La digitalización no es suficiente

SI NUEVE DE CADA DIEZ PADRES Y MADRES muestran su preocupación por la experiencia formativa en línea de sus hijas e hijos durante la pandemia, acusando también las carencias que los centros tuvieron para adoptar la digitalización de los contenidos, el nuevo curso presenta un desafío mayor: un retorno a las aulas con seguridad y, en paralelo, una previsión ante lo que pueda ocurrir en los meses del otoño-invierno europeo.

El dato que aporta una consultora tecnológica determina que la principal inquietud de las familias –aparte de los problemas técnicos para conectar e incluir a todo el alumnado, que ha evidenciado fuertemente la brecha existente– es el de la organización y evaluación del material didáctico. Según la encuesta de Vanadis Group, “el 83% de los educadores reconoce haber sufrido mucho estrés para adaptar su materia al formato digital”.

Para este curso, las editoriales asociadas a la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (ANELE) “han incrementado notablemente su oferta de contenidos y libros digitales un 28% con respecto al curso anterior”, según publicaban en nota de prensa. A la vez, recordaban que muchos libros de texto incluyen el acceso a otras actividades y materiales en Internet como complemento. ¿Dónde está la brecha entonces?

No son los libros

Quizás no esté en los libros, sino en la forma. Quizás exija una revolución más allá de pantallas táctiles o contenidos interactivos y digitalizados. La respuesta podría estar en el uso que se haga del soporte y de los materiales disponibles, pero también, y casi con mayor seguridad, en la manera de enseñar, de evaluar y de pensar la escuela en tiempos de coronavirus.

Claramente, las aulas y los espacios virtuales comparten cierta filosofía, pero su desarrollo, posibilidades y desafíos son muy diferentes. Y eso sin pensar en las limitaciones técnicas de conectividad y disponibilidad de equipamientos, los entornos físicos (las características particulares de los hogares de cada estudiante y cada docente), etc.

El entorno digital requiere de otras mediciones, de una forma de evaluar diferente, que entienda el concepto tradicional y permita adoptar uno nuevo que se ajuste a los requerimientos burocráticos, pero que sea capaz de valorar realmente otros aspectos y competencias además de los contenidos estandarizados.

Ha pasado con las máquinas de transparencias, las pizarras digitales y las presentaciones en Prezi… Si pretendemos que ellas sean reflejo y estandarte de las antiguas formas de enseñanza, quedarán apiladas en un rincón o apenas se aprovechará su potencial. Por el contrario, si realmente aprendemos a trabajar con contenidos digitalizados en entornos virtuales y replanteamos las dinámicas de aprendizaje, su control y su evaluación, podremos pretender estar a la altura de las demandas de las familias y superar las barreras que esta situación excepcional ha evidenciado.

Al final, la respuesta no la tiene un ebook ni una plataforma, sino la forma de convertir los materiales pasados a los desafíos presentes y futuros.

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