Henar Rodríguez Navarro es profesora de la Facultad de Educación y Trabajo Social de la Universidad de Valladolid. Ha sido maestra en Castilla y León, y desde 2006 investiga sobre las principales temáticas que rodean a la escuela. Actualmente, estudia la relación entre el pensamiento docente y la toma de decisiones en la escuela, identificando las heurísticas de pensamiento, así como los sesgos docentes que tienen su repercusión en los procesos escolares, nutriendo un vínculo muy estrecho entre la actualización científica, la formación del profesorado y la acción escolar.
¿Cuál cree que son los temas sobre inclusión educativa más necesarios para reconstruir nuestro país?
España necesita dar un salto hacia el progreso de calidad en aspectos que sean capaces de unir la acción escolar con la investigación, siempre de la mano de políticas inclusivas que consigan llevar a todos los lugares tales avances.
Cuando hablo de calidad en educación, me refiero no solo a los temas que más interesan al profesorado (metodologías docentes, medidas para atender a la diversidad, aplicación de las nuevas tecnologías en las aulas, etc.), sino de aquellos aspectos que producen cambios estructurales, que se alejan de las modas del momento y modifican los pilares del funcionamiento social y escolar.
En concreto, a mí me parece que deberíamos hablar de una nueva ciencia con aplicaciones en el campo educativo, pero si seguimos hablando de áreas disciplinares, seguimos con una mirada muy parcial. Y las miradas superficiales o interesadas pueden producir catástrofes en el día a día.
¿A qué se refiere con la expresión de una nueva ciencia?
Es aquella que unifica los avances de todas aquellas disciplinas necesarias para luego ser aplicadas al campo de la educación. Es decir, se trata de romper con la vieja idea de defender un área disciplinar y pensar que todo se explica desde allí, sin caer en el oportunismo tentador que ofrece todo lo que es “nuevo”. Como en todos los aspectos de la vida, se trata de una cuestión de equilibrio y de mirada humilde (capaz de reconocer que algo nuestro no funciona) y global a la vez, que mire hacia el progreso, que no se quede atascada en intereses o seducciones que adelgazan el contenido.
Recientemente, leí con más profundidad el libro de Erik Kandel, En busca de la memoria, y me sirvió para abrir los ojos a las bases de la popular “neurociencia”. No era capaz de comprender muy bien la vinculación entre sus aportaciones académicas y sus acciones concretas en el campo escolar. Meterme inicialmente en este tema, sumado a las contribuciones de la Filosofía, de la Psicología de la Percepción, de la biología mental y por supuesto de las fuentes de las que bebí más intensamente –la Psicología Cultural y sus estudios Vygostkianos derivados–, me han permitido ir creando una trayectoria especializada en la enseñanza basada en el pensamiento. Y eso es lo que trasmito a mi alumnado en la Facultad de Educación de Valladolid y que aplico desde hace tres años en unos talleres de filosofía para niños y niñas en francés. Estos son como un laboratorio para mí, en ellos aprendo de los niños y niñas, aplico lo que voy estudiando, y voy creando y dando estilo a lo que me sirve para la práctica de esta denominada “nueva ciencia”.
Creo que es muy importante unir los hallazgos científicos a la acción escolar. Me encantaría formar parte de un equipo de transferencia del conocimiento, donde no se perdiera el aporte científico “limpio”, desde que nace hasta que llega a la escuela. Creo en una ciencia libre, humilde y ambiciosa a la vez, que sea capaz de llegar a los lugares donde más se necesita.
“En educación influye mucho el lugar donde se ponen los recursos económicos, porque de ello dependerán los resultados, pero hay muchas otras cosas que podemos hacer quienes no podemos tomar decisiones en la dirección económica del país”
Concretando un poco más, ¿cómo se ha ido creando y qué repercusiones concretas tiene la nueva ciencia en la educación desde un enfoque inclusivo?
