Las mujeres hemos estado al frente de los servicios esenciales en los momentos más duros de 2020 y hemos sufrido, además, el exceso de carga laboral y emocional durante el confinamiento, con poco o nada reconocimiento. Nuevamente hemos demostrado que, en las peores situaciones, luchamos y salimos adelante, y en nuestro día, en nuestro 8 de marzo, nos lanzan un mensaje de desconfianza y ninguneo.
Huelga decir que entre nosotras hay muchas que decidieron no acudir por diversos motivos, pero esa no es la cuestión central. Una vez más, y esto no es nuevo para nosotras, la cuestión reside en nuestra capacidad de decidir lo que hacemos, sin tutelaje, sin paternalismo, porque somos capaces de cuidar de y entre nosotras mismas, estamos aprendiendo a hacerlo tan bien o mejor que los cuidados que dedicamos a otras personas, y lo nuestro nos cuesta.
Otro año más acudí a la manifestación del 8 de marzo por mí, por todas mis hermanas que no pudieron, y por las que decidieron que no acudir era más seguro. Por aquellas que aún no tienen claro esto del feminismo, y nuestros lemas del 8 de marzo terminan de animarlas y se sumarán el año que viene. Por las jóvenes, a quienes les debemos seguir haciendo camino, por las mayores, que nos lo mostraron a nosotras, por todas las que caminamos juntas.
En 2020 la pandemia ha sido una razón más, que se ha sumado al motivo que nos lleva cada año a las calles, el machismo que nos discrimina, oprime y asesina.