Las mujeres en el ámbito educativo andaluz

LA DESIGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES en Andalucía persiste y se ha acentuado en los últimos años como consecuencia de la crisis y la respuesta política a la misma.

Las políticas neoliberales –marcadas desde Europa– han puesto el foco en los recortes de gasto público y esto ha impactado en la potencialidad de las políticas públicas para promover la igualdad y, en concreto, la igualdad de género.

Sabemos que la brecha salarial es, junto al techo de cristal, uno «de los principales termómetros de la desigualdad de género en las sociedades desarrolladas» y, por tanto, las mujeres en el ámbito educativo tampoco se escapan de esta lacra social, en un sector altamente feminizado.

La brecha salarial de género disminuye en Andalucía un 0,4 %, según el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM). Pero lo cierto es que las mujeres cobran de media en la actualidad 5.875 euros menos al año que los hombres en Andalucía, y 6.161 euros menos a nivel nacional, según la última Encuesta de Estructura Salarial, publicada estos días por el Instituto Nacional de Estadística.

La reducción de fondos para la educación y su privatización están frenando el potencial de la misma como herramienta para la transformación social y la igualdad.

Por sectores, las mujeres dedican su labor en las universidades (49,77 %), seguido de la administración pública (28,54 %), las empresas (21,52 %) y, de forma simbólica, las entidades sin fines de lucro (0,17 %).

La incorporación creciente de las mujeres a todos los ámbitos de la educación, y también a la educación superior, refleja los avances producidos. El número de mujeres egresadas y altamente cualificadas es cada vez más elevado, pero el ritmo de inserción y promoción de estas mismas mujeres en el ámbito profesional o en el propio contexto universitario no se corresponde con este incremento, ni con su preparación.

Son muchos los informes y cifras que reflejan que, si bien el número de mujeres es más alto que el de hombres en muchos ámbitos de la universidad, su posición dista de ser igualitaria y refleja importantes desequilibrios en aspectos como el desarrollo de la trayectoria profesional, el acceso a la carrera académica, su presencia en los órganos de representación o la valoración de su trabajo académico. En el ámbito universitario, la presencia de mujeres disminuye progresivamente según se asciende en las posiciones.

 

Los datos de la vergüenza

Casi un 80 % de las mujeres investigan en el sector público, principalmente en las universidades. Solo un 20 % de mujeres son catedráticas, frente a un 80 % de hombres; más de la mitad del alumnado son mujeres. Lo mismo sucede en los puestos de liderazgo de los grupos de investigación, en el que las mujeres ocupan el 26 % y ellos, nuevamente, son las cabezas visibles con un 74 % de los puestos.

Hay más mujeres con estudios superiores que hombres y con mayor número de tesis doctorales aprobadas. Pero conforme se escala en jerarquía en la carrera investigadora y en los puestos de poder o de espacio público, empiezan las trabas a las mujeres investigadoras y caen las cifras (el “efecto tijera”).

El porcentaje de mujeres dedicadas al I+D en Andalucía es de un 41,4%, frente al 40,4% del conjunto de España, con 9.578 mujeres trabajando como investigadoras y técnicos y auxiliares de I+D.

Mientras que en la universidad se supera el 45 %, en el sector privado las mujeres apenas suponen una de cada tres personas dedicas a la investigación (el 29,4 %).

En cuanto a las áreas de investigación, las científicas andaluzas se “declinan” más por las ciencias exactas y naturales (24,6 %) y por las ingenierías (21,5 %), descendiendo la elección por las ciencias sociales y las humanidades (17,6% en ambos casos), y las ciencias de la salud (16,3 %). Respecto a las científicas que trabajan en la Administración, apuestan por áreas de ciencias de la salud en su mayoría, con un 65,5 % y tienen mucha menos presencia en las ciencias agrarias (17,6 %) y las ciencias sociales (6 %). En general, las mujeres universitarias andaluzas constituyen el 70,1 % en la rama de ciencias de la salud –vinculada estrechamente a su rol de cuidadora–.

Para las mujeres es más difícil seguir con su trayectoria profesional por diversos motivos, unos más evidentes, otros más sutiles: maternidad, estereotipos, falta de apoyo o de financiación, conciliación de la vida laboral y familiar, cuidados de mayores… Mientras que los hombres “siguen adquiriendo méritos”, las mujeres tienen que parar su carrera profesional.

