Sí, me dedico a causar daño a la gente de forma constante y duradera en el tiempo, pero soy tan sutil, que tardan en identificarme, con frecuencia ni siquiera la víctima me ve a la primera.
Puedo ser horizontal, entre personas con el mismo nivel, o puedo ser vertical: descendente (alguien de nivel superior hacia alguien de nivel jerárquico inferior) o ascendente (alguien de nivel inferior hacia alguien superior). Como veis, me adapto a todo. Hago daño psicológico, emocional, moral, mediante insultos más o menos velados, amenazas, humillaciones, menosprecios, aislamiento, críticas no constructivas, difusión de rumores, sobrecargo a mis víctimas de trabajo, o las dejo sin apenas tareas, les encargo ocupaciones muy por debajo de su capacidad y formación, o las dejo fuera de la toma de decisiones…
Las consecuencias sobre mis víctimas son muy variadas: estrés traumático, pérdida de autoestima, problemas metabólicos, trastornos del sueño, sentimientos de culpa, migrañas, depresión, ansiedad, incluso pueden llegar al suicidio o a sufrir problemas familiares, sociales y profesionales. Cualquier cosa por alcanzar mis objetivos: que la víctima abandone el trabajo sin necesidad de un despido, tener una plantilla sumisa y aumentar la productividad empeorando las condiciones laborales, alimentar mi ambición de poder, alcanzar un ascenso… A veces no tengo un objetivo concreto, solo la necesidad de manipular y dominar a otras personas.
En ocasiones, alguna víctima decide denunciar, pero no es fácil. En la mayoría de los casos callan para que no empeore su situación. Aquí el sindicato tiene un papel importante de asesoramiento y eso juega en mi contra, pero soy difícil de demostrar, no siempre hay mensajes de correo o teléfono, grabaciones, fotografías, actas, partes de baja médica o testigos… que, con frecuencia, son testigos mudos o cómplices, por el miedo que provoco al despido o a que la situación empeore.
¿Os suena eso de “me están haciendo la vida imposible”?, pues lo hago yo. Y seguiré haciéndolo, mientras los poderes económicos y la ambición campen a sus anchas, y mientras la desigualdad sea la norma, seguiré aprovechando la situación para perpetuarme. En realidad solo le temo a una cosa, lo único que podría hacerme desaparecer es la educación en valores. Pero, si es que alguna vez se consigue, tardará tiempo.