CARMEN MANCHEÑO POTENCIANO, (Cuenca, 1963), médica del trabajo y máster en Prevención de Riesgos Laborales por la Universidad Autónoma de Madrid, actualmente es coordinadora de Salud Laboral en la Secretaría de Salud Laboral y Sostenibilidad Medio Ambiental de CCOO. Sus conocimientos los ha volcado en una larga y activa carrera en Comisiones Obreras, donde ingresó en 1988 como activista sindical y con dedicación completa desde 1997. Ha colaborado y publicado artículos vinculados a su quehacer en numerosos medios de comunicación, publicaciones universitarias y plataformas como Rebelion.org, Cuartopoder.es, Revista TE, Fundación 1° de Mayo, entre otras. Toda su experiencia ha sido clave en la redacción de leyes y en la construcción de prácticas de salud y seguridad que han beneficiado a trabajadores y trabajadoras en todas las CC. AA.
¿Cómo llegó al sindicato?
Desde que era estudiante de Medicina siempre había sido una médica un poco extraña. No me llamaba la atención el ámbito hospitalario o asistencial. Siempre me interesó mucho más el tema de la salud pública, los determinantes sociales que influyen para que la gente enferme, cómo nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, que responden a desigualdades en la distribución de la riqueza y de poder en el mundo. Así llegué a interesarme por la salud laboral y a especializarme en Medicina del Trabajo, que es la única especialidad que interpreta y busca las causas de la enfermedad en el entorno laboral donde se produce.
Cuando llegué al sindicato había trabajadores que me preguntaban si era médica “de verdad” y qué hacía en CCOO. En aquel momento era muy extraño que gente de determinados ámbitos estuviesen trabajando en Comisiones.
Hoy esta situación ha cambiado mucho. La prevención de riesgos y la defensa de la salud de la población trabajadora es un tema que tiene cada vez mayor relevancia en el sindicato. Yo estoy aquí porque me gusta, porque puedo aportar mi experiencia para la defensa de los derechos en salud de los trabajadores y de las trabajadoras. Y hacerlo desde el sindicalismo es fascinante, porque este te atrapa.
La disciplina específica de los riesgos psicosociales se ha ido actualizando, están un poco de moda. Pareciera que hay más espacio y más elementos nuevos que van dándole nuevos enfoques.
No son nuevos los enfoques. A mi juicio, la pandemia ha puesto en evidencia los problemas de salud mental de la población, porque se han intensificado. Hay sectores específicos, como el sanitario, el sociosanitario o la enseñanza, donde la pandemia ha sido un punto de inflexión en lo que se refiere a salud mental.
Lo que ocurre es que los factores de riesgo psicosociales son los grandes olvidados en las empresas, los menos evaluados y, por lo tanto, los peor gestionados. Pero esto no es casual. En general, las empresas y las administraciones públicas se resisten, porque intervenir sobre los riesgos psicosociales es hacerlo sobre las prácticas de gestión laboral, y siempre choca con el arraigado prejuicio de que la organización del trabajo es potestad única de la empresa, y porque la utilizan para precarizar nuestras condiciones de trabajo y de vida.
Una persona con síntomas de estrés, quemada o con problemas de salud mental nos trae a la cabeza los inicios de la revolución industrial o de mediados del siglo pasado en Estados Unidos, donde veíamos el capitalismo en su versión más dura. ¿Qué hay de real en ese prejuicio, si lo miramos desde la perspectiva de la crisis de salud mental que tenemos hoy?
Hablas de un paralelismo entre la época de la industrialización y la época actual. Las prácticas de gestión laboral han cambiado mucho en algunas partes, pero poco en otras. Hemos podido cambiar mucho, porque la participación de las y los trabajadores se ha instalado como un derecho fundamental y porque los representantes del sindicato en la empresa se dejan la piel todos los días en los centros de trabajo.
Pero lo cierto es que, si analizamos cómo los trabajadores y las trabajadoras se exponen a riesgos en el trabajo que les llevan a padecer problemas de salud mental, puede decirse que no está muy lejos de la realidad que vivían en la era del taylorismo y del fordismo. A pesar de que han pasado los años y han cambiado las tecnologías, la manera en la que los equipos directivos gestionan los recursos humanos no parece haberse modificado demasiado e, incluso, puede decirse que en la actualidad los incrementos de la productividad del trabajo dependen de su intensificación, igual que en la época del régimen fordista.
