En este contexto, la acción sindical ha desempeñado un papel crucial en la defensa de la reducción de jornada como herramienta para mejorar las condiciones laborales y la calidad de vida de las personas trabajadoras.
La expresión culturalmente asumida por buena parte de la clase trabajadora de “el tiempo es oro”, como algo material que tiene un valor específico, tiene que dar paso a lo que el sindicato históricamente viene reivindicando: el tiempo es vida. Trabajar menos, repartir el trabajo y vivir mejor.
La cuestión de la jornada es una reivindicación permanente en la acción sindical de la Federación de Enseñanza, que expresamos reiterativamente en la negociación colectiva. No existe plataforma reivindicativa que no contemple, además de otras materias que se han ido incorporando con más o menos fuerza en los últimos años, dos elementos centrales: el incremento de los salarios y la reducción de la jornada de trabajo.
Pero las propuestas de reducción del tiempo de trabajo y de reparto corresponsable y solidario de los trabajos para vivir mejor no solo han de ser expresadas y valoradas en términos estrictamente laborales. Va mucho más allá.
Los datos oficiales indican que las mujeres dedican el doble de tiempo que los hombres a los trabajos domésticos y de cuidados. No podemos obviar que el reparto del trabajo y el tiempo de trabajo han estado muy marcados por una cultura capitalista y patriarcal que desde siempre ha distribuido el reparto del tiempo de vida teniendo en cuenta el papel que mujeres y hombres jugaban en la sociedad. Pero esto ha cambiado de manera muy importante en los últimos años a raíz de los esfuerzos por construir una sociedad igualitaria.
Es por ello que la liberación del tiempo disponible del trabajo debe tener perspectiva de género, para evitar que se produzcan situaciones contrarias a las deseadas, en las que ese mayor tiempo de vida disponible no suponga un incremento de las tareas domésticas y de cuidados de las mujeres.
Resulta absolutamente prioritario garantizar que una hipotética reducción del tiempo de trabajo no se acabe convirtiendo, por ejemplo, en un problema de desigualdad por razón de género. Así, se hace inevitable que las medidas laborales vayan acompañadas de otras de carácter sociopolítico, de manera que al implementarlas no solo consigamos una reducción de jornada, sino también un cambio cultural. Un cambio consistente en pasar del vivir para trabajar al trabajar para vivir.