Nunca desistimos del poder transformador de la educación como motor de cambio, que en función de esos datos se preveía lento frente a las necesidades de las mujeres y la realidad social existente.
Como compromiso de trabajo y reivindicación en esta materia, nace la siguiente fase del proyecto, actualizando y visibilizando cómo ha sido su progreso en estos tres años. Nuestra intención es dar más pasos hacia la igualdad, y eso se consigue avanzando en estrategias claras para favorecer que las niñas y las jóvenes se animen a cursar estudios que las lleve a ámbitos hasta ahora muy minoritarios.
Hay que resaltar que, en estos tres años, aunque sabemos que no se han producido grandes cambios, sí ha existido una mayor conciencia social relacionada por la estela arrolladora de los feminismos, que ha sido capaz de situar en el centro la igualdad entre mujeres y hombres como una urgencia.
No podemos obviar la situación generada por la pandemia, que ha puesto de manifiesto las injusticias sociales y laborales que sufren las mujeres al llevar sobre sus hombros la responsabilidad de los cuidados hacia otras personas.
Con esta finalidad hemos puesto en marcha un grupo de desarrollo que trabajará sobre propuestas para cambiar estas inercias y está compuesto tanto por personas de la Federación de Enseñanza de CCOO como de la de Industria, y con otras de reconocido prestigio en dichos ámbitos.
Uno de los objetivos de esta segunda fase es “poner de manifiesto que la segregación ocupacional y sectorial tiene una estrecha correlación con la distribución educativa y formativa de las mujeres. Pese al avance educativo y profesional de las mujeres, persiste la desigualdad de oportunidades en el campo profesional y se mantiene la presencia masculina en los puestos directivos”, como presentaremos en nuestro adelanto el próximo 24 de febrero.
Es hora de tomar partido y dar impulso hacia la igualdad. La evolución de los datos presentados desde 2017 sigue mostrando diferencias significativas en la educación de chicas y chicos que ayudan a perpetuar los estereotipos de género. Las mujeres continúan eligiendo principalmente Bachillerato frente a Formación Profesional, y decantándose por estudios de Humanidades y Ciencias Sociales con más frecuencia que por los de Ciencia y Tecnología. Igualmente, prefieren las ramas profesionales sanitarias, cuidado e imagen, frente a aquellas que pueden tener salidas a empleos más valorados en la industria, por ejemplo, la tecnología, la inteligencia artificial o la programación informática.
En el anterior informe presentado había una importante diferencia con los países de la OCDE en relación con la escolarización en Programas de Formación Profesional. En España, solo un 34,4% de la población entre 15 y 19 años estudiaba estos programas (2014), mientras que el 65,6% lo hacía en Bachillerato, frente a los porcentajes en la OCDE de 47,8% y 52,2%, respectivamente.
Si bien en ese momento veíamos que una de las causas eran las escasas salidas laborales, las conclusiones eran contundentes al analizar las diferentes familias profesionales. Se pudo constatar entonces que las acciones para que las chicas elijan esas familias profesionales son prácticamente inexistentes, lo que promueve la reproducción automática en sus elecciones.
En la actualidad observamos una ligera subida del porcentaje de escolarización en la FP, el 35,8%, en cuanto a la escolarización en Bachillerato, que ahora baja al 64,2%. Además, existe un ligero aumento de la elección de las chicas tanto en FP como en Bachillerato, con respecto a los chicos.
Hemos analizado un sector tradicionalmente masculino como es el industrial, donde las mujeres están situadas en ocupaciones poco cualificadas y tienen una escasa presencia. La relación con la elección de las niñas y mujeres en cuanto a estudios y carreras definen cómo va a ser el futuro de nuestras jóvenes en las salidas laborales y pone de manifiesto de qué manera el sistema educativo actúa en la promoción de la igualdad.
En torno a los datos analizados, podemos vislumbrar un giro pausado hacia una mayor presencia en la modalidad de Ciencias y Tecnologías, tanto en el caso de mujeres como de hombres. La presencia de las mujeres se va incrementando progresivamente de 37,5% a 43,7% a lo largo de la pasada década. Induce a pensar que la insistencia sobre la importancia de las mujeres en las ciencias va surtiendo efecto en ellas, que empiezan a sentirse inclinadas a incorporarse en estos entornos profesionales, así como un proceso personal que les dota de mayor seguridad para encaminarse al desarrollo de profesiones altamente masculinizadas.
En cuanto a la Formación Profesional de Grado Medio, encontramos una clara segregación por sexo. Sigue existiendo una mayoritaria inclinación a la elección de las chicas en las familias profesionales típicamente feminizadas (Imagen personal, cuidados de otras personas, servicios…), frente a la elección hacia el sector industrial, tales como informática y comunicaciones, industrias extractivas, instalación y mantenimiento, por ejemplo.
Esta ligera mejora no se detecta en el ámbito de estudios universitarios ni tampoco en FP de Grado Superior. En el caso de las universidades, los datos son bastante estables: las más solicitadas son las Ciencias de la Salud, altamente feminizadas, frente a Ingeniería y Arquitectura, muy masculinizadas.
Esta mejoría es a todas luces muy insuficiente para dar un viraje a la segregación ocupacional por género, y la interiorización de los estereotipos sigue marcando la idea de cuáles son las futuras profesiones a las que aspiran las mujeres, dónde se ven con más claridad y rotundidad en su propio imaginario colectivo.
