Ser joven y mujer. ¿Una excusa para el paternalismo?

CUANDO COMENZAMOS NUESTRA VIDA LABORAL, UNA VEZ FINALIZADA LA ESTUDIANTIL, NOS ENVUELVE UN HALO DE NOSTALGIA Y CIERTA ENVIDIA SANA HACIA AQUELLAS COMPAÑERAS QUE YA LLEVAN EN ESTA ETAPA CIERTO CAMINO RECORRIDO. Un aroma de aire fresco y energías renovadas. La mayoría de las personas jóvenes al acabar nuestra etapa educativa (si es que acaba en algún momento) estamos deseando trabajar y poner en práctica todo lo que sabemos; en definitiva, sentirnos realizadas.

Esta sinergia entre compañeras nos arropa y alienta a dar nuestros primeros pasos en lo que será un largo recorrido. Sin embargo, no se despierta ese mismo entusiasmo por parte de quienes están justamente en frente, más concretamente en la parte de quienes se convertirán en nuestros usuarios dentro de la ayuda a domicilio.

Puede que muchas y muchos os preguntéis porqué una persona que trabaja en el sector de la ayuda a domicilio escribe para una revista sobre educación. Bien, creo que un sistema estatal de cuidados es clave para mantener el Estado de bienestar; y, para que esto exista, para que de verdad se organice un sistema de cuidados, aún hay mucho que luchar.

Para empezar, es sabido que ya en el sistema educativo empezamos a ver las diferencias de la imposición social de los roles de género. Las mujeres a cuidar, a enseñar, a curar; y los hombres, a pensar o a producir. Esto tiene muchas consecuencias en la valoración de estos sectores de trabajo, tanto a nivel social como retributivo, por eso es clave que se combata a nivel sindical desde los sectores educativos.

Por otro lado, es necesaria una dignificación social hacia los sectores de cuidados, que, por supuesto, debe conllevar una retribución acorde a nuestras responsabilidades, no como ocurre actualmente. Pero no solo hablamos de eso. Hablamos también de valorar, desde los primeros momentos de nuestra vida hasta los últimos, que el Estado también nos cuida. Que pertenecer a un Estado con un sistema público de cuidados nos beneficia, y que participar de él tiene mucho valor y atractivo. Estoy segura de que mucha más gente joven querría trabajar en estos sectores si supiera que va a ser más valorada socialmente o que va a cobrar por encima del salario mínimo interprofesional (SMI).

Es más, en mi propia experiencia, ser joven, y además mujer, despierta en muchas ocasiones cierta desconfianza, en comparación con lo que pueden despertar en estos usuarios nuestras compañeras más veteranas. Y para entender esto es clave saber y entender que las personas con las que trabajamos provienen de una sociedad marcada por costumbres y vivencias claramente patriarcales, y a veces es difícil poder cambiarlas. Esto hace que nuestro sector sea poco atractivo para la gente más joven.

La realidad de la ayuda a domicilio

La ayuda a domicilio es un servicio que se ofrece principalmente a personas dependientes o que se encuentran en la etapa de la vejez, para llevar a cabo tareas de índole cotidiano dentro de su propio hogar, que, debido a limitaciones físicas, mentales o propias de la edad, no pueden llevar a cabo solas. Son tareas como la limpieza, la higiene personal, la preparación de comidas, la administración de medicamentos, las compras, etc. El objetivo de la ayuda a domicilio es que estas personas puedan seguir viviendo de forma independiente dentro de su hogar, con el apoyo del personal adecuado. Es decir, las y los profesionales de la ayuda a domicilio somos una pieza clave para el sistema social de cuidados.

La mayoría de los problemas con los que nos encontramos en el día a día de este trabajo, además de la desconfianza que tienen sobre nuestro trabajo por el mero hecho de ser jóvenes, es el rol que tienen interiorizado estos usuarios de las mujeres en los hogares y sus tareas a desempeñar dentro de ellos. A pesar de ser un sector laboral claramente feminizado, hay muchos hombres trabajando en él, y no son pocos los usuarios que no aceptan de ningún modo que sea un hombre el que desempeñe este trabajo, conllevando en muchas ocasiones a interponer quejas por escrito a la labor de coordinación del servicio: “solo una mujer sabe limpiar, no quiero un hombre en mi casa”.

Pero ¿qué pasa si el problema viene cuando nuestros jefes perpetúan o aceptan dichas quejas, e imponen obediencia ante esos cambios solo por motivo de género? Por desgracia, esto ocurre en la actualidad.

Estaríamos ante una clara discriminación hacia nuestros compañeros auxiliares. No puede haber un motivo tan discriminatorio como ese. La importancia de contar con una persona representante de las y los trabajadores también dentro de la ayuda a domicilio es clave para parar ciertas conductas que siguen dándose.

Del mismo modo, pertenecer a un sindicato de clase es algo sumamente importante en este sentido, porque representa una forma de unión y solidaridad entre las personas trabajadoras para defender sus derechos y mejorar las condiciones laborales. Pero nuestra tarea no se queda ahí. Sabemos que también debemos luchar colectivamente para superar estos estereotipos, blindar los derechos de los compañeros y compañeras, y visibilizar y dignificar nuestro trabajo.

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Elisa Abril Cereceo

Adjunta a la Secretaría de Enseñanza Privada y Servicios Socioeducativos en la Federación de Enseñanza de CCOO de Castilla y León