La comunicación es algo fundamental dentro de cada una de nuestras tareas, pero, por desgracia, en general, no solemos darle la importancia necesaria. El día a día y el tener que “apagar fuegos” continuamente deriva en que no podamos dedicar el tiempo necesario a la comunicación, pero debemos priorizar y entender que si no comunicamos lo que hacemos –y por qué o para qué lo hacemos–, nos penalizará mucho a medio y largo plazo.
Las personas con quienes trabajamos, representamos o colaboramos necesitan saber qué es lo que estamos haciendo, cuál es nuestra actividad principal. En primer lugar, para que se impliquen, y sobre todo para que sientan que estamos ahí en el día a día, algo que sin duda tendrá su efecto positivo en la percepción de nuestra labor y cuando sea necesario convocar a más gente para alguna tarea en particular. En el plano docente, por ejemplo, nos permitirá sensibilizar, motivar o animar la participación de nuestro alumnado y de toda la comunidad educativa.
Pensadlo al revés, si vuestro entorno no sabe lo que estáis haciendo, una mayoría pensará que no hacéis nada –la eterna mentira adquirida o heredada de que las y los docentes tienen mucho tiempo libre, por ejemplo–, y eso, queramos o no, tiene consecuencias en nuestro desempeño o a nivel emocional, porque no nos engañemos, siempre resulta difícil o muy cansado dar explicaciones al respecto. En cambio, si saben a lo que nos dedicamos en el día a día, la cosa cambia, y mucho.
Además, no podemos ignorar la importancia que tiene “ganar el relato” de lo que sucede. Es fundamental comunicar y explicar nuestras razones, nuestros objetivos, nuestros planes, nuestras iniciativas, para que la comunidad educativa se implique y se sienta partícipe del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Cómo comunicamos
Una vez vista la importancia de la comunicación dentro de nuestra actividad, tenemos que ver cómo la realizamos, cómo nos comunicamos. Lo cierto es que la comunicación ha avanzado y cambiado muchísimo en los últimos años, sobre todo tras la llegada de las redes sociales. Debemos modernizarnos y adaptarnos a esos cambios, pero sin dejar de lado las formas de comunicación que se venían usando desde antes: el tablón de anuncios, las octavillas, las asambleas…
Las “nuevas” formas de comunicación no sustituyen a las antiguas, sino que las complementan. Es el primer miedo que debemos dejar atrás. Lo que ya sabemos nos va a servir de base para todo lo que viene. Pero lo que sí es cierto es que las nuevas formas de comunicar han ganado muchísimo terreno.
También hay que tener en cuenta la diversidad de redes sociales que existen, que se pueden segmentar, por ejemplo, por la edad media de las personas usuarias a las que van destinadas o a las que más atraen: Instagram o TikTok suelen llamar la atención a personas más jóvenes; Facebook, a usuarios de algo más de edad; Twitter tiene de todas las edades, pero exige más inmediatez; WhatsApp o Telegram, una u otra la tiene prácticamente todo el mundo… Así, cada red tiene su análisis, su lenguaje, su estilo y su público.
Debemos analizar el perfil de destinatarios que tenemos en el día a día o en la acción específica que vamos a trabajar y establecer una estrategia, un plan de comunicación, que sea lo más efectivo posible, determinando y entendiendo qué medios utilizamos y cómo lo hacemos en cada caso. Un error común es pensar que un mensaje único o un estilo nos sirve en un entorno multiplataforma. A veces sí, pero muchas otras podemos estar errando la estrategia.
Realización
En nuestro plan de comunicación, en la parte de redes sociales, debería tener mucha importancia la realización y el uso de los videos, ya que estos se han vuelto el contenido estrella de todas las redes sociales. Pueden ser en vertical –el favorito de las personas más jóvenes– u horizontal, en un directo o un video editado, más o menos elaborado…
Partimos de que mucha gente cree que hacer video es algo muy complicado y que hacen falta unos medios técnicos muy caros, pero esto ya no es así. Ahora obtener unos resultados dignos está al alcance de todos y de todas gracias a los actuales smartphones y sus cámaras, y el abaratamiento de equipos como micrófonos o antorchas de luz. Eso, sumado a unas mínimas nociones técnicas básicas y de lenguaje audiovisual, permitirá a cualquier persona realizar contenido audiovisual para las redes sociales. Debemos perder el miedo a realizar videos, ya que con ellos podemos obtener tener grandes resultados, sobre todo en los tiempos que corren, y organizar actividades que no solo atraigan al alumnado, sino que les ofrezcan herramientas para su futuro y para comprender el alcance e impacto de lo que comparten en las redes sociales.
Eso sí, para realizar videos es necesario tener en cuenta dos cosas fundamentales:
1. Hacer una mínima inversión en medios técnicos si fuera posible: tener un móvil, un micrófono externo (de corbata o de ambiente), una antorcha de luz, un estabilizador para el móvil y un trípode.
2. Invertir algo de tiempo en pensar, planificar y guionizar el video que vamos a hacer.
Podemos hacer videos llamando a la acción (participar en algún acto o para una fecha determinada); informativos, explicativos (tutoriales de cómo hacer algo) o videos promocionales para recaudar dinero para una causa, entre otras opciones.
Lo importante es perderle miedo al formato y entender que no hacen falta grandes recursos para hacer realidad grandes proyectos. Sin miedo, ¡comuniquemos!