Los primeros pasos empiezan en la década de 1960, cuando se unieron la filosofía y la psicología conductista, cuando se estudiaba la conducta humana simple con animales. En los años 70, la Psicología Cognitiva y lo que Eric Kandel denomina ciencia de la mente, se unió al estudio del cerebro, es decir, se formó la Neurociencia Cognitiva, aportando modelos biológicos para entender los procesos mentales. En los 80, esta creció mucho al conseguir imágenes sobre las áreas que se ponían en funcionamiento en el cerebro. En educación, esto servía para ver si algunas metodologías activaban áreas relacionadas con el aprendizaje, como la planificación, la organización espacio temporal, el control de impulsos, etc., lo que nos permitía saber qué aspectos concretos mejoraban los procesos de enseñanza y aprendizaje. Ya es un avance importante, porque se dio paso a la Biología Molecular de la Cognición, que ha permitido a los científicos estudiar cómo pensamos, cómo aprendemos, memorizamos y recordamos.
Hablando de la memoria, esta es la clave del aprendizaje. Quienes han dicho que en los currículos escolares no era necesario potenciar la memoria ni la cultura del esfuerzo, creo que no se han basado en el discurso de la ciencia. Eso sí, esfuerzo hacia una buena dirección, porque, si no, normal que las y los estudiantes no se quieran esforzar. Si no ven resultados de crecimiento personal y de aprendizaje en sus vidas diarias, no les compensará hacer ese esfuerzo tan grande.
¿Cómo podrían concretarse todos estos avances científicos en las aulas escolares?
La clave del avance es que este llegue a todos los lugares posibles y muchas veces, en educación al menos, no se trata de consumir grandes recursos económicos, sino de una buena formación de inicio, unida a la actitud y a la confianza, así como a la optimización de los recursos que hay. Evidentemente, en educación influye mucho el lugar donde se ponen los recursos económicos, porque de ello dependerán los resultados, pero hay muchas otras cosas que podemos hacer quienes no podemos tomar decisiones en la dirección económica del país. Es clave invertir en investigación científica y asegurar el impacto social de sus aportaciones, y la pandemia nos lo ha dejado bastante claro: equipos investigando sobre este virus tuvieron que dejar de hacerlo hace unos años porque ya no tenían fondos y dedicarse a otro tema. No existe continuidad en los procesos de investigación y, por tanto, tampoco profundización. Los contratos temporales de los investigadores, los bajos salarios, el imaginario popular de calle del científico como el ratón de biblioteca aburrido, no ayudan a mejorar la situación en nuestro país.
La educación es resultado de todo esto, puesto que por mucho que experimentemos en las aulas con las mejores tecnologías y metodologías docentes, si no acompaña un contexto de avance, de curiosidad, de impulso para aprender y mejorar lo que hacemos, caerá todo en saco roto. Tengo un convencimiento muy claro de que una de la formas de contribuir a este cambio tiene que ver con el trabajo sobre la construcción de pensamiento aplicado a la enseñanza, de imaginarios y de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Por eso trato de investigar sobre aspectos que no caducan y que van ofreciendo oportunidades de progreso en la educación. En concreto, uno de los temas específicos en los que trabajo tiene que ver con la identificación de los sesgos docentes existentes sobre la educación inclusiva y de género, y cómo influyen de forma directa en la toma de decisiones en la escuela.
¿En qué consisten los sesgos docentes y cómo se relacionan con los imaginarios y prejuicios existentes acerca de la interculturalidad o el género?
El tema de los prejuicios y estereotipos que rodean a la educación los considero claves para el funcionamiento inclusivo de los centros. Al fin y al cabo, son las personas las que generan los cambios y toman las decisiones dentro de las instituciones. De ahí que me parezcan importantes los estudios enfocados hacia el estudio de los sesgos que condicionan y limitan la educación, mediante el estudio de las heurísticas que explican el pensamiento docente. Específicamente, son claves los sesgos relacionados con la inclusión educativa: la interculturalidad, la discapacidad, el género, los vínculos afectivos. Los estereotipos que las y los docentes construimos en torno a estos temas condicionan una gran parte de la convivencia y del aprendizaje de las y los estudiantes.
Cada vez hay más estudios científicos que demuestran la importancia de la actitud para que las acciones dentro de las escuelas reviertan en los colectivos que más lo necesitan. Digamos que hay algunos estudios que se centran en la calidad de la educación y cómo conseguir mejores resultados, y otros que se encargan de que la educación llegue a través de las políticas públicas a los rincones donde más se necesita. Yo creo que ambos deben ir de la mano, es decir, queremos que se extiendan los mejores sistemas educativos y que de esa calidad se beneficie el alumnado gitano, el procedente de otras nacionalidades, niños y niñas con discapacidad…
“Habría que dotar de acceso tecnológico a quien no lo tiene y proporcionar mayor formación a familias y profesorado sobre la optimización de estos recursos”
¿Cuáles son los sesgos fundamentales respecto a la interculturalidad, el género y la inclusión educativa en general? ¿Qué ideas preconcebidas respecto a la diversidad cultural o interculturalidad cree que pueden tener más influencia en las acciones de los docentes en sus centros escolares?
