Pigmalión a la francesa

LA RETÓRICA HA SIDO HISTÓRICAMENTE RELEGADA DE LOS PLANES DE ESTUDIO, a excepción de los países anglosajones, y hemos priorizado el aprendizaje de la escritura, pues consideramos que todo pensamiento debe estar fundamentado por escrito.

Distinto es el caso de un país como Francia, por citar un ejemplo, en el que la elocuencia y el arte noble de convencer parecen parte de su idiosincrasia, por lo que la aparición de una película como Una razón brillante tiene su razón de ser.

La cinta de Yvan Attal narra la relación entre Pierre Mazard, un profesor de Derecho de la prestigiosa Universidad Panthéon-Assas, radicada en el corazón de París, y Neïla Salah, su alumna recién matriculada que reside en el extrarradio de la capital. En su primer día en la Universidad, la joven es abroncada por su profesor, que la desprecia por su origen argelino. El triste espectáculo racista se hace viral y el decano de la facultad ofrece al profesor una vía de redención: preparar a la estudiante para el concurso de elocuencia interuniversitario. Mazard enseñará a Neïla cómo argumentar sus razones e imponer su criterio para convencer a la audiencia.

La relación entre ambos mudará del desprecio a una inesperada amistad basada en el respeto y aprendizaje mutuo, con la lucha de clases como subtexto. Este conflicto se halla latente no solo en la construcción de los personajes, sino también en la escenografía, pues la estudiante transita entre dos universos contrapuestos dentro de una misma ciudad: el barrio obrero donde creció y reside, y una imponente y marmórea facultad a la que tendrá que amoldarse. La apariencia es, de hecho, otra de las ideas clave. En una de sus clases magistrales con su pupila, Mazard le espeta: “¿de verdad cree que la manera en la que nos presentamos ante el mundo no importa? Todo cuenta, por tanto, a la hora de tener la razón”.

Nos encontramos ante una nueva puesta en escena del mito de Pigmalión de Ovidio, en esta ocasión bajo el prisma francés, y que honra desde sus créditos iniciales a su clase intelectual a través de imágenes de archivo de, entre otros, Claude Lévi-Strauss.

En un país en el que la extrema derecha xenófoba lleva tiempo amenazando con tomar el poder, que una película sitúe al lenguaje en el centro y lo muestre como una poderosa arma de concienciación sociopolítica supone un vigoroso mensaje y toda una declaración de intenciones. Por ello, dejaremos, en esta ocasión, que la típica dosis de chovinismo francés sea exonerada de toda culpa.

Últimos comentarios

  • Eloïse De la Peña

    Muy bonito artículo para una película maravillosa. Peto lo del chauvinismo francés sobra…

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Lorenzo Chedas Redondo

Delegado sindical de CCOO Ensino y periodista