En realidad, había sido mi amigo, un buen amigo, pero todo acabó el día en que fue acusado de abusar sexualmente de su hija menor de edad. Debo reconocer que me costó digerirlo y que no esperaba para nada un final tan repentino. Se me hizo bastante difícil dejar de tratar a alguien cercano.
Hubiera deseado hablar una última vez con él, para preguntarle si de verdad se sentía arrepentido de lo que había hecho, y de poderlo corroborar mirándole a los ojos y deducir si en realidad estaba siendo sincero o no. Esa última oportunidad de redimirse ante mí. De una forma u otra, supongo que eso habría sido una especie de alivio, al menos para mí.
Sigo con la ambigüedad de las sensaciones al respecto. Ya no le beneficiará la polémica ley del “solo sí es sí”. Se acabó el temor al día en que saliera en las noticias otro caso de reducción de condena que pudiera ser el suyo. Tampoco me alegro del fatal desenlace. No. Alegría no es la palabra. Ni tampoco se ha hecho justicia… o tal vez sí. Supongo que ese rechazo por parte de tu comunidad lleva implícita parte de la condena.
Pero ¿y qué hay de la víctima? ¿Sentimientos encontrados? Ella sí que debe tenerlos. Víctima y huérfana. Algunos incluso la tacharán de culpable de la desgracia de su padre. Ella, que no tiene culpa de nada. Quizá sea la única que, por un momento, podría haberse hecho la ilusión de que esa Ley, de la que todo el mundo habla, le hubiera devuelto a su padre antes de lo previsto. Y de repente, ya no sabrá más de él.
Yo quería hablar de la polémica norma, pero ya ven. Me inclino más por las personas que por las leyes. Las personas son el objeto de estas, para bien y para mal. Tratan de solucionar conflictos, castigar a las deudoras y compensar a las perjudicadas. Ese es el objetivo de la justicia. En este caso, no la veo por ningún lado, ni para el uno ni la otra.
Hacer una reflexión en profundidad sobre este tema tan actual es mi intención, sin entrar a valorar la eficacia o no del decreto. Porque cada vez que aparece en los medios un nuevo caso de reducción de condena a un violador nos quedamos con las estadísticas. Detrás de cada caso hay gente, familias y amigos que sufren en el anonimato.