En este escenario, todo un conjunto de enfoques e ideas están surgiendo y están incidiendo directamente en nuestros centros. Algunas de estas teorías, modelos o enfoques, se aproximan más a ser estrategias, otras a ser modelos de aprendizaje o incluso paradigmas de pensamiento: conectivismo, clase invertida, aprendizaje por proyectos, aprendizaje adaptativo, design thinking educativo, gamificación o aprendizaje rizomático son algunas de ellas.
Si hacemos foco en nuestro sector y hacemos un análisis rápido de los elementos que más están empujando a ese cambio:
- La tecnología ha entrado en el aula a través de plataformas en línea, aplicaciones para dispositivos móviles, pizarras digitales, aplicaciones webs de apoyo, soluciones editoriales digitales, etc.
- La comunidad de docentes posee unas competencias digitales muy dispares. Igualmente, encontramos conviviendo en un mismo centro o universidad profesorado con métodos más tradicionales y otra porción con métodos más innovadores.
- También nos encontramos que fuera del aula existe una sociedad digitalizada. Esto hace que los espacios más tradicionales entren en conflicto y provoque desmotivación y, en muchos casos, frustración.
- Por último, la percepción que tienen los distintos líderes condiciona bastante crear una estrategia clara de país para afrontar el reto al cambio lo que provoca en muchos casos un inmovilismo que directamente afecta a la garantía de preparación de futuras generaciones a lo que se nos viene.
Es un momento de expansión y creación de pensamiento donde algunas prácticas quedarán en el olvido, otras sufrirán cambios y adaptaciones, y otras se convertirán en modelos claves o simplemente serán una moda pasajera. Pero lo más importante es que hoy tenemos una comunidad docente que experimenta, adapta modifica y testea estos nuevos modelos donde las herramientas digitales tienen un protagonismo especial. A todo esto es a lo que llamamos Pedagogías Emergentes (Adell y Castañeda, 2017).
Centrémonos ahora en el modelo educativo
Tradicionalmente, la educación formal se ha considerado un proceso que ocurría exclusivamente en las cuatro paredes que conformaban el aula o el centro educativo, y siempre se establecía una dicotomía entre la educación presencial y en línea, creando resistencias y argumentaciones para ver cuál era mejor o peor, o incluso, válida o no para el aprendizaje.
Considero esto una postura muy reduccionista y una visión sesgada de lo que es el proceso educativo, donde el protagonismo de la sociedad y el entorno juegan un papel fundamental. Motivados por la resistencia al cambio o por el interés de mantener un sistema que le permite estar en la zona de confort, la modalidad en línea ha tenido grandes detractores.
Todos somos conscientes de que los entornos digitales iban a llegar sin excepción. El caso es que, otra vez, la situación actual nos ha llevado a “implantarlos” obligatoriamente sin tener experiencia en estos modelos y de manera acelerada. Por un lado, esto es positivo, puesto que afrontamos el cambio, pero por otro, no estamos sistematizando y analizando su implantación, y esto es negativo para normalizar el cambio inevitable.
¿Tiene sentido distinguir hoy entre formación presencial y en línea? Bajo mi punto de vista, no. Actualmente, la educación tiene una parte de presencial y una digital, con las plataformas educativas, las apps, etc.
Hace tiempo, se hablaba de la modalidad blended learning como ese modelo que se encontraba a medio camino entre los dos y que se veía difícil de alcanzar. Hoy este modelo es posible. La tecnología, como consecuencia de la madurez de la sociedad y de otros factores como la presencia masiva de dispositivos móviles inteligentes, se ha democratizado, y esto ha permitido que ahora sea el momento de aplicar entornos híbridos de aprendizaje.
Para ello, metodologías tan importantes como la clase invertida o flipped classroom ayudan a encontrar un marco de aplicación donde el equilibrio entre ambos modelos está mediado y apoyado por la tecnología al servicio del docente.
En definitiva, hemos conseguido (aunque sea indirectamente) que los muros de la escuela dejen de ser infranqueables, que las cuatro paredes del aula se desdibujen y comenzamos a tender pasarelas de conexión directa con las familias, con otros entornos informales de aprendizaje (blogs, redes sociales, etc.) haciendo la educación más conectada, más social y más colaborativa.