Evidentemente hay cambios sustanciales ligados, sobre todo, a los derechos a la salud y la seguridad de la población trabajadora. La Revolución Industrial fue un periodo marcado por condiciones laborales brutales, pero también fue un momento de resistencia y lucha, donde los trabajadores y las trabajadoras comenzaron a organizarse y a luchar por sus derechos. Esa lucha nos recuerda la importancia de la solidaridad y la acción colectiva en la búsqueda de la justicia laboral y social.
“La promoción de salud que no está basada en la prevención es totalmente ineficaz”
¿Está de acuerdo con quienes plantean que la moda de la promoción de la salud mental es una práctica superficial, con el concepto de mental washing, que no aborda adecuadamente el origen del problema?
La promoción de la salud y, en particular, de la salud mental es una herramienta que puede ser eficaz cuando se utiliza de forma adecuada. Hay que partir de la base de que, siempre previo a la realización de cualquier programa de promoción de la salud, las empresas deben haber cumplido con las obligaciones de la normativa de prevención de riesgos laborales y de una adecuada gestión de los riesgos.
En términos de promoción de la salud mental no podemos hacer programas de control del estrés si previamente no nos hemos ocupado de abordar las causas que lo provocan, si no hemos gestionado de forma adecuada los riesgos psicosociales. Como decía Mafalda: “¿Y si antes de empezar lo que hay que hacer, empezamos por lo que tendríamos que haber hecho?”. La promoción de la salud forma parte de un nuevo modelo, que amplía el campo de acción tradicional de la salud y seguridad en el trabajo, para incluir estrategias de bienestar laboral, no como sustitutivo, sino como un complemento del modelo de salud ocupacional.
Podemos hablar de la existencia de una clara jerarquía, cuya pauta es, primero, eliminar todo lo que puede generar daños a la salud, y solo entonces establecer programas de promoción de la salud, pero nunca sustituir la prevención por la promoción, pues esto sería hacer un lavado de cara que diluye la responsabilidad empresarial y deja indefensa a la población trabajadora.
Es decir, no puedes decirle a un trabajador o a una trabajadora: “te voy a pagar la cuota del gimnasio para que hagas ejercicio físico”, cuando se exponen a riesgos de trastornos musculoesqueléticos no resueltos en su entorno laboral. La promoción de salud que no está basada en la prevención es totalmente ineficaz.
Qué relación existe entre este tipo de acciones superficiales, el sistema capitalista, la libertad de acción con la que cuentan algunas empresas a nivel mundial y una insuficiente fiscalización del Estado.
A ver, yo creo que el conflicto entre capital y trabajo sigue estando aquí, no lo hemos superado. Desgraciadamente van tres pasos por delante de nosotros. Estamos siendo siempre reactivos. El mundo del capitalismo tiene muy clara su hoja de ruta y nosotros a veces nos despistamos, no sé muy bien por qué. Quizás porque somos más dispersos o porque estamos en diferentes espacios. Al final son tan fuertes esas raíces del capitalismo que llegan hasta aquí, que lo impregnan todo.
De repente la salud mental es un problema, que me lo ponen encima de la mesa, y como capitalista yo sé que lo es, no soy tonto. ¿Y por dónde lo desvío? Me voy al ámbito paternalista, de que yo te cuido, yo te quiero cuidar; pero, en realidad, te cuido desde un ámbito que no es mi responsabilidad. Desde el mundo de la empresa, si veo que para hacer promoción de salud mental tengo que dejar que intervengan los agentes sociales o las y los trabajadores en cómo yo organizo mi trabajo, ahí ya no lo voy a permitir. Entonces, como me he resistido a hacer evaluaciones de riesgos psicosociales, como no tengo disposición a cambiar mis prácticas de gestión laboral, desvío el tema hacia la promoción de la salud.
Tal vez es buena idea armar puntos de confluencia, pero se requieren miradas más estratégicas para poder confluir en algunas cosas que benefician a ambos.