Las ideas preconcebidas que están influyendo en las programaciones curriculares tienen mucho impacto cotidiano. Tanto en los planes de centro, en los programas de igualdad y de convivencia, así como en las acciones más micro que en el día a día afectan al profesorado. Considero clave que cada uno de nosotros y nosotras nos hagamos conscientes de cuáles son nuestros estereotipos que influyen en las interacciones y acciones escolares. Así, podemos encontrar algunos sesgos relacionados con la etnia, la religión, las familias, la diversidad sexual y de género, la discapacidad, con el alumnado migrante, etc.
Y respecto al género, ¿qué ideas pueden tener influencia en el profesorado? ¿Cree que necesita formación en estos temas?
Respecto al género, por supuesto que se necesita formación. Son importantes los contenidos que se seleccionan (como el significado del feminismo desde la literatura científica, las diversas corrientes, la relación de estas con los procesos históricos, los cambios sociales que se han producido respecto a los imaginarios, qué relación existe entre esos imaginarios y acciones concretas en las políticas públicas educativas, cómo la educación reproduce o transforma los imaginarios que sobre género tenemos todos y todas, etc.).
Además de esta formación más de contenido, podríamos decir que es clave trabajar de forma paralela la actitud hacia los demás, hacia quien va dirigida nuestra labor. Es decir, hacia el alumnado, entendido como una parte del sistema donde hay una estructura familiar, otra emocional del propio individuo y otra sociohistórica. Son importante las visiones sistémicas, donde se entiende al escolar dentro de esta red de influencias para explicar su desarrollo y su aprendizaje.
Los estereotipos o ideas preconcebidas de algunas prácticas escolares observadas respecto al género tienen que ver con las diferenciaciones que se hacen sobre gustos y habilidades (a ellas les gustan más los contenidos relacionados con lenguaje, artes o gimnasia rítmica; y a ellos, con matemáticas, mecánica o robótica), los momentos de recreo (que no son vistos como espacios educativos o en los cuales predominan las actividades deportivas), o aquellas que perpetúan creencias y sesgos erróneos sobre niñas y niños.
La pandemia ha puesto de manifiesto que tenemos a nuestra disposición una gran cantidad de herramientas tecnológicas, pero que, a nivel de Administración y de usuario hay muchas carencias, materiales y personales. ¿Qué podemos hacer para empezar a cambiar esta situación?
Leí un escrito interesante, en el que decía que esta situación ha puesto en evidencia tres brechas digitales (la económica, la de uso y la de formación): la primera, la diferencia entre el alumnado que dispone en su casa de tecnología suficiente y los que no la tienen. La segunda, los que disponen de ayuda para mejorar su uso; y la tercera, los que tienen a profesorado formado en nuevas tecnologías para saber sacarles provecho. En función de zonas geográficas y contextuales, unas brechas se hacen más presentes que otras.
Para solucionar esta situación habría que dotar de acceso tecnológico a quien no lo tiene y proporcionar mayor formación a familias y profesorado sobre la optimización de estos recursos. Por parte del profesorado, creo que se necesita un análisis profundo del uso de la tecnología educativa.
“Me encantaría formar parte de un equipo de transferencia del conocimiento, donde no se perdiera el aporte científico limpio, desde que nace hasta que llega a la escuela”
¿Cómo cree que las nuevas tecnologías pueden cambiar el panorama escolar?
La tecnología debe ponerse al servicio del bien común a través de un modelo didáctico que contemple este sistema o visión global del alumnado del que venimos hablando. Una propuesta es el enfoque de currículo basado en ciclos, donde se tenía en cuenta, en primer lugar, la percepción del tema, luego su representación e interpretación cognitiva, la identificación de los sesgos docentes y la transformación y aplicación al mundo social.
