Una de mis facetas más llamativas es la POBREZA INFANTIL. Según la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, “supone la causa principal de vulneración de los derechos de millones de niños y niñas en el mundo y obliga a considerarla una prioridad en la lucha contra la pobreza a nivel global”.
En el mundo, mil millones de niños y niñas (casi la mitad de la población infantil) viven en situación de pobreza, de los cuales, seiscientos millones viven en situación de pobreza extrema. Y no estoy sólo en países “pobres” o en guerra, no sólo cuando hay sequía o hambrunas, estoy siempre y en todas partes, en España también.
Según UNICEF, España es el tercer país de la Unión Europea en tasa de riesgo de pobreza, un 29,7% de sus menores están en esta situación, casi dos millones y medio. También es el tercer país que menos gasto público dedica a la protección social de familias e infancia en porcentaje del PIB (un 0,7% respecto a la media de un 1,7%, según la Unión Europea). En torno a un 85% no saldrán de esta situación si no se ponen en práctica, urgentemente, políticas claras y eficaces. Hasta ahora, sólo se han hecho tímidos avances, a todas luces insuficientes para hacer mella.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) alertan de que si no se hace nada, para 2030 habrá 167 millones de niños y niñas viviendo en situación de pobreza extrema y 60 millones de menores que no podrán acceder a la educación; además, se estima que de no poner en marcha los ODS, morirán 69 millones de niños y niñas menores de 5 años en menos de 15 años. El primero de ellos es “poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo”.
Sin duda, la educación es la herramienta más poderosa para romper el ciclo de transmisión de la pobreza de padres a hijos. Garantizar el éxito escolar de los niños y niñas en riesgo de pobreza o exclusión social es la mejor estrategia para asegurar su desarrollo, presente, su futuro.
Recientemente se ha creado el Alto Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil. Igual tengo que empezar a preocuparme.