Es el momento de que la enseñanza en el exterior, pero también la impartida en todos los centros educativos de nuestro país, aborde nuevos retos.
¿Cómo y cuándo enseñar en tiempos de pandemia? Por un lado, se precisarán cambios en nuestro modo de organizarnos. Los equipos docentes, así como los distintos órganos colegiados, tendrán que implementar nuevas herramientas y adoptar nuevos hábitos para seguir desarrollando sus funciones con calidad. La convivencia entre la docencia presencial y a distancia (blended learning) se hace imprescindible en los próximos meses, porque así lo requerirá la reducción de ratios para evitar los contagios. Por otro lado, se hace necesario revisar los actuales currículos y activar las metodologías más adecuadas a la nueva realidad. Una de nuestras primeras tareas debe ser la definición de los contenidos mínimos, el análisis de los criterios de selección y evaluación de los recursos digitales que emplearemos en cada materia y la concreción temporal del proceso de enseñanza-aprendizaje, aspectos fundamentales en la formación a distancia. Además, la coordinación de varios departamentos o materias, a través de la comisión de coordinación pedagógica, ha de servir para diseñar tareas, proyectos o desafíos integrados e interdisciplinares que nos permitan evaluar varias asignaturas a la vez, para lo cual las metodologías activas que favorezcan la interacción y motivación del alumnado serán nuestras aliadas.
Las funciones de la Inspección Educativa también deberán acomodarse al nuevo escenario. Sus funciones de asesoramiento, orientación y supervisión de la práctica docente se hacen imprescindibles en la nueva realidad digitalizada. Un seguimiento constante y cercano de las fortalezas y debilidades ayudará, sin duda, a establecer las mejores estrategias.
Debemos seguir planteándonos cómo afecta esta nueva forma de trabajar, expuestos a las pantallas de los ordenadores, a la salud del alumnado y del profesorado. Será necesario también regular horarios y períodos de descanso, programar la desinfección de las aulas, de los espacios comunes y una nueva organización de los servicios.
La puesta en marcha de las propuestas señaladas no puede dejarse en manos de la buena voluntad y capacidad de sacrificio de los docentes del exterior. Es responsabilidad de la Administración, y así lo exigimos, implementar los presupuestos necesarios para dar respuesta a viejas y nuevas necesidades. Solamente mejorando la inversión en educación podremos conseguir que nuestra sociedad sea, tras el Covid-19, más justa y equitativa. Debemos luchar para que ningún estudiante se quede atrás por culpa de esta inesperada y trágica pandemia.