Escrita y dirigida con especial sensibilidad por Fernando Bernués, la adaptación teatral de La casa de la llave está compuesta por tres mujeres, las tres Madas, que hablan sobre el dolor cotidiano que acompaña su trabajo. La autora del poemario original ha reconocido que había muchos momentos buenos también, con risas y juegos, pero tanto sus versos como el texto de la obra recogen lo más horrendo de la experiencia: la distancia afectiva como supervivencia personal, la reconstrucción de las vidas de las víctimas, el miedo como elemento común que toma muchas formas, colores y volúmenes. Y, sobre todo, la soledad y la ilusión de un juguete roto que tiene la esperanza de volver a ser libre.
A través de esas tres trabajadoras se desgrana un relato que impacta al espectador desde el minuto uno. Sus voces se transforman en las de mujeres que han sufrido violencia para contar sus experiencias, mostrar sus heridas y también sus fantasías amorosas con su agresor. Y refleja, además, ese conflicto interno y compartido con otras profesionales y – por qué no decirlo– con buena parte de la sociedad: son solamente víctimas o también son responsables. El trago amargo que deja ese pasaje muestra no solo la dificultad de comprender la dinámica perversa de las relaciones tóxicas y basadas en la violencia, sino también la revictimización de las mujeres como culpables de su destino por una sociedad que se muestra solidaria, pero que sigue perpetuando el origen de todo esto: el patriarcado.
Y las vivencias de las Madas tienen todos los matices: amor, humor, dolor, pasión, desgarro y tormento. Sobre todo, tienen humanidad, esa humanidad cotidiana y transparente, libre de juicios y prejuicios. A ratos, frágiles; después, irónicas; más tarde, iracundas, las actrices mantienen el tipo y el ritmo para contar esos pequeños retazos de historias de supervivientes con destinos diversos: la libertad o el regreso al terror. Instantes de las vidas de centenares de mujeres que tuvieron que recoger los pedazos de sus vidas para volver a pegarlos de la mejor manera posible.
En Madrid estarán hasta el domingo 6 de octubre en el Fernán Gómez, siempre acompañadas de la música en directo de Ainara LeGardon, quien, a base de acertados efectos sonoros, canciones y armonías, comparte su visión del encierro y el ambiente de esos lugares de acogida que, entre la frialdad y el calor del nuevo hogar, se transformaron en refugio para muchas mujeres y menores. El único lugar en el que, casi siempre, podían sentirse a salvo.
La casa de la llave
Viernes 4 y sábado 5 de octubre: 20:30 horas. Domingo 6 de octubre: 19:30 horas
Plaza de Colón, 4. Madrid
https://www.teatrofernangomez.es/actividades/la-casa-de-la-llave