Autorretrato educativo

EL MUSEO REINA SOFÍA ACABA DE INAUGURAR en el Palacio de Velázquez (en los jardines del Retiro) una retrospectiva sobre TETSUYA ISHIDA (1973-2005), pintor japonés en cuya obra está muy presente la crisis económica de su país a partir de 1991. Abarca los ocho años últimos de su trabajo artístico, cargada de testimonios amargos y satíricos sobre las consecuencias que acarreó en la vida social de sus conciudadanos.

TETSUYA ISHIDA

Prisionero, 1999

© Tetsuya Ishida, 2019

Los paralelismos con lo acontecido en España a partir de 2007 hacen de la reflexión artística de Ishida un potente revulsivo, digno de ser visto con calma en un momento de tanta perplejidad como la que suscitan las próximas elecciones a la mitad de los votantes españoles. Absténganse los muy convencidos de estar en el mejor de los mundos posibles o de tener la panacea que arregle todos los problemas, porque las escépticas imágenes que verán chocarán demasiado con su imaginario feliz. Lo que muestra Ishida, con unas dotes de hiperrealismo casi fotográfico en ocasiones, es un mundo de precariedad en que el ser humano ha sido metamorfoseado hacia la nulidad personal, mientras se convierte en un ser mecanizado, automatizado y comercializado, hibridado incluso con la maquinaria robotizada, la empresa industrial y los embalajes del comercio internacional. Todos nivelados en la pérdida de libertad y precarios, útiles para la mano invisible que mece el mercado.

Los referentes a Dostoievski, al nóbel Oé, al surrealismo kafkiano y tal vez a Orwell -en 1984, sobre todo-, nos sitúan ante una esquizofrenia sistémica controlada por un poder económico que subordina al Estado garante de derechos civiles. Ese “doble pensar” que se impone bajo apariencias constantes alerta, al tiempo, sobre algo que también a Orwell le preocupaba: “el totalitarismo, si no se combate, podría triunfar en cualquier parte”.

La exposición Autorretrato de otro estará abierta hasta el día ocho de septiembre. Las incómodas alusiones a la infancia y a la educación en las 70 obras expuestas son abundantes, especialmente inquietantes muchas de ellas para cuantos se ocupan o trabajan en el mundo educativo. Lo que Tetsuya Ishida ve son centros escolares como fábricas de “prisioneros”, con competencias estandarizadas, fordismo neotecnológico, personalidad manipulada y, sobre todo, cosificación interiorizada. Esta cruda muestra, poderosa en simbologías alienantes, puede ayudar a revisar muchas de las decisiones tomadas en España, especialmente desde 2011, pero también consensos legalizados desde la Transición, para simular un sistema educativo formalmente igual para todos y estructuralmente desigual para la mayoría.

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Manuel Menor

Profesor de Historia