear sistemas resilientes para lograr un desarrollo equitativo y sostenible. Esto permite a los países responder a los desafíos inmediatos que plantea una reapertura segura de las escuelas y los prepara para afrontar mejor futuras crisis.
- Repensar la educación. Es necesario recordar los esfuerzos que se están realizando para responder a los impactos de la pandemia y aprovechar la oportunidad para encontrar nuevas formas de afrontar la crisis en materia de aprendizaje, aportando soluciones que permitan prevenir el abandono escolar, en particular en el caso de grupos marginados; proporcionar competencias para programas de empleabilidad, apoyar a la profesión docente y la preparación del profesorado, ampliar la definición del derecho a la educación para incluir la conectividad, eliminar obstáculos en el acceso a entornos digitales, reforzar los datos y el seguimiento del aprendizaje, y fortalecer la articulación y la flexibilidad entre niveles educativos y tipos de formación.
De nada sirven las declaraciones de foros de alto nivel de Naciones Unidas ni las buenas intenciones de la Coalición Mundial para la Educación Covid-19, creada por la Unesco en marzo de 2020, si si no se traducen en acciones concretas y hechos tangibles a escala internacional, nacional y regional que prioricen la educación. Es urgente seguir trabajando en la hoja de ruta establecida para conseguir las metas recogidas en el ODS 4 de la Agenda 2030.
Resumen de la presentación del Informe de Unesco La educación durante la Covid-19 y después de ella (agosto de 2020) en el marco del Día Internacional de la Educación de 2021.