LA EDUCACIÓN DE PERSONAS ADULTAS (EPA) debe ser un instrumento de equidad social. En el origen de lo que hoy entendemos por EPA, allá por el comienzo de la revolución industrial, la educación de personas adultas surgió como una necesidad laboral y cultural de los trabajadores y trabajadoras, que se autoorganizaron y crearon espacios en los que, al término de la jornada laboral, se formaban y debatían sobre la actualidad.