Todavía no he podido salir de mi estupor ante la polémica generada por las manifestaciones del 8 de marzo. En Euskadi se habían celebrado, hasta el 3 de marzo, una manifestación cada dos horas y media. En decenas de ellas hemos sido convocantes, como movimiento feminista o como sindicato. Yo misma he convocado varias de ellas, algunas con otras organizaciones y sabiendo que serían numerosas, para eso se convocan. Las dudas suscitadas ante el 8M eran planteadas desde el paternalismo, como si nosotras no fuésemos capaces de manifestarnos sin poner en riesgo la salud propia y la colectiva.