Quienes, como yo, además, han tenido la experiencia de llegar al mundo y encontrarse con un hermano y una hermana en casa, habrán podido comprobar la forma en la que el entorno cercano les iba encauzando. Recuerdo cuando mi abuelo me enseñó a silbar. Mientras practicaba esa nueva destreza por la calle, escuchaba: “Oye, tú, las niñas no chiflan”. Mi inocencia era tal que pensaba que era la primera mujer que lo conseguía. ¿Y qué hacía yo? Silbaba más fuerte para hacerles ver que sí podíamos. Creo que a partir de ahí comenzó mi inquietud por comprobar que teníamos las mismas habilidades que los niños. A esas edades, si nos vestimos y peinamos igual, no hay diferencia, ¿por qué luego sí?
Ya ha llovido bastante desde entonces y la cosa ha variado poco en nuestra sociedad: las niñas siguen siendo relegadas al cuidado de muñecas mientras susurran, se desplazan poco y, si lo hacen, es para ir a comprar o pasear el carrito. Lo de la compra es buena opción porque al menos administramos el dinero, pero ¿quién lo gana?
Los niños, sin embargo, juegan a ser superhéroes que salvan el mundo, luchan, deciden, lideran. Parece que estos pequeñajos van a ser quienes emprendan y dirijan una empresa.
Las niñas portan delicadas cintas que les enlazan las mamás y algún papá habilidoso. Cintas que no deben desprenderse de nuestro cabello o vestido ni mucho menos ensuciarse. ¿Será por eso que todavía nos sorprende cruzarnos con una mujer conduciendo un camión o trabajando sobre el andamio? En el campo de la literatura infantil, estamos en las mismas: ¿cuántas protagonistas triunfadoras que no dependen de un hombre encontramos? Si sumamos a todo eso el trato que se nos da a las mujeres en los medios de comunicación, caeremos en la cuenta de que no estamos empoderadas de ninguna manera. Al contrario, somos flores delicadas que coqueteamos sin apenas movimiento ni voz esperando mimos y halagos de quien se nos acerque. ¡Basta!
Si queremos acabar con esta lacra hemos de erradicar los estereotipos de género para que las niñas y los niños experimenten todas las posibilidades a su alcance sin recibir influencias negativas al optar por una opción u otra. Podríamos conseguir así, con el paso del tiempo, conciliar en igualdad y que las causas que nos llevan ahora a la huelga del 8M dejen de existir.
Lectoras y lectores de la revista TE, hagamos recapacitar a la sociedad.
Situación de mi territorio: Navarra
En Navarra las mujeres cuentan con peores condiciones laborales: contratos temporales, jornadas de trabajo parciales y menor remuneración económica por su trabajo. Somos la tercera comunidad con mayor brecha salarial entre hombres y mujeres, cobrando las féminas un 28,42 % menos. La tasa de paro también es más alta y, si hablamos de jornadas parciales, la mitad de las navarras de esta forma contratada prefiere un trabajo a tiempo completo. A la otra mitad se lo impide la barrera de la conciliación familiar. En cuanto a planes de igualdad en las empresas, de las 28.700 que contabiliza la Seguridad Social, solo 91 están obligadas a disponer de uno. Por ello, CCOO ha propuesto una moción a los grupos parlamentarios para que empresas con más de 100 personas empleadas acuerden un plan de Igualdad y, siguiendo el ejemplo de Islandia, se apruebe una Ley de Igualdad salarial por parte del Gobierno de España. Además, CCOO ha presentado 11 propuestas al proceso de participación que abrió el Gobierno hace unos meses para aprobar una nueva Ley Foral de Igualdad y 15 medidas al Gobierno de España para fortalecer aspectos de otras leyes que inciden en la igualdad de género. Lo que tenemos claro es que hay que mejorar la situación de las mujeres en el mercado laboral transformando la realidad que estamos viviendo.
Ganando espacios en educación
Si bien la feminización en el sector educativo es considerable, a la hora de dirigir los centros la presencia de la mujer es menos evidente. En Navarra, aunque la cifra de directoras ha ascendido hasta casi un 64 %, la balanza sigue desequilibrada. ¿Por qué? En nuestra comunidad el puesto de dirección no está lo suficientemente remunerado ni reconocido. Si a ello le sumamos la burocracia que conlleva el proceso, nos encontramos que apenas hay docentes con voluntad para presentarse y mucho menos mujeres. El tiempo de dedicación es un aspecto clave si tenemos en cuenta que la mayoría de ellas realiza una doble jornada laboral (por desgracia se sigue priorizando más la conciliación familiar que la promoción profesional). Por otro lado, la falta de motivación y de autoestima al no valorarnos lo suficiente e incluso la desconfianza por dirigir el centro, hace rechazar la idea de convertirse en directoras a muchas mujeres capacitadas para ello. ¿Qué pasa cuándo lo consiguen? Algunas son criticadas por su alta capacidad de liderazgo, otras son menospreciadas en sus decisiones y una gran mayoría no desempeñan el cargo durante mucho tiempo.
Subiendo el escalafón en los niveles educativos, nos encontramos otra realidad. La presencia femenina disminuye considerablemente: 4 de cada 10 docentes en la universidad son mujeres y sólo un 22 % ocupan áreas científico-técnicas. En cuanto a cargos de responsabilidad, ellas representan el 21,6 % de las cátedras. Pese a que la Ley de Igualdad impone que haya paridad en los puestos por nombramiento, aquellos de responsabilidad (rectorado, decanato, dirección de departamento) se eligen por votación forjando la brecha definitiva. Desde que allá por 1982 en la UNED se eligiese a la granadina Elisa Pérez Vera como la primera rectora en España, han roto ese techo de cristal únicamente tres rectoras en la pública y seis en la Privada. Nos queda un largo camino por andar.
¿Por qué hacer huelga el 8M?
La huelga es necesaria para que la sociedad vea que no funciona sin nosotras. Si tanto nos menosprecian a la hora de darnos un empleo y un salario digno, si no podemos andar seguras por las calles, si nos maltratan y matan porque se creen con el derecho y nos ven como un objeto, si todavía muchas mujeres no se sienten capaces de luchar por lo que es suyo y por lo que merecen, si seguimos siendo invisibles y discriminadas en numerosos sectores profesionales y en los que estamos se nos infravalora… Hagamos huelga el 8M. Somos millones de mujeres dispuestas a conseguir la igualdad, vayamos a por todas. Que nadie mire a otro lado porque esta sociedad necesita reflexionar seriamente. Queremos que nos vean, nos valoren, nos aprecien, debemos hacernos notar en todas las esferas. “Silbemos, pues, por la igualdad” porque sabemos y debemos.