Tras el gran experimento involuntario de la educación en casa, la comunidad comienza el proceso de análisis y estrategia para abordar la nueva situación, y surgen preguntas tan sugerentes como: ¿da respuesta real al alumnado? ¿Estamos empleando los métodos y estrategias a nuestro alcance de manera eficiente e inteligente? ¿Es hora de liderar cambios significativos que sitúen a la educación como la herramienta socializadora más importante?
El coronavirus no ha hecho más que acelerar un cambio que venía produciéndose inevitablemente, como consecuencia de la transformación profunda a la que nos está llevando el uso de las nuevas tecnologías. En un futuro podremos contar que tuvimos la suerte de asistir al mayor cambio acaecido en el sector educativo y que fuimos parte activa de él; por eso, verlo como una oportunidad y no como una amenaza es una actitud que nos va a facilitar tener pragmatismo y capacidad crítica en nuestras decisiones.
Ahora, en nuestro presente, donde los cambios son rápidos, vertiginosos y recurrentes, notamos que el conocimiento académico comienza a tener menos peso frente a competencias, habilidades y destrezas que ayudan a desaprender y reaprender rápidamente; a crear desde la innovación, a utilizar el pensamiento lateral, a trabajar colaborativamente y a aceptar el error como parte vital del aprendizaje, en el cual nuestras herramientas y métodos tradicionales (que funcionaban en una sociedad que vivía a otro ritmo) dejan de servir.
Afrontar el reto
Como profesionales de la educación, nuestra responsabilidad es máxima con las generaciones que se encuentran en proceso de aprendizaje y preparación para ser ciudadanos y ciudadanas que puedan desempeñar competentemente un rol a futuro.
Por ello, nos vemos obligados a revisar nuestros métodos, nuestra práctica educativa y ajustarla al colectivo al que nos dirigimos. Esto, en realidad, es una constante en el perfil docente: el reciclaje, la revisión, el desaprendizaje y reaprendizaje o la adaptación.
Nos guste o no, las TIC han llegado hace tiempo para quedarse y poco a poco han transformado el mundo. En esta situación tenemos dos opciones: o las obviamos y seguimos como hasta ahora, con las consecuencias que esto tiene para las generaciones futuras; o afrontamos el reto, las analizamos y las utilizamos en beneficio de la sociedad y los individuos.
En un ejercicio de creatividad y pensamiento lateral, la comunidad educativa está comenzando a usar las tecnologías como herramientas, y a utilizarlas con madurez y criterio en su práctica docente. Hay, por tanto, una nueva cultura que se ha instalado en el colectivo docente, donde las nuevas generaciones cuestionan sus métodos e intentan realizar mejoras en ellos con un orientación clara a dar más protagonismo al alumnado en el aprendizaje.