Sin entender ni diferenciar correctamente ambos conceptos no es posible abordar las desigualdades de género, ya que la desigualdad no es algo innato en el ser humano, sino que es algo estructural y, todavía, sitúa a las mujeres en una posición inferior por el mero hecho de serlo.
Con esta premisa, resulta fundamental cambiar los constructos sociales, los papeles que socialmente asignamos a cada miembro de la sociedad, y esto solo es posible incorporando a todo lo que hacemos (estudios, medidas, propuestas…) una perspectiva de género, para darle la dimensión que necesita, comprendiendo y desarticulando esas presunciones y asignaciones arbitrarias, para así avanzar y lograr una igualdad efectiva y real entre hombres y mujeres.
A pesar de que, en muchas ocasiones, se tenga la percepción de que en el sector educativo y socioeducativo no existen desigualdades, estas están presentes, como en todos los demás sectores laborales y en todos los ámbitos sociales. Para empezar, es un sector altamente feminizado, puesto que desde siempre se ha pensado que la educación de nuestros y nuestras menores es cosa de mujeres, cosa que no ocurre tanto en nuestro alumnado de Formación Profesional o de la Universidad, donde vemos un sector masculinizado sobre todo en cargos de responsabilidad y con un mayor reconocimiento social. Los datos se pueden confirmar en las publicaciones realizadas por el Ministerio de Educación respecto al curso 2021-2022.
Esto es absolutamente relevante y pone de manifiesto la desigualdad de género muy marcada que todavía podemos encontrar y que, cómo no, conlleva diferencias salariales y de status, teniendo un importante impacto en la salud mental de las mujeres.
Riesgos psicosociales
El profesorado tiene que dar respuesta, diariamente, a las necesidades socioemocionales del alumnado y atender los requerimientos de las familias, lo que conlleva que el colectivo de los sectores educativos y socioeducativos sea uno de los más expuestos a factores de riesgo que afectan a la salud mental, y nos referimos especialmente a factores psicosociales.
Actualmente, el listado de los problemas de salud mental que se atribuyen a riesgos psicosociales de origen laboral es muy extenso, vinculados directamente con la depresión, la ansiedad, el estrés y muchas otras enfermedades.
Es evidente que las altas exigencias, el desequilibrio entre reconocimiento y esfuerzo, y el cada vez más bajo control sobre la tarea que realizamos, son factores de riesgo para la salud mental y física, dado que la alta exposición a riesgos psicosociales son la principal causa de deterioro de la salud de las personas que trabajan en el sector educativo y socioeducativo (altas exigencias psicológicas, mayor carga de trabajo por falta de recursos, dificultad para atender a alumnado con necesidades educativas diversas, falta de formación y tiempo para formación específica, bajo apoyo social, conflictos con alumnado y familias, etc.). Un ejemplo de ello es que el sector de la educación tiene la puntuación más baja en cuanto a la falta de tiempo suficiente para realizar su trabajo.
A pesar de la evidencia, la prevención de riesgos psicosociales no se traslada a los centros de trabajo, ni las administraciones públicas ni las empresas le dan la importancia necesaria en cuanto a la prevención de riesgos laborales, aunque es verdad que tras la pandemia han adquirido mayor relevancia, sobre todo por el especial aumento de sus efectos entre el personal educativo y, con mucha notoriedad, sobre menores, jóvenes y adolescentes.
Desigualdad y salud mental
Las desigualdades de género también están muy presentes en el ámbito de la salud mental, ya que son las mujeres las que sufrimos y, con más frecuencia, somos diagnosticadas de algún problema vinculado con los riesgos psicosociales y la salud mental (14% frente a un 7%). Esto tiene su explicación en varios factores:
- En la naturaleza propia de las mujeres existen diferencias biológicas como el sistema hormonal.
- Las condiciones de vida desiguales entre hombres y mujeres, que nos expone a peores condiciones de trabajo.
- Segregación del mercado laboral: mayor carga de trabajo doméstico y de cuidados, lo que impone a las mujeres responsabilidades y cargas afectivas y emocionales que obstaculizan el trabajo fuera del ámbito familiar. Cuando esto se da, la doble presencia supone una reducción del tiempo para el descanso, el desarrollo personal y la recuperación, incidiendo en una peor calidad de vida.
Todo esto se incrementa con la vivencia de la discriminación sexista, la menor presencia en espacios de toma de decisiones, la valoración desigual de mujeres y hombres, etc.
Por ello, se hace necesario disminuir las desigualdades de género y darle mayor importancia a la salud mental, convirtiendo la prevención, la evaluación y el tratamiento de los riesgos psicosociales en una de las máximas prioridades de cualquier plan o política de prevención de riesgos laborales.
Es más que evidente la necesidad de trabajar y atender la salud mental de todas las personas, ya que solo con una sociedad más justa, equitativa y con igualdad de oportunidades conseguiremos alcanzar una buena salud mental.