Hay que tener en cuenta que, de todas formas, el poder lo tiene quien lo tiene, es evidente. El poder y los recursos. En el mundo en que vivimos, los medios de comunicación son fundamentales para generar sinergia, conductas o pensamientos. ¿Y quién tiene la capacidad de controlar eso? Es una guerra muy desigual, por eso la representación de las y los trabajadores y el sindicalismo son una forma de contrarrestar este desequilibrio entre el capital y el trabajo.
Dónde queda el colectivo, los sindicatos, los compañeros y compañeras de trabajo, los y las colegas, cuando las organizaciones asumen los problemas de salud mental como un asunto personal, cuando se dice que el problema es de cada uno.
Algo hemos hecho mal cuando en una empresa se asume eso, porque si con gente nuestra en empresas donde tengamos representación llegamos a ese punto, es que lo hemos hecho fatal. Cuando una persona trabajadora sale elegida como representante de las y los trabajadores, con funciones específicas en materia de prevención de riesgos laborales, entra en un proceso de capacitación sindical, para que recoja las necesidades e inquietudes de sus compañeros y compañeras, y les dé respuesta, peleando y negociando. Si me dices que en una empresa se ha llegado a eso que comentábamos, no hemos conseguido nuestro objetivo. Y si no tenemos representación, evidentemente nuestra capacidad de intervención es muy pequeña, más allá de que nos oigan en un podcast, en alguna declaración o que nos lean en algún artículo.
“Donde hay presencia sindical las condiciones de trabajo son mejores, los salarios más altos, se cumple más la normativa y se producen menos accidentes y enfermedades”
Es decir, ¿hay diferencia entre una empresa que tiene presencia sindical de la que no?
Por supuesto, existe una diferencia muy importante. Eso tiene un nombre y además está estudiado. El “efecto sindicato” se llama. Se ha constatado que donde hay presencia sindical las condiciones de trabajo son mejores, los salarios más altos, se cumple más la normativa y se producen menos accidentes y enfermedades. La presencia sindical consigue que se incorporen actividades preventivas para actuar contra un abanico más amplio de riesgos, es decir, se abarcan no solo los tradicionales riesgos de seguridad o los riesgos químicos más evidentes, sino también la organización del trabajo o la ergonomía. Podemos decir que los sindicatos salvan vidas.
El artículo 15 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales insta a las empresas a aplicar medidas de prevención para evitar riesgos, combatirlos en su origen, adaptar el trabajo a la persona y realizar actuaciones que antepongan la protección colectiva a la individual, entre otras. ¿Qué significa cada uno y en cuál de estos puntos existen mayores oportunidades de mejora?
Estos son los principios de la acción preventiva, el abc de la prevención. Primero, hay que evitar los riesgos. Es decir, si yo tengo un cable con el que me voy a tropezar todos los días, no hace falta que evalúe la probabilidad de caerme. Mejor evito el riesgo: quito el cable, lo anclo a la pared y se acabó el problema.
Una vez que eliminas todos aquellos riesgos identificados, lo que tienes que hacer es evaluar aquellos que no has podido evitar y, a partir de ahí, adoptar las medidas preventivas necesarias para eliminarlos. Pero además la norma es clara: aquí hay que anteponer las medidas colectivas a las individuales y dejar la utilización de los equipos de protección individual solo cuando sea imposible adoptar una protección colectiva eficaz o cuando exista un riesgo residual.
Las medidas colectivas son mucho más eficaces, pues si yo tengo una máquina que es muy ruidosa podría poner a las y los trabajadores unos auriculares de protección auditiva que, además de ser incómodos, solo atenúan una parte del ruido. Pero si esa máquina la aíslo y la insonorizo, se acaba el problema. Eso es combatir el riesgo en origen, porque así el impacto en la prevención es mucho mayor.
En el caso de los factores psicosociales es lo mismo, aunque no es tan sencillo de visualizar porque el origen del problema está en el trabajo, en cómo se organiza este, en el contenido y la realización, son condiciones presentes en una situación laboral que se pueden evaluar, pero que no son visibles.
