Avances desiguales

NOS ENCONTRAMOS ANTE LA NECESIDAD DE REFLEXIONAR SOBRE LA SITUACIÓN DOCENTE. Peleas, agresiones y ataques entre el alumnado y al profesorado abrieron telediarios en las primeras jornadas del curso escolar, dando un grito de alarma sobre algo que llevamos advirtiendo desde el sindicalismo de clase hace ya tiempo: el aumento de los riesgos psicosociales en el profesorado.

Pertenezco a una generación con suerte en este sentido, cuya maduración psicológica se ha llevado a cabo a través de herramientas y conceptos que personas como mi madre o mi padre no tenían a su alcance. Por eso, muchos análisis simplones caen en el error de señalar que nuestras generaciones son más débiles, se quejan más o llegan peor a las aulas. Deberíamos, al menos, conservar la sospecha de que puede que el alumnado siempre haya manejado estas cifras de afectación emocional, pero que nunca hayamos tenido tantas herramientas para identificarlo.

El problema aparece cuando este aumento de la demanda de alumnado con más necesidades de atención diferenciada no se corresponde con un aumento de la oferta de profesionales de la educación que los atienda. Sino que, por el contrario, asistimos a una disminución de recursos, por parte de los gobiernos autonómicos conservadores, que hace que dicho desajuste recaiga sobre las espaldas del profesorado.

Evidentemente, todo esto no afecta solamente a nuestro alumnado, sino que como sindicato hemos detectado ya que nuestras compañeras y compañeros de los centros educativos necesitan cada vez más ayuda de psicofármacos y terapia para poder combatir trastornos de ansiedad y/o depresión que tienen entre sus factores causantes el trabajo.

No será de extrañar que nuestras docentes más jóvenes sean especialmente vulnerables a esta problemática. En los másteres de educación no nos preparan para el nivel de trabajo que exige el primer inicio de curso con la LOMLOE, diseñando materiales, adaptando cada sesión a un perfil psicológico y físico determinado para un aula de 30 personas, y con tal cantidad de horas lectivas y de permanencia en el centro. Si a esto le sumamos la inestabilidad laboral de la interinidad y de las cambiantes convocatorias de oposiciones, debemos reconocer que estamos ante una situación inasumible para cualquier persona trabajadora.

Es urgente que busquemos soluciones colectivas. Es preciso que nos organicemos como clase en el sindicato, porque los efectos son individuales, pero la causa es colectiva. Y sí, como profesionales de la educación, también sufrimos la opresión del capitalismo salvaje, que amenaza la estabilidad de nuestro presente y futuro, que nos obliga a trabajar en condiciones indeseables y que nos impide ofrecer todo nuestro potencial al que es nuestro objetivo: educar a las personas que pasan por nuestras aulas para que tengan una vida plena, digna y feliz.

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Pau Garcia Orrit

Secretaría de Juventud de FECCOO