Para la Federación de Enseñanza, el trabajo dirigido hacia la orientación académica y profesional de los últimos cursos de la Educación Secundaria Obligatoria es vital para revertir esta situación. Teniendo en cuenta que el profesorado que desarrolla sus funciones en la orientación educativa sigue construyendo un entorno muy estereotipado, lleno aún de prejuicios, es imperioso el avance en una formación obligatoria de dichos y dichas profesionales que promueva la práctica educativa desde una concepción que rompa con esta lógica segregadora y se centre en el interés de cada persona, independientemente de su identidad sexual y/ o de género, quebrando estos estereotipos y saliendo de los roles preestablecidos socialmente para mujeres y hombres.
A pesar de esto, el aparato simbólico del sexismo y la desigualdad estructural se va construyendo desde el inicio de la vida educativa de las personas, por lo que abordar estas cuestiones que promuevan la seguridad, el empoderamiento y la elección solo vinculado a los gustos e inclinaciones de desarrollo individual se han de trabajar y abordar desde las etapas de atención educativa infantil.
La nueva legislación educativa y su transversalidad de contenido para la igualdad pueden suponer un avance significativo tras la anterior normativa, castrante y limitante tanto para niñas como para niños y, sobre todo, para quienes no se referencian en estos patrones binarios exclusivistas.
Si quienes leen este artículo desean conocer el análisis de la nueva ley sobre la perspectiva de género y la igualdad, pueden hacerlo en nuestra revista T.E. número 379. donde se ponen de manifiesto todas estas mejoras en materia de género.
En lo que respecta al proyecto Orienta, se incluyen tanto las mejoras en el ámbito de la orientación educativa como el impulso del acceso de las mujeres a las enseñanzas STEAM (son las siglas que identifican las disciplinas Science, Technology, Engineering, Art y Mathematics, es decir, ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas). Recientemente hemos firmado una alianza junto a más de cuarenta asociaciones y organizaciones sociales, civiles y educativas para el desarrollo de propuestas colectivas que garanticen el desarrollo de estrategias en el avance de las mujeres en profesiones que tienen una enorme capacidad de influencia.
La perspectiva de género, tan vapuleada e invisibilizada en todo el sistema educativo, se abre paso ahora en casi todos los apartados de la nueva ley. Toca ahora realizar un control férreo sobre la implementación de esta normativa que, aunque da un paso más, es insuficiente en relación con las reivindicaciones históricas sobre la inclusión, actuación y contenido concreto que aborde la historia de las mujeres, su desarrollo, su progresión y su contribución en todos los órdenes de la vida.
La formación inicial y permanente del profesorado, así como de todos los profesionales, los contenidos y desarrollos curriculares, la elección de los libros de texto en sus contenidos e imaginarios, la inclusión de la educación de la gestión de emociones, el desarrollo de los afectos, la creatividad y función coeducadora y el impulso de la orientación educativa pueden ser garantes del necesario cambio transformador de la educación, en un contexto en el que no responde para nada a las necesidades y emergencias sociales actuales.
Alguien podría preguntarse “¿y todo este esfuerzo para qué?”. Todo este cambio es necesario para garantizar la igualdad de oportunidades a nuestras próximas generaciones, promover que las mujeres puedan decidir qué modelo de vida construirse, independientemente de su género, identidad o expresión; cómo asegurarse un futuro para una vida emancipada, libre y vinculada solo a la búsqueda del bienestar individual saliendo de esta continua culpabilidad que ha socializado a las mujeres en este sistema desigual, patriarcal y segregador.
El aumento ocupacional segregado sigue siendo amplio y parece que perpetuable en la actualidad, y adelantando los datos recogidos en el informe del proyecto Orientadas hacia la igualdad, el porcentaje de mujeres en el sector servicios sigue siendo del 8% en 2020, en función de los datos de la EPA.
Si bien se observa que el aumento exponencial de las mujeres en sectores industriales está subiendo y esperamos que pueda mantenerse y consolidarse, tenemos la responsabilidad de hacer entender la necesidad de favorecer entornos libres de sexismo y desigualdad laboral.
Este cambio de tendencia tiene que ver también con el empujón creciente de la negociación de los planes de igualdad, la amplia movilización feminista de estos años, los cambios legislativos recientes que ponen el acento en situar la igualdad en el centro de las políticas en general. Por eso es tan importante garantizar el desarrollo adecuado y riguroso de la nueva ley educativa, que vaya fraguando generaciones de mujeres y hombres más libres, con menos condicionantes y menos limitaciones en sus creencias, ideas y opiniones, y con un espíritu más cooperativista y crítico con quienes siguen atrincherándose en cánones tradicionales de masculinidad y feminidad tóxica.
La parcialidad y la temporalidad siguen afectando mayoritariamente a las mujeres, la segregación ocupacional sigue hablando de qué estilo de vida están llevando ellas, con muchas trabajadoras incluso en situaciones de pobreza.
Todo este camino tiene un fin más que encomiable: abordar la eliminación de una vez por todas de la brecha salarial de las mujeres, que no será posible si seguimos inconsciente o conscientemente manteniendo y reproduciendo este sistema actual que solo trae sufrimiento.
La brecha en la actualidad ronda el 30%, a pesar de que existe una leve inclinación al alza. El salario medio anual de los hombres es de 26.783,19 euros mientras que el de las mujeres es de 21.011,89.
A pesar de los avances y la lucha llevada a cabo todos estos años, sobrevuelan tiempos de grandes cambios, necesidades complejas y demandas reales de una ciudadanía cada vez más exigente y, sobre todo, de la seguridad con la que las mujeres han decidido avanzar. No hay marcha atrás, solo nos queda la acción y la reivindicación, el trabajo común y colectivo para evolucionar.
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