Uno de sus exponentes, quizás el más importante, es el climático. Y por eso utilizamos el símil del huracán perfecto. Hace años que en diversas situaciones adversas se utiliza la idea de una tormenta perfecta como aquella en la que se conjugan diversos elementos confluyentes para desatar consecuencias devastadoras. Pero, dada la magnitud y la envergadura de los factores que se aglutinan en estos momentos de crisis, podemos decir que más que una tormenta es un huracán perfecto, con un gran poder destructivo y de un alcance hasta ahora nunca visto por la humanidad.
Esta metáfora, o cuento, la utilizamos pensando en un ciclón o huracán, de gran envergadura, de categoría 5, circulando de manera inexorable hacia zonas costeras densamente habitadas en las que la población no parece percibir la inminente amenaza, se niegan a mirar arriba y al horizonte más cercano. Además, el problema se agudiza porque quien tiene la información del peligro se niega a hacerlo público, a divulgarlo, y aunque hay quien avisa, su voz es silenciada por las élites económicas y políticas que, situadas en un peligroso cortoplacismo y en una fe desmedida en la ayuda divina o en una proeza tecnológica para salvar la situación, no actúan cuando aún hay tiempo de evitar el desastre. Y el problema se acrecienta cuando lentamente ese huracán se acerca, alimentado por las aguas más cálidas y húmedas de los mares cercanos, y, finalmente, golpea la costa.
Lo mismo que los huracanes nacen en las zonas tropicales del Atlántico oriental, cerca de la costa africana, y gracias a la fuerza de los vientos se desplazan lentamente hacia el Caribe, haciéndose cada vez más grandes y poderosos, y por lo tanto más peligrosos y destructivos, con el calentamiento global ocurre otro tanto de lo mismo. Se ha ido gestando una bomba climática de relojería debido a las emisiones de CO2 que, poco a poco y a lo largo de los últimos dos siglos y medio, ha ido ganando fuerza y es ahora cuando empezamos a ver sus efectos destructivos.
Aun así, fue hace 50 años cuando el grupo de científicos que redactaron sus conclusiones en “Los límites del crecimiento”, y como suele ocurrir en estos casos, nadie hizo caso de sus certeras predicciones, fundamentadas científicamente, y ahora nos encontramos con que estamos viviendo el final de un proceso que se ha ido gestando desde el inicio de la Revolución Industrial. En aquel momento empezó la emisión de gases de efecto invernadero que se han ido acumulando a lo largo del tiempo, adquiriendo un potencial destructor cada vez mayor. Sus repercusiones las sufrirán nuestros hijos e hijas.
Ese momento de inflexión en el que ya es imposible parar los efectos generados por el cambio climático, porque ya no hay vuelta atrás y todo es irreversible, es el que estamos empezando a vivir ahora. Y, como en nuestro cuento, la sociedad espera un milagro, encontrándose, además, con una situación para la que no estaba preparada.
Sin ayuda para las personas damnificadas
Lo peor de todo no son los efectos destructores del huracán, sino el hecho de la imposibilidad de prestar ayuda a los damnificados porque, aunque hay medios de transporte, estos están paralizados por la falta de combustible y no hay otra alternativa energética para hacer frente al desastre ni recursos materiales que suministrar a las personas afectadas. Sin luz, sin agua, sin alimentos, con un clima alterado… así es como se pueden encontrar las sociedades modernas ante lo que se nos avecina. Frente a todo esto, la única solución es empezar a construir un mundo diferente para lograr la supervivencia del planeta. Esto puede ser un cuento, pero que podría hacerse realidad. La perfección del huracán no solo lo es por su poder destructivo, sino por la imposibilidad material, energética y de modelo social para hacerle frente y superarla. En esto, la educación es clave y fundamental.
Desde la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras (FECCOO) somos conscientes de esta dramática realidad y entendemos que es imperioso abordarla desde el ámbito educativo. Para FECCOO, esta emergencia climática es una cuestión que se debe afrontar con celeridad y con vigor, puesto que las consecuencias pueden ser dramáticas para las generaciones venideras. Y por eso es imprescindible enfrentar las causas que generan el cambio climático y buscar soluciones para sus consecuencias, tarea en la que la educación juega un papel primordial.
Nuestro alumnado debe conocer esta problemática y para ello es perentorio que este tipo de cuestiones se incorporen, no solo de manera transversal, sino específica, al currículo de todas las etapas educativas. Es una de las apuestas que hacemos desde FECCOO.