Un niño y una niña entraron junto a su abuelo. El niño distraído, el abuelo ojeando y la niña curiosa, interesada por las ilustraciones de todos los libros infantiles, se paró en uno, lo abrió y acarició cada página. No hablaba español, pero miraba atenta cada ilustración. Le regalé ese cuento cuando se marchaban y fueron unos segundos de felicidad lo que duró esa mirada intensa y brillante que me dedicó, pues su abuelo le quitó el cuento para dárselo a su hermano. Quise buscarla, intentando demostrar una especie de sororidad intergeneracional para regalarle otro, pero fue inútil.
Cuántas niñas, con un gesto o una palabra, van interiorizando la desigualdad, la injusticia, la discriminación y truncando sueños.
Como dice Carmen Heredero, se han dado cambios legislativos que establecen la igualdad formal entre los sexos, pero son insuficientes para la transformación de la realidad y el cambio de mentalidades fraguadas en siglos de opresión, ya que aún perviven múltiples mecanismos de desigualdad y discriminaciones relativas a una identidad de género o una sexualidad no normativa y demasiadas fobias hacia personas LGTBIQ+.
La igualdad no se opone a la diferencia y sí a la desigualdad. Hay que proteger las diferencias y diversidades, siguiendo a Félix Angulo en su discurso sobre las justicias escolares, conscientes de que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, y la escuela debe proteger y ofrecer al alumnado la oportunidad de vivir dignamente, ser respetado y reconocido con las peculiaridades lingüísticas, de género, de etnia, de creencias y no creencias, de hándicap o cualquier otra que cada persona aporta, y haya presencialidad de esa diversidad en la escuela.
El currículo debería dejar de tener un discurso hegemónico, patriarcal y etnocéntrico en una escuela que protege la diversidad, la equidad y la inclusión. Es deseable, como señala Ana de Miguel, que nuestro alumnado conozca la historia de la opresión de las mujeres que impidió ejercer sus derechos y disfrutar de otras posibilidades para sus vidas.
Necesitamos la diversidad humana, lingüística, epistemológica, como subraya también Boaventura de Sousa Santos. Y necesitamos tomar conciencia de que todo lo que decimos y hacemos en la escuela, y fuera de ella, favorece la construcción del discurso del odio y la exclusión, o bien de los afectos, la participación y la democracia. ¿Se atreve la escuela a construir ese cambio?