Sesgos en las evaluaciones docentes
Un reciente estudio1 realizado por la Universidad de Maastricht muestra que el alumnado juzga la labor docente de su profesorado de diferente manera dependiendo de su sexo. Esta investigación usa datos de casi 20.000 evaluaciones a docentes de su Facultad de Economía y Empresa durante cuatro cursos académicos, donde el profesorado se asigna de manera aleatoria a cada grupo de cada asignatura. Además, los exámenes se realizan de forma centralizada y cada estudiante es calificado por un docente que no le ha dado clase. Se trata de un sistema completamente neutro.
Los resultados de la investigación muestran que las mujeres reciben sistemáticamente peores evaluaciones docentes por parte de su alumnado que sus compañeros. Los estudiantes varones evalúan peor a sus profesoras que las estudiantes, aunque ellas también evalúan mejor a sus profesores. Las docentes más jóvenes son juzgadas con mayor dureza, y el sesgo de género es superior en aquellas asignaturas con mayor contenido matemático.
Los materiales docentes recomendados –en cualquier formato– son comunes a todos los grupos de una misma asignatura. Es decir, se trata de un material consensuado y recomendado por todo el profesorado. Sin embargo, el alumnado valora mejor este material cuando se lo recomienda un varón.
En estas evaluaciones docentes salen a relucir todos esos estereotipos implícitos que ignoramos poseer. No es un hecho puramente anecdótico: las evaluaciones docentes son uno de los factores que influyen a la hora de contratar o promocionar al personal universitario. Si las mujeres obtienen peores valoraciones en su actividad docente, es probable que decidan dedicar más tiempo a la preparación de sus clases. Invertirían así menos tiempo en la investigación. Una consecuencia inmediata sería la disminución de sus publicaciones científicas, lo que mermaría sus posibilidades de promoción2.
Sesgos en la investigación
Para conseguir una beca (pre o postdoctoral) son esenciales las cartas de recomendación. Normalmente, el alumnado solicita estos apoyos a docentes que le han dado clase y cuyo prestigio investigador es reconocido. En otro estudio3 realizado en el campo de las geociencias, los autores analizaron más de 1.200 cartas de recomendación, correspondientes a 452 peticiones de becas en 54 países, escritas entre 2007 y 2012. Las cartas redactadas por mujeres suponían el 30% del total, aunque estas profesoras eran poco más del 10% del total de autores de misivas, ya que, de media, ellas escribían varias cartas.
El estudio revela que las cartas de apoyo a una mujer tienen una longitud de diez líneas o menos. Sin embargo, las que aluden a candidatos varones tienen en su mayoría más de 50 líneas. En opinión de los autores del estudio, la calidad de la recomendación crece con la longitud de la carta que defendería con mayor énfasis al candidato.
En el 15% de las cartas presentando a mujeres, las candidatas son calificadas como “excelentes”, frente al 24% en el caso de los hombres. Sin embargo, el 84% de las mujeres son juzgadas como “buenas” frente al 73% de los hombres. Es decir, los hombres son considerados como “excelentes” en mayor grado, y las mujeres son pensadas como “buenas” en mayor porcentaje que los hombres. Pero esta supuesta ventaja en el caso de las mujeres realmente no les favorece, ya que a la hora de solicitar una beca la competencia es enorme y lo que cuenta finalmente es la excelencia. De nuevo los sesgos inconscientes juegan en contra de las mujeres.
Las publicaciones científicas tampoco se libran de los sesgos de género. Un estudio de hace dos años4 revisaba los títulos y resúmenes de más de 100.000 artículos sobre investigación clínica publicados entre 2002 y 2017. Los investigadores anotaban 25 términos con su significado positivo; se trata de expresiones como novedad, único, prometedor, favorable, excelente, destacado, etc.
En el 10,9% de los artículos firmados por mujeres aparecía al menos uno de estos 25 términos frente al 12,2% en el caso de hombres. Es decir, los hombres “venden” sus trabajos con mayor contundencia que las mujeres. Una consecuencia para la carrera de las científicas es que sus estudios atraen a menos lectores. Así, sus textos se leen menos, llegan a menos colegas y, de nuevo, esto afecta a su prestigio.
Conclusión
En la academia, se repiten todas las discriminaciones que suceden en cualquier otro ámbito. Para aquellas personas que pongan en duda la existencia de estos sesgos implícitos que todas y todos tenemos, les recomiendo realizar un Test de Asociación Implícita5. Puede sorprender el resultado obtenido. Pero creo que es la única manera de convencerse de que los estereotipos rigen nuestras decisiones y así, si realmente se desea, intentar cambiar.