Los cuidados no llegan a las universidades

EN LOS CENTROS DE EDUCACIÓN SUPERIOR SE LLEVAN A CABO CAMBIOS IMPORTANTES, especialmente desde la tramitación de la Ley de la Ciencia y de la LOSU –planes de igualdad, protocolos contra el acoso laboral y sexual, la perspectiva de género transversal y específica, o la concreción en másteres en estudios de género–, pero no son estructurales.

Sin embargo, no se está modificando la estructura del sistema de investigación. Al respecto, ¿qué criterios se valoran para adjudicar contratos predoctorales y posdoctorales?, o ¿qué estándares son incluidos para continuar con la carrera académica?, ¿qué ritmos de vida hay que llevar para alcanzar esa meritocracia que esconde un androcentrismo blanco y cisheteropatriarcal que supuestamente no necesita de los cuidados, que se levanta cada mañana, se alimenta, compra y cocina desde el homo faber académico y economicus?

Lejos de lo idílico

La Universidad ya no es el idílico Parnaso de la estabilidad. Según datos de CCOO, la temporalidad alcanza el 40% en el sistema universitario español, que se ha convertido en una fábrica de precariado. Entran estudiantes y salen trabajadores y trabajadoras multitarea sin tiempo ni energía, situación causada por múltiples factores, entre los cuales, y simplificando mucho, encontramos la escasa inversión en I+D+I, la falta de convocatorias y de ofertas de empleo público que han provocado tasas altísimas de temporalidad, el desgaste por la continua negación de facto de las subidas salariales y de los trienios, que debemos recordarle a las universidades, puesto que tienen olvidos selectivos; y el agotamiento por tener que pelear por derechos laborales básicos, como la indemnización por finalización de contrato, lucha que se ha materializado en la nueva Ley de la Ciencia.

La Universidad no es idílica ni un lugar para la estabilización, ni está contribuyendo a crear espacios compartidos. Hay resistencias y resiliencias que se arrastran. La competitividad no es una práctica individual o elegida libremente por las personas investigadoras, sino resultado de una forma de concebir al conocimiento y a la propia institución. La Universidad supura masculinidad tóxica desde los cimientos de la estructura, acuciada por la consolidación de las dinámicas capitalistas neoliberales en todos los ámbitos y, con especial fuerza, en la producción científica.

Echad un vistazo al sistema de publicación científica, os aseguro que no tiene desperdicio. Este sistema favorece las dinámicas de héroes académicos con problemas de workaholic que están siempre disponibles para enviar un correo electrónico, para rellenar documentos de burocracia, o invertir tiempo en mirar si la revista tiene prestigio Q1 o Q2. Estas dinámicas masculinistas dificultan, cuando no imposibilitan, el trabajo en equipo y los cuidados, e incluso, hasta afiliarse a un sindicato. El mensaje de la Universidad es “afíliate contigo misma, cuídate tú solita. Pero cuídate rápido para seguir produciendo”.

Dinámicas poco saludables

La negación de cambios estructurales por parte de las universidades también está detrás de los datos sobre la salud mental de las personas investigadoras. La comunidad científica es uno de los colectivos más afectados y donde existen dinámicas de trabajo poco o nada saludables, perturbando a las más jóvenes. Cuanto más abajo en el escalafón académico, más precariedad material y emocional. Diversos estudios revelan que en los primeros años de carrera científica hay una probabilidad seis veces mayor de padecer trastornos psicológicos comparado con el resto de la población, especialmente ansiedad y depresión. Entre las causas identificadas están la dificultad para conciliar la vida laboral y personal, la movilidad, los contratos temporales, el aislamiento social, la alta competitividad y la presión por publicar en revistas de alto impacto.

Este panorama se ve agudizado cuando hablamos de las investigadoras y de todas aquellas personas que se alejan de la heteronorma. Según datos de CCOO, la reducción de jornada es abrumadoramente superior en el caso de las mujeres que de los hombres. Las investigadoras ven afectada su carrera científica por la falta de corresponsabilidad masculina y de las instituciones, viéndose obligadas a elegir entre vida privada, promoción profesional o un daño constante hacia nuestros cuerpos al no respetar los tiempos para los (auto)cuidados. ¿Qué mujer, en el mundo actual, puede tener una disponibilidad completa para la Universidad? ¿Es esto deseable?

Hasta hace unos meses, la normativa universitaria española penalizaba a quienes se acogían a permisos por nacimiento de hijas o hijos prematuros u hospitalizados, por cuidado de menores o personas dependientes, así como por razones de conciliación. Desde CCOO se ha reivindicado su inclusión y parece que en la nueva Ley de la Ciencia se va a contemplar.

Pero si de verdad queremos cambios estructurales y de gran alcance, tenemos que preguntarnos desde qué lógicas y prácticas estamos haciendo Universidad. ¿O seguimos queriendo ir a un congreso con un bebé bajo el brazo, sin salas de lactancia, sin espacios para la crianza y con horarios imposibles para la conciliación, adelantando, si eres predoctoral, el dinero y deseando que no tarden demasiado en reembolsarte las cantidades, en muchas ocasiones, desorbitadas para un salario que roza el mínimo interprofesional?

Hagamos, entre todas y todos, que los cuidados entren en las universidades.

Escribir comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Autoría

Imagen del autor

Alba Polo Artal

Investigadora predoctoral