Es importante identificar cuáles son los sesgos de los docentes en cuanto a las nuevas tecnologías para poder incidir en la mejora y buen uso de estas. Algunas de estas ideas previas dejan entrever cierta resistencia al uso y aplicación de la tecnología en las aulas y en los procesos educativos, principalmente por desconocimiento y falta de formación, pero también hay una porción importante que las ve como una ayuda para mejorar la atención, la participación y la autonomía del alumnado. No obstante, lo realmente importante es ver la influencia de las ideas preconcebidas que puedan dañar nuestra práctica diaria en las escuelas y nuestras tomas de decisiones.
¿Está la respuesta en la superdotación de materiales o en la superformación de las personas?
Para dar formación tecnológica al profesorado debemos conocer cuáles son los imaginarios que tienen al respecto, si conocen o no la diversidad de herramientas que existen, si hay coherencia entre las herramientas disponibles y su finalidad educativa, las funcionalidades y utilidades que tienen cada uno de los instrumentos que van saliendo. Existen tantas variedades como realidades quieras crear en tu espacio escolar.
Los espacios virtuales generados con el Aprendizaje Ubicuo (Ubiquitous Learning) hacen un planteamiento revolucionario para la forma de concebir el aprendizaje, situándole no solo en el centro del aula escolar, sino que se amplía a cualquier lugar fuera o dentro de la escuela, es decir, en todos los sitios donde las y los estudiantes participan.
Y es que ahora con esta realidad en la que vivimos es evidente que van a tener mucha más presencia y que hay funcionamientos escolares que ya han cambiado, como, por ejemplo, el uso de plataformas virtuales donde organizar el contenido escolar, la comunicación e interacciones entre los iguales a través de Zoom, Meet, etc.
“Es importante identificar cuáles son los sesgos de los docentes en cuanto a las nuevas tecnologías para poder incidir en la mejora y buen uso de estas”
¿Cuáles son las tareas pendientes desde el Gobierno y la comunidad educativa?
Las administraciones deberían en este momento priorizar las necesidades tecnológicas de los centros educativos, no solo centrarse en tener ordenadores. España debe dar un salto y ponerse a la altura con otros países de Europa del Norte, proporcionar una buena formación, explicando las distintas herramientas existentes y su relación en función de la finalidad educativa, de la etapa escolar y de las necesidades del contexto, invirtiendo en formación dentro de los propios centros.
También habría que incidir en las conexiones a Internet en las zonas rurales, donde no existe la estructura suficiente y, por tanto, no hay nada que hacer. La gestión política en educación pasa por una ordenada y justa redistribución demográfica de los recursos, no solo en cantidad sino en calidad. Ahora más que nunca se ve cómo la distribución de las poblaciones aglomeradas son fuentes de catástrofe.
Los países más desarrollados donde mejor se ha llevado la pandemia son Finlandia, Dinamarca, Nueva Zelanda, Taiwán, Islandia, Noruega, Canadá y Alemania. Curiosamente, lugares donde la población y los colegios están distribuidos de forma homogénea con una planificación sostenible y no en función de dónde hay crecimiento económico; con democracias multipartidistas, con alto nivel de confianza pública en sus gobiernos y, curiosamente, muchos de ellos, gobernados por mujeres.
¿Qué debería cambiar o qué podemos hacer a corto plazo teniendo en cuenta que se podría volver a producir un confinamiento?
Aparte de lo que he dicho y de conocer bien las herramientas tecnológicas y sus posibilidades, una estrategia fácil de poner en marcha para empezar las clases es delimitar bien cuáles son los significados de los espacios virtuales y presenciales en el aprendizaje. Una vez se tenga claro el para qué de cada cosa, se ordenarán los contenidos concretos de forma lógica.
Así pues, los espacios virtuales tienen más posibilidades para los aprendizajes metacognitivos, para potenciar la comunicación entre la escuela y la familia, para desarrollar habilidades de organización y planificación del trabajo, etc. Sin embargo, en los momentos presenciales, en caso de que optemos por un modelo mixto, que es lo más probable, se podrán trabajar los temas afectivos, emocionales del aprendizaje, la comunicación e interacción entre alumnado, así como profundizar en contenidos específicos más concretos que requieran de mayor énfasis.
Como siempre, depende de las actitudes y voluntades de cada uno de nosotros y nosotras, y de nuestras acciones dentro de las instituciones en las que realicemos nuestra labor, el que esta pandemia sea un momento de cambio y avance o una oportunidad perdida.