Dentro de la enseñanza privada, la situación laboral para las mujeres es muy precaria, cumpliéndose el principio de que “cuanto más precario es el empleo, más mujeres hay empleadas en él”.

En el subsector de la Atención a la Discapacidad, la jerarquía de responsabilidad está ocupada por hombres que en un alto porcentaje ostentan puestos de gerencia y/u organización. Mientras, las cuidadoras y las categorías con peores retribuciones son copadas por las mujeres. Además, estos trabajos conllevan siempre un mayor esfuerzo físico, con gran desgaste para la salud de ellas, por lo que no se puede aducir (según el argumento patriarcal) que son puestos que tienen esta característica femenina por su propia naturaleza.

En el subsector de las Escuelas Infantiles no existe la figura masculina, siendo anecdótica su presencia. Y esto nos debe hacer reflexionar, porque la mayoría de la sociedad sigue relacionando esta etapa con los cuidados y la encasilla en el asistencial más que en el educativo. Por tanto, se naturaliza y piensan que el personal que tiene que estar al frente de la misma es una educadora.

Estas trabajadoras con unas largas jornadas y bajos sueldos son las que, paradójicamente, dan solución a la conciliación de otras mujeres y también posibilitan su incorporación al mundo laboral.

La conciliación se tiene que hacer en y desde el puesto de trabajo de los padres y madres y no en base a tener a los y las niñas más horas en las escuelas infantiles.

La sociedad hace que estas trabajadoras se vean explotadas por otras mujeres que las utilizan para poder trabajar. Es una visión diabólica y torticera de mujeres explotando a otras mujeres.

En Andalucía hay alrededor de 17.000 trabajadoras y trabajadores en los Servicios Educativos Externalizados, que son los que prestan servicios en la Consejería de Educación, donde las trabajadoras están contratadas por empresas privadas.

Estas trabajadoras se ocupan del servicio de limpieza en los centros, los servicios complementarios de Educación Infantil, el acompañamiento de transporte escolar, la atención y apoyo a la educación especial dentro de las aulas, actividades complementarias…

 

5 euros por hora

Es un sector feminizado en más de un 95 % que percibe unos salarios de unos 5 euros hora. Realiza unos trabajos esenciales para nuestra sociedad y, pese a ello, es despreciado por la propia Administración. Representa la feminización de la pobreza en la enseñanza, con unas jornadas partidas en varias fracciones de día y con unos contratos que rozan el fraude, pues son interrumpidos para asegurar a la empresa subcontratada que estas licitaciones obtengan lucro para el empresario, que restringe derechos a sus trabajadoras en cuanto a jornadas laborales, vacaciones, bajas y, por supuesto, salario.

Las condiciones laborales son nefastas, y los salarios de estas trabajadoras son escandalosamente bajos, y más si las comparamos con las trabajadoras de la misma categoría que dependen directamente de la Junta de Andalucía, por ejemplo las monitoras de educación especial o personal de limpieza.

Si en la Administración pública se permite estas barbaridades, ¿qué pasa en las empresas privadas, cuántos incumplimientos pueden llegar a realizar? Esa es la guerra constante de estos colectivos.

Desde los años noventa, las escuelas de primer ciclo de educación son concertadas y las empresas al cargo se caracterizan por un alto grado de precariedad. Por su parte, la Administración pública no incluye cláusulas sociales en los pliegos de condiciones de contratos con las mismas.

Debemos dar las gracias a tantas delegadas sindicales de estos sectores tan precarios, cuya tarea es muy ardua y, en general, a las de todos los sectores de la enseñanza por su constante trabajo diario en pro de las mejoras de las condiciones de trabajo y de la igualdad real.

Y por supuesto a todas las mujeres trabajadoras, por ser tan valientes y guerreras.

 

Huelga 8M

Por todo lo expuesto, y porque no debemos de olvidar a todas las mujeres víctimas de la violencia machista, este 8M es necesario que TODAS secundemos la huelga para exigir al Gobierno y a las empresas medidas reales y eficaces que palíen la discriminación hacia las mujeres.

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Carmen Guzmán Morgaz

Secretaría de Mujeres, Políticas de Igualdad-LGTBIQ y Política Social Federación de Enseñanza de CCOO de Andalucía