Se trata de prevenir los riesgos en el origen cambiando las prácticas de gestión laboral. La solución no es dotar a la persona trabajadora de una capacidad de resiliencia tal que sea capaz de asumir el estrés que le estamos provocando. Yo no quiero trabajadores resilientes de base, quiero trabajadores resilientes solo si ya hemos gestionado los riesgos psicosociales y aún quedan situaciones de estrés que hay que mejorar.
Resumiendo, ¿ve en toda esta cadena de elementos dónde hay más opciones de mejora o no hay una en particular, sino que es el proceso completo?
Es el proceso. A medida que avanzamos en los principios de acción preventiva, estos van de mayor a menor eficacia. Hay que tener en cuenta la situación de partida en la empresa, pues las oportunidades de mejora van a estar en función de dónde partimos. Entonces los principios de acción preventiva son principios de eficacia. ¿Y dónde voy a conseguir mayor eficacia? Evitando el riesgo en origen.
En la enseñanza, la interacción con el alumnado no la vamos a poder evitar. Que tengas estudiantes más o menos problemáticos o con necesidades especiales no lo vas a poder cambiar, pero ¿cuál es la historia ahí? Lo colectivo. Es decir, que para hacer prevención hay que dotar de recursos al profesorado, para que esa realidad social con la que tiene que hacer el trabajo no tenga impacto en su salud.
¿Cuál ha sido la estrategia sindical en España para abordar estos asuntos? Véanse como respaldo los convenios colectivos a nivel sectorial, los acuerdos de diálogo, concertación social de niveles estatal o de comunidades autónomas, los acuerdos de empresas dentro o fuera en el ámbito de la salud laboral.
La prevención de los riesgos psicosociales sigue siendo lo que más nos cuesta a nivel de empresa, a pie de centro de trabajo, sobre todo porque existe una importante reticencia del empresariado. Pero, como he comentado antes, en la historia del sindicato, en relación con los riesgos psicosociales, hemos sido adalides de la necesidad de evaluarlos, prevenirlos y gestionarlos.
Sobre la capacidad que tenemos en CCOO de llevarlo a otros espacios diría que vamos creciendo. Por ejemplo, cada vez la negociación colectiva tiene más espacios relacionados con la salud en el trabajo y cada vez los factores psicosociales tienen más presencia dentro de esos espacios.
La parte del diálogo social y del compromiso de las administraciones son temas donde estamos siendo muy tenaces. Tanto en la Estrategia Europea como en la Española, que acabamos de firmar hace unos meses, los factores de riesgos psicosociales tienen una presencia muy importante. En todos y cada uno de los objetivos de la Estrategia Española los factores psicosociales tienen presencia, están transversalizados, lo que significa un avance muy importante.
“La solución no es dotar a la persona trabajadora de una capacidad de resiliencia tal que sea capaz de asumir el estrés que le estamos provocando”
Vivimos momentos complejos en España. Mientras se habla de un aumento de suicidio juvenil, derivado quizás de una epidemia de salud mental, vemos que los índices también son negativos en la población adulta o trabajadora. En el caso del profesorado, ¿cómo se aborda un escenario en el que algunos de los colectivos con mayor prevalencia de este tipo de enfermedades se encuentran diariamente en un salón de clases?
Poniendo focos, recursos y políticas. El problema de la enseñanza, primero, es que no se le está prestando la atención que merece. Necesariamente yo partiría por el tema de recursos. Me refiero a la necesidad de incorporar más profesionales, a disminuir las ratios y adaptarlas a las necesidades del alumnado, pero también me estoy refiriendo a dotar al profesorado de todos los recursos necesarios para que pueda dar respuesta a las nuevas necesidades que está encontrando en las aulas. Un o una docente tiene que estar pendiente, en determinadas edades, de signos de deterioro de la salud mental o incluso de ideaciones suicidas, pero ocurre que muchas veces no tienen formación para eso. Por ello es imprescindible contar con recursos para tener aulas donde el profesorado pueda trabajar en condiciones decentes y pueda hacer esa labor, no solo de transmisión de conocimiento, sino que de acompañamiento del crecimiento personal de su alumnado, y eso necesita tiempo y recursos. Que las administraciones pongan dinero y que dejen de primar la enseñanza privada, porque si se prima esta siempre es en detrimento de la enseñanza pública.
