30 años de evolución de los riesgos psicosociales

TENGO EN LA MEMORIA EL EJEMPLAR DE LA REVISTA T.E. NÚMERO 157, DE NOVIEMBRE DE 1994, DEDICADO A LA SALUD LABORAL. Una revista que en su momento me sirvió de guía para ser consciente de los importantes riesgos a los que se enfrentan las y los docentes, en concreto, pero también de las trabajadoras y los trabajadores que, desarrollando otras actividades, también comparten el mismo espacio laboral.

Casi treinta años más tarde aún seguimos conviviendo con muchos de los riesgos que recogía aquel T.E. y, en mi opinión, ello tiene que ver con la falta de una penetración clara, en el sector educativo, de la cultura de la prevención. Es verdad que en el panorama actual de la prevención de riesgos laborales, lejos de avanzar en calidad y eficiencia, esta se ha visto abocada a un “mercado competitivo” como consecuencia de modificaciones legislativas, relacionadas con las leyes de libre mercado, y de la competencia que el PP impuso en su reforma laboral de 2012, y que aún no han sido cambiadas, y también de los continuos esfuerzos de los gobiernos de ese partido por privatizar la enseñanza.

La cultura de la prevención y la educación en hábitos saludables de consumo, de alimentación, de ejercicio físico, de autocontrol para el desarrollo personal, entre otras, debería encajar en los currículos que se imparten en las aulas, modulando sus contenidos según su edad y ciclo de enseñanza. Cuanto más jóvenes, los conceptos se asumen mucho mejor.

Recuerdo también de aquella revista que recogía algunas patologías novedosas, pero que se han convertido en cotidianas. Me refiero a las relacionadas con riesgos psicosociales, que tienen que ver con la presión, la organización del trabajo, los recursos para desarrollar la actividad o el tiempo, circunstancias que determinan la posibilidad de sufrir un determinado daño derivado del trabajo, como estrés, burnout o mobbing, agravados por la sobrecarga de trabajo, la baja remuneración, las malas relaciones interpersonales, deficiente comunicación dentro del contexto laboral y la desvalorización de su función social. No debemos dejar de demandar la necesidad de que estas condiciones de trabajo sean evaluadas y establecer las medidas preventivas acertadas para evitar el daño.

Pero siguen apareciendo riesgos nuevos, el último relacionado con las altas temperaturas derivadas del cambio climático, situación que afecta todo el personal educativo y al alumnado, y que ya no es una excepcionalidad, sino un riesgo cotidiano que hay que evaluar y controlar.

La salud laboral representa una acción sindical directa y la extensión en nuestro ámbito es una responsabilidad. Así lo entiende FECCOO: salud y fuerza para pelear por los derechos de las trabajadoras y los trabajadores.

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Mariano Sanz Lubeiro

Secretaría Confederal de Salud Laboral y Sostenibilidad Medioambiental de CCOO