Otras conclusiones importantes de la encuesta se refieren a los grandes retos a los que se enfrenta el colectivo docente. Entre otros destacan la motivación del alumnado (76%), la gestión de sus emociones (61%) y la autonomía personal (60%), todos ellos de gran importancia si tenemos en cuenta el final del curso pasado y el inicio y desarrollo del nuevo.
Modelos
No es cierto que en España existan 17 sistemas educativos. Sí lo es que hay diferentes formas de afrontar los retos y que estas dependen de la ideología y la praxis política del partido gobernante en cada comunidad autónoma. En este sentido, las de Madrid y Valencia podrían ser dos ejemplos contrapuestos sobre dos formas distantes de plantearse el inicio del nuevo curso y su posterior desarrollo.
Tampoco es cierto que hayamos conseguido cumplir con los objetivos de inversión y los planes necesarios para garantizar a la comunidad educativa un inicio de curso con alguna esperanza de cambio en un escenario de riesgo y un futuro, a corto plazo, plagado de incertidumbres. Aquellos retos que preocupan al profesorado según la encuesta de la FAD no se terminan de corresponder con objetivos e inversiones visibles en los planes de acción de las administraciones educativas.
Hay que reconocer que hay gobiernos autonómicos que han puesto diálogo, acuerdo y recursos sobre la mesa, quizás no todos los necesarios, siendo el País Valencià un ejemplo de ello, mientras otros han dado la espalda a las comunidades educativas.
Y este desajuste entre la realidad y las preocupaciones, los deseos y los objetivos de la comunidad educativa, y las inversiones que reivindican, está teniendo efectos negativos en los millones de menores que se están descolgando de una educación digna, condicionando su aprendizaje. Según un estudio realizado por el Proyecto Atlántida, el 30% del alumnado no ha seguido, a distancia, el último semestre del curso pasado. En torno a 2.400.000 alumnos y alumnas han tenido una pérdida importante de aprendizaje durante la crisis sanitaria. El abandono virtual es producto de la desigualdad social existente ya antes de la crisis de la Covid-19, que no ha hecho sino mostrar la injusticia social y la desigualdad. La educación es un pilar fundamental en la reconstrucción social o una maquinaria de exclusión y desigualdad. En nuestras manos está la respuesta definitiva.