HACE UNOS DÍAS, hablando con un joven de 17 años, me planteaba la presión a la que le sometía su grupo más cotidiano de iguales porque no expresaba ni exteriorizaba ninguna conducta celotípica con sus parejas. Amargamente me contaba cómo le afectaba e incluso le hacía dudar de su capacidad de amar el hecho de que no sintiese celos de sus amores, no le importase qué llevaban puesto, adónde iban o con quién y cuánto tiempo le dedicaban a él.