El difícil arte de llegar a fin de mes

VIVIMOS EN UN MUNDO GLOBALIZADO Y MUCHAS DE LAS COSAS QUE CONSUMIMOS PROVIENEN DE LOS SITIOS MÁS REMOTOS. Nuestros comercios y mercados nos ofrecen una gran variedad de productos, de infinidad de marcas, tamaños, diseños y, por supuesto, de precios.

A priori, nuestras decisiones individuales de compra entre toda esa variedad no tienen gran repercusión sobre las cuentas de explotación de las empresas que nos proveen. Pero la situación puede cambiar.

Desde hace meses la inflación desbocada está minando el poder adquisitivo de las personas trabajadoras. Los salarios se devalúan de manera alarmante, el alza de precