Las violencias invisibles

NOS HEMOS ACOSTUMBRADO A VER EN LOS MEDIOS MUCHOS TITULARES donde la protagonista es la violencia de género, que asociamos casi de manera natural con las fatídicas muertes de más de 1.100 mujeres desde 2003 en España. Pero ¿qué ocurre con todas las otras formas de violencia que no aparecen en los medios?

Las muertes de esas mujeres son el fin de un ciclo de agresiones y maltratos que, en muchos casos, ignoramos por completo, pero que se producen a diario, durante semanas, meses y años. Es un proceso de dominación y ejercicio del poder de uno sobre la otra que empieza en silencio. La evidencia nos muestra que constantemente suceden historias de violencias invisibles, que no se cuentan en voz alta, pero que están ahí.

Las agresiones físicas son el aspecto visible de una violencia que comienza siempre mucho antes con las invisibles. Estas son un tipo de violencia sutil y, por lo tanto, cuando no se es consciente de ella, es más compleja de percibir o detectar, tanto por la propia víctima como por el universo de personas de su entorno, pero cuyas secuelas pueden ser irreparables o muy difíciles de tratar, por su daño y porque corroen la autoestima y la voluntad de las mujeres durante largo tiempo. Su objetivo no es otro que anular la voluntad de la persona agredida y volverla sumisa y manejable, porque así será más fácil de controlar y asegurar su dependencia casi absoluta del agresor.

Dentro de las violencias invisibles podemos encontrar tres formas o manifestaciones que son las más habituales y de las que apenas se habla en los medios de comunicación a pesar de su incidencia:

  1. La violencia psicológica y la emocional a menudo se disfrazan de cuidados y de protección, pero buscan humillar, despreciar, culpabilizar, ignorar, desvalorizar y chantajear como forma de dominación. Entre ellas se encuentran todas aquellas descalificaciones verbales, chantajes emocionales o gestos de desprecio, la falta de reconocimiento hacia la otra persona, etc. Generalmente comienzan en el ámbito de lo íntimo, de lo privado, pero luego se empiezan a repetir también en espacios públicos y sociales, especialmente cuando la persona agredida ya ha perdido herramientas para defenderse. Existen formas todavía más sutiles, pero no por ello menos violentas, como invisibilizar a la otra persona, infantilizarle, ridiculizarle…
  2. Las violencias económicas caracterizan por el control del acceso de las mujeres a los recursos económicos, imprescindibles para su independencia. Por ejemplo, se dan cuando el hombre da una asignación a la mujer para los gastos y, a la vez, le exige que justifique cada uno de ellos, creando esa situación de dependencia absoluta. Las manifestaciones más comunes en este apartado son la explotación económica (el hombre realiza grandes gastos sin el conocimiento de su pareja o no paga la parte que le corresponde para los gastos); y el sabotaje laboral, que se produce cuando el hombre no deja ir a trabajar a la mujer porque se tiene que quedar en casa a cargo de los cuidados o no le permite r a actos relacionados con su trabajo (cursos, promociones…). Una macroencuesta sobre Violencia contra la Mujer, realizada en 2019 por la Subdirección General de Sensibilización, Prevención y Estudios de la Violencia de Género entre mujeres mayores de 16 años en España, deja en evidencia que el 11,5% (2.350.684) ha sufrido violencia económica de alguna pareja o expareja en algún momento de su vida. Si atendemos a otros testimonios y artículos sobre el tema, muchas mujeres reconocen que el control económico comenzó al separarse, con manifestaciones prácticas como el pago irregular de las pensiones o directamente el impago, para que la persona agredida no pueda contar con una seguridad financiera.
  3. La violencia vicaria, cuya finalidad principal es la de causar el máximo daño posible a la mujer, es ejercida a través de terceras personas y las víctimas suelen ser menores de edad. No solo está presente en los asesinatos (39 casos de niños y niñas asesinadas desde 2013 hasta mayo de 2021, según datos oficiales de la Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género), sino que también se centra en el uso de hijos e hijas como instrumentos para evitar que la mujer se aleje del lado de su agresor, usando amenazas, coaccionando, hablando mal de la madre a sus hijos o hijas…Para frenar este tipo de violencias se hace imprescindible pasar de lo invisible a lo visible. Un dato que resulta alarmante de la macroencuesta mencionada es que el 50,7% de las mujeres que han sufrido violencia física, sexual o emocional de alguna pareja contaron lo sucedido a una amiga, el 36,2% a su madre, y el 25,4% a su hermana. El 22,1% no ha contado lo sucedido a ninguna persona de su entorno. ¡Hay que eliminar el estigma y sacar las historias a la luz!

Es necesario educar, concienciar y sensibilizar a toda la sociedad para ser conscientes de estas realidades; saber identificarlas y así proteger a las víctimas, empoderar a las mujeres para luchar contra el miedo y evitar que sigan sufriendo esta forma de maltrato que, además, suele ser la antesala de la violencia física.

La clave, como siempre, está en la prevención y una herramienta imprescindible es la educación. Por ello, desde CCOO llevamos tiempo trabajando en distintas campañas de visibilización de estas y otras problemáticas, porque creemos que es la única forma de sensibilizar a las nuevas generaciones en el respeto hacia las demás personas, tanto en sus relaciones sociales como en las de pareja, familia o amistades, con una base inapelable en la igualdad.

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Iria Antuña Domínguez

Secretaría de Mujer, Políticas de Igualdad y LGTBIQ+ de FECCOO