Música y represión política. De la Alemania nazi a la España franquista
Enrique Téllez (editor y coordinador)
326 páginas. EdictOràlia Llibres i Publicacions (Valencia, 2021)
El primero es un trabajo de Juan José Olives sobre “Arnold Schönberg: de la Entartete Musik a Un Superviviente de Varsovia”; el segundo trata de “La música en los campos de concentración nazi según el testimonio de Jorge Semprún” que nos presenta Joan B. Llinares; en tercer lugar, Elsa Calero aborda la cuestión de “Regenerados y redimidos: perfiles de músicos en las cárceles franquistas (1939-1975). Eduardo Rincón: de preso a compositor” y, por último, Enrique Téllez presenta un largo y profundo ensayo sobre “Música y barbarie – Música contra la barbarie (1933-1945)”. El volumen se completa con obra gráfica sobre escenas de la barbarie firmadas y creadas por Isabel Bacardit.
El título general de la publicación, “Música y represión política. De la Alemania nazi a la España franquista”, dice mucho por sí solo y declara abiertamente por dónde van los tiros de este libro necesario y difícil. Ambos regímenes tienen diferencias, pero también paralelismos nacidos de ideas y estrategias hermanas. Este es un libro necesario, porque somos producto de nuestra historia, una historia que debemos conocer para saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. La historia es, como decía Cicerón, maestra de vida. La historia constituye esa experiencia imprescindible para la construcción de un mundo mejor y más justo. Lo queramos ver o no, el presente se cimenta en el pasado. Somos la luz que nace de aquellas sombras. Además, es un libro difícil, porque recupera la memoria de hechos dolorosos y pone ante nuestros ojos la crueldad y vileza que el ser humano puede llegar a ejercer.
Desde el punto de vista historiográfico el trabajo es impecable. A pesar de abordar una cuestión con tanta carga emocional, autores y autoras mantienen la distancia que la perspectiva académica requiere, sin hacer literatura y sin adjetivos. El relato desnudo tiene tal fuerza que cualquier acento retórico hubiera sido superfluo. Gracias a esa virtud, el texto brilla con una dolorosa lucidez que me hizo interrumpir la lectura en algunas ocasiones para tomar aire. He leído con tanto interés como aflicción estas páginas duras, amargas. La lectura se enriquece y cobra viveza con los ecos que, desde los pentagramas y letrillas, se hacen oír, con las voces de los relatos en primera persona, con las imágenes y documentos incluidos en el libro. El latido de las vidas que luchan y que se truncan se percibe entre el texto, las partituras y las fotografías. La barbarie es horrorosa, pero su vinculación con la música genera un contraste sobrecogedor, pues el arte es una de las manifestaciones más profundas de humanidad, empatía y bienestar. La música se entrelaza en este trabajo con la memoria del mal y del bien, con los cantos de la vida y de la muerte.