Solo hay que echar un vistazo a las últimas movilizaciones, leer en la prensa y escuchar incluso las televisiones para tener claro que el feminismo o, mejor dicho, que los feminismos están muy presentes. Y no solo no van a decaer, sino que además están tomando posiciones firmes, seguras y contundentes.
No hablamos de la mitad de la población, hablamos de más de la mitad de ella, muchas más personas que van sumándose a la lucha por la ruptura del patriarcado que tanto nos condiciona y nos vapulea, inmersas en el impulso y desarrollo legislativo que tienen la pretensión de dar cobertura a nuevos derechos para que podamos tener las mismas posibilidades.
Como comentamos con Violeta Assiego en la entrevista, cuando los derechos humanos se sitúan en el centro de la educación, no hay cabida ni posibilidad de exclusión en ninguna dirección. Primero quienes más lo necesitan, primero quienes tienen lo más básico para poder llevar un proyecto de vida emancipado e independiente. No hay espacio para nada más que las políticas públicas que garanticen los derechos básicos y civiles para todas las personas. Educación, sanidad, empleo, recursos, todo está bien entroncado en la dinámica del trabajo a favor de los derechos humanos.
Ya nada será igual, porque las mujeres han roto el silencio con rotundidad. En los últimos tiempos, de todas partes del mundo han llegado clamores de compañeras en pie, dando pasos firmes a favor de los derechos de las mujeres. Pamela Palenciano es una de ellas y lo hace poniendo en palabras que encarnan esa violencia estructural y simbólica que tanto peso tiene y tanto daño hace todavía.
No somos las mismas
Queda claro que la pobreza no puede seguir siendo femenina. Porque en función de los datos señalados por Anna Mellado, hace falta que las mujeres progresen económicamente, y esta cuestión no la vamos a dejar en manos de esos otros que lo único que quieren es perpetuar el sistema que les favorece.
Se acabó, el camino de la subordinación y la sumisión está llegando a su fin, y prueba de ello son las exacerbadas reacciones de quienes quieren seguir encorsetándonos en premisas obsoletas, caducas y limitantes. Como también lo son los movimientos dentro del derecho laboral, con catedráticas del Derecho que han tomado ya posiciones y hacen su trabajo en soledad, como Carmen López.
Ya no somos las mismas que éramos, ya sabemos dónde está la senda y cómo caminar con compañeras, compañeros y compañeres de viaje. Somos cada vez más quienes sabemos que nada será igual, porque después de todo lo que nos está pasando no hay marcha atrás, no hay vuelta a ese único e unívoco modelo de la mujer 10 o 20, aquella que siempre está perfecta, que calla cuando le toca, que está un pasito por detrás, sin hacer demasiado ruido, ocupándose de todo y de todos. En pleno siglo XXI el mundo es de las mujeres en plural, un concepto diverso, poderoso y que abraza todas las formas en las que somos y nos expresamos.
Esto forma parte ya de otra era, de otro siglo, las nuevas generaciones están inquietas y con muchas ganas. Solo tenemos que escucharlas y darles espacios, como a Laura Moreno, joven, pero ya dando guerra.
Hacia adelante
Este es el camino del cambio y la transformación. Ya no queremos promesas. En el siglo XXI queremos hechos y queremos dirigirlos, queremos cambios y ser motor de ellos. Ahora pisamos con seguridad, sin timidez y con ese miedo que ayuda a estar alertas para ser partícipes directas de la renovación.
Sabemos que tenemos que ir tomando posiciones, sobre todo en lo concerniente al aparato tecnológico que nos intenta devolver a épocas anteriores de modelos estereotipados a través de sus algoritmos, aparentemente inofensivos, pero que aprenden a toda velocidad del patriarcado y del sexismo. Como prueba, cuando Begoña Fuentes, inagotable curiosa de las tecnologías, denuncia que hasta en forma de bots tenemos que ser perfectas.
Se abre una puerta al cambio en un contexto complejo y devastador que deja para después todo lo que le interesa. Este se hará colectivamente, porque ya no estamos para bromas ni para mentiras; estamos en posición de dar el paso. Se abre la luz y el foco con un nuevo marco educativo que nos permite materializar un futuro mejor para las nuevas generaciones, más acorde con sus necesidades, con sus realidades y con sus, por qué no decirlo, exigencias. Carmen Heredero y Lidia F. Montes nos ayudan a arrojar luz sobre parte del camino.
Ya no hay retorno ni marcha atrás, ahora solo hay un adelante. Mientras escribo estas líneas, lucho con el sentimiento de soledad que da el verse sentada diariamente frente a la pantalla, con poco contacto, con menos afecto que hace un tiempo. Nos quieren desanimadas, agotadas, desilusionadas, pero hoy, más que nunca, somos muchas, muchos y muches en esta andadura. Así, ya nada será igual, porque tenemos energías renovadas y el siglo XXI va a ser nuestro.