En el ámbito de la enseñanza, que es un sector ampliamente feminizado, hay una alta prevalencia de riesgo psicosociales. ¿Son estos una cuestión de género o es realmente la propia construcción de la sociedad la que favorece, de alguna manera, que sean ellas quienes sean diagnosticadas con mayor frecuencia o entre quien existe una mayor incidencia?
Existen, pero es un claro problema de género, vamos a partir de ahí. No es que las mujeres tengamos más tendencia a tener problemas de salud mental. La división sexual del trabajo genera una polarización del empleo femenino que hace que hombres y mujeres estemos en sectores diferentes, pero también en ocupaciones y tareas distintas. Esta segregación nos va dirigiendo a las mujeres a sectores donde la exposición a factores psicosociales es mucho más prevalente.
¿Dónde estamos las mujeres? En sectores donde seguimos o prolongamos aquellas tareas que la sociedad nos asigna en el ámbito privado: cuidamos, enseñamos, atendemos, protegemos. ¿Dónde están los hombres? En ámbitos de trabajo industrializado, de trabajo más técnico.
Si a esta realidad le sumamos el conflicto trabajo/familia, mayoritariamente sufrido por las mujeres, y las desigualdades de género existentes en la asistencia sanitaria, no es raro que tengamos una mayor prevalencia de trastornos mentales y un mayor consumo de psicofármacos.
¿De qué manera se pueden construir sinergias entre los requerimientos de salud mental en el ámbito educacional y las demandas sindicales, por ejemplo, respecto del tema de la ratio que tiene que ver con la carga de trabajo?
Los factores de riesgo psicosociales a los que están expuestos las y los docentes tienen su origen en cómo está organizado su trabajo. En este sentido es evidente que las cargas de trabajo tienen que ver con las ratios existentes en las aulas, pero también con el tipo de alumnado y los recursos que se ponen a disposición. Si todo esto no se tiene en cuenta, la salud mental del profesorado está en riesgo. Y es por esto por lo que nuestro sindicato, y concretamente la Federación de Enseñanza, lleva tiempo planteando demandas en este sentido.
El diálogo social y el trabajo sindical son dos factores indispensables para mejorar la prevención de riesgos laborales. ¿Cómo ha sido la respuesta desde el gobierno durante esta última legislatura y qué podemos esperar en los próximos cuatro años?
Desde el punto de vista de la salud y seguridad en el trabajo, no hemos tenido la respuesta que esperábamos. Es cierto que se han acometido cambios muy importantes en el marco de las relaciones laborales, como, por ejemplo, la recuperación de la prevalencia del convenio de sector frente al convenio de empresa, la limitación de la contratación temporal, la reglamentación del teletrabajo, la ley Rider, la subida del salario mínimo interprofesional, que van a tener un impacto indudable en la salud de la población trabajadora, especialmente en su salud mental. Pero tenemos la sensación de que no se le ha prestado la atención necesaria a trabajar en aspectos ya más concretos de la salud y la seguridad en el trabajo.
En los últimos dos años se abrió la negociación de la Estrategia Española, con objetivos ambiciosos que abordan las diferentes realidades y el impacto del trabajo en la salud de las personas trabajadoras, y donde los factores de riesgo psicosociales y la salud mental tienen un peso muy relevante. Ahora toca aterrizar todo en el recientemente aprobado plan de acción 2023-2024, que nos permitirá trasladar las líneas de actuación de la Estrategia a los centros de trabajo y a la población trabajadora. Pero a mí me hubiera gustado un poquito más de impulso político en las políticas activas en salud y seguridad en el trabajo. Yo entiendo que la Estrategia tiene que ser un punto de inflexión en el compromiso del Gobierno con la salud de la población trabajadora, pero…
Desde esa perspectiva, sacando la pandemia del escenario, lo que viene podría ser mejor si es que ya están de acuerdo, si ya está la voluntad…
Yo espero que sí, evidentemente, porque la Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo 2023-2027 es un documento de primer nivel que marca la hoja de ruta de las políticas públicas en prevención de riesgos laborales en los próximos 5 años, y que supone el marco para el compromiso y la colaboración entre las administraciones públicas y los interlocutores sociales, poniendo el foco en la salud en el trabajo.