Terminas el Grado. Haces el máster porque es obligatorio para entrar en la carrera investigadora. También es importante esforzarse porque tienes que conocer al grupo de investigación con el que querrás trabajar y porque en las convocatorias predoctorales –esas a las que quieres optar y conseguir por el capricho de cobrar por lo que es un trabajo de manera efectiva– evalúan no solo la nota media con la que te has tenido que esforzar muchísimo cuatro años de tu vida, sino también la producción científica que has tenido antes de la tesis. Esforzarse pasa a ser sinónimo de trabajar gratis, una situación de explotación laboral que se ve legitimada bajo el mantra de la vocación y la romantización de la investigación: al menos hacemos lo que nos gusta.
Tienes varias opciones: trabajar gratis o bajo un contrato. Si lo haces gratis en investigación, tendrás que compaginarlo con un trabajo que te permita llegar a fin de mes, más las tareas de cuidados y reproductivas. Si lo haces bajo un contrato, gracias al EPIPF tienes las garantías mínimas, pero sigues cobrando un 44% menos de lo que deberías por estar en formación con salarios cercanos al mileurista. Defiendes la tesis y lo que te espera no es mucho mejor: 20 años de temporalidad e incertidumbre hasta la estabilización a los 40 como mínimo, de media. No existe un Estatuto del Personal de Investigación que establezca unos mínimos para todo el personal técnico, gestor e investigador. No existe un grupo M4 en el IV CUAGE que se equipare con el nivel del Doctorado. Te niegan la posibilidad de cobrar complementos salariales y hasta tendrás que luchar para que no te extraigan la cuota patronal de tu salario.
En realidad, tienes una tercera opción: la organización colectiva. Hablas con tus compañeras y descubres que los problemas no son individuales, sino comunes, estructurales. Organizáis asambleas y proponéis soluciones. Puede que las peticiones de una persona sean ignoradas, pero es más difícil cuando cien personas las comparten o las llevan a las calles y se hacen propias de la sociedad civil. Organizarse y sindicarse es importante porque se problematizan situaciones que hemos normalizado y se resuelven injusticias que nunca se deberían haber dado. Hacerlo es la única vía para mejorar nuestras condiciones laborales y tener una vida digna.