Soy mujer, africana y discapacitada

UN CENTRO ESPECIAL DE EMPLEO ES UNA EMPRESA cuyo objetivo es la integración laboral y social de las personas con discapacidad a través de una plantilla de trabajadores compuesta, como mínimo, de un 70% de personas con discapacidad.

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Hoy en día, este objetivo se ha desviado, convirtiéndose en compañía normalizada, como cualquier otra, con la única diferencia de que estos centros reciben subvenciones del Estado. A la hora de la verdad, hacemos el mismo trabajo que en cualquier otra empresa. Trabajamos 40 horas semanales. Nos exigen una producción diaria que cumplimos perfectamente y respondemos a todas las exigencias de los proveedores.

Con todos estos esfuerzos, en los Centros Especiales de Empleo se cobra el Salario Mínimo Interprofesional que exige el convenio. Esto me parece muy injusto. Las condiciones de trabajo son duras, ya que hablamos de gente con discapacidad, con un porcentaje mayor o menor, y a la hora de hacer sus tareas, exigen a las personas más capacitadas. Surgen problemas porque, al fin y al cabo, cobramos lo mismo.

Las mujeres son discriminadas de alguna forma en estos centros. Hay menos mujeres que hombres. Los ascensos son casi nulos, ninguna promoción. El papel de una mujer discapacitada en el ámbito sindicalista es muy difícil. Nos encontramos con muchas dificultades a la hora de negociar y pactar acuerdos con la compañía. En mi experiencia como presidenta de un comité de empresa, de los cerca de 200 trabajadores (el 80% con discapacidad intelectual), puedo asegurar que es muy difícil convencer a los compañeros. El impacto de la crisis ha sido brutal. Hace tres años pactamos unas medidas muy duras para conservar los puestos de trabajo y lo conseguimos gracias a este comité, liderado por una mujer, lo que nunca había ocurrido en la empresa desde hace más de 20 años. Luchamos por la igualdad en el centro y, sobre todo, nos hacemos respetar, ya que somos minoría.

Hablaré sobre mi experiencia. Soy mujer, africana y discapacitada. No ha sido fácil integrarme en la sociedad española. Llegué a España con 23 años, con otra cultura. En mi país las personas discapacitadas no tienen derechos, son discriminadas y sin recursos. Un ejemplo: un niño que nace con Síndrome de Down es considerado desde el primer día como un brujo o una boa que ha venido a amargar a toda la familia.

Por ese motivo, doy las gracias a este país que es España. No tengo mucho, pero soy feliz, querida y respetada, como una persona normal.

Siendo consciente de la situación de los discapacitados en mi país, he creado la asociación AMDA, que está relacionada con la ayuda a los discapacitados en África. Somos pocos socios y no podemos hacer mucho. Lo único ha sido acoger a cuatro familias, ayudándoles con medicinas y ropas usadas que nos donan algunos amigos.

Para concluir, ruego a los sindicatos que en la negociación de nuestro convenio trabajen para conseguir mejoras de los salarios y garantizar un porcentaje de promoción para las mujeres con discapacidad.

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Suzanne Melanou

Delegada de la Federación de Enseñanza en un centro especial de empleo de Zaragoza