Pero también 40 años que no han pasado en balde, como se podrá comprobar en el recorrido documental que hemos realizado en el libro 40 años transformando la educación y que hemos condensado en este número de T.E., que también está de aniversario. A pesar de los déficits, hemos avanzado mucho. Se ha reforzado el derecho a la educación, se ha fortalecido y extendido la escuela pública (enormemente precaria a mediados de los años 70), se ha ampliado la educación obligatoria hasta los 16 años y se ha universalizado el ciclo 3/6 de la Educación Infantil, se han incrementado significativamente las plantillas y se ha producido la incorporación de nuevos profesionales para atender a las cambiantes demandas de la sociedad, se ha mejorado la formación y la cualificación de los y las profesionales del sistema educativo, se ha diversificado y ampliado la oferta de enseñanzas, se ha mejorado la Formación Profesional, ha aumentado el porcentaje de la cohorte de alumnado que cursa enseñanzas universitarias; la atención a la diversidad y la compensación de las desigualdades se han abierto paso como retos ineludibles para garantizar el derecho a la educación; la participación de la comunidad educativa en el gobierno de los centros ha avanzado notablemente… Muchos de estos logros están hoy en cuestión por mor de las políticas educativas del PP, contra las que luchamos desde la movilización y desde la propuesta alternativa.
40 años en los que la educación no ha conseguido consolidarse como una política de Estado. No ha sido posible la consecución de un acuerdo básico que preservara a nuestro sistema educativo de los vaivenes políticos, lo que ha redundado en una larga secuencia de leyes educativas que se han sucedido al ritmo de los cambios de color político del Gobierno. Tras la última reforma educativa, la aspiración de conseguir una educación de calidad con equidad, que nos ha animado a lo largo de nuestra historia, se aleja.
Tampoco ha sido posible garantizar un marco de financiación estable que aproximara nuestros niveles de inversión a los de los países de nuestro entorno, preservando, a la vez, al sistema educativo de los recortes en etapas de crisis.
El camino no ha sido fácil y CCOO ha sido siempre un referente en la lucha por la mejora de las condiciones laborales y retributivas de los/as trabajadores/as y de una educación de calidad con equidad
Aunque hemos conseguido importantes avances, queda también camino por recorrer en la dignificación de los trabajadores/as de la enseñanza. Hoy, como hace 40 años, seguimos apostando por un Estatuto Docente y por un Estatuto Universitario que regulen nuestra profesión y sean un instrumento de mejora de las condiciones laborales, a la vez que de la calidad del servicio público educativo.
El camino no ha sido fácil y CCOO ha sido siempre un referente en la lucha por la mejora de las condiciones laborales y retributivas de los/as trabajadores/as y de una educación de calidad con equidad.
Nada más aprobar la oposición, en 1985, me afilié a la Federación de Enseñanza de CCOO. La Federación ocupaba un par de despachos destartalados en la madrileña calle Lope de Vega. Laura me entregó el carnet y le puso el sello correspondiente a la primera cuota. Estas breves frases resumen dos acontecimientos que han marcado mi vida: el acceso a la docencia en la enseñanza pública no universitaria y la militancia en las CCOO de Enseñanza.
Desde entonces han pasado muchas cosas en la educación de nuestro país, pero podemos afirmar que CCOO ha estado presente en todas ellas, jugando un papel relevante. Somos, probablemente, la organización social más influyente del ámbito educativo. Y somos también la organización sindical que ha merecido el aval mayoritario de los/as trabajadores/as del sector durante los últimos 28 años.
Nacimos y crecimos remarcando nuestro carácter de clase y nuestra dimensión sociopolítica. Lo primero nos ha llevado a organizar a todos/as los/as trabajadores/as de la educación, alejándonos de las tentaciones corporativas. Lo segundo nos empuja a estar presentes en todos los debates educativos, desde la perspectiva de que la educación es un derecho que constituye uno de los pilares del Estado social.
Viví mi primera huelga en 1986. Nos oponíamos a una propuesta de carrera profesional jerarquizada en el marco de la negociación de un Estatuto Docente que no avanzaba. Desde entonces, son muchas las luchas y muchos los acuerdos conseguidos. No puedo dejar de citar la huelga de 1988, en la que el profesorado consiguió un importante avance en sus condiciones laborales y retributivas y que nos dio el impulso definitivo para ganar las elecciones sindicales de 1990. No olvidaré las intensas, masivas e interminables asambleas en el gimnasio del Ramiro de Maeztu, en las que me temblaban las piernas cuando salía a informar como representante de mi zona y en las que aprendí a valorar la enorme solvencia de los cuadros sindicales de las CCOO.
Hemos liderado algunos de los debates más relevantes en el ámbito educativo. La primera Iniciativa Legislativa Popular en llegar al Parlamento fue la nuestra “Por una Ley de Financiación del Sistema Educativo”, en la que exigíamos el 6% del PIB en inversión educativa. Hoy nadie puede dejar de reconocer que esa iniciativa puso en el centro del debate la financiación, cuestión por la que hoy tenemos que seguir luchando.
Ninguna cuestión que haya afectado al sistema educativo o a sus trabajadores/as nos ha sido ajena, pero quiero terminar poniendo en valor una iniciativa que enfatizaba la importancia del acuerdo: el documento de la Fundación Encuentro, en el que sindicatos de la enseñanza, organizaciones patronales, asociaciones de padres y madres de la escuela pública y de la concertada, y diversas entidades educativas, llegamos a una serie de acuerdos básicos en educación. Hoy, cuando el pacto educativo ha fracasado, conviene recordar al Gobierno que la educación debería ser una política de Estado antes que una política de partido, y que no se puede buscar el acuerdo sobre la base de una ley educativa que ha suscitado el rechazo de la mayoría de las fuerzas políticas y de la sociedad.
El sindicato es una construcción colectiva. Yo me siento orgulloso de trabajar con mis compañeros/as de las CCOO de la enseñanza pública, de la privada, de la universidad y del personal de servicios educativos y complementarios por más y mejor educación y por mejorar las condiciones de sus trabajadores/as. Desde la presión y la negociación, desde la propuesta, desde la movilización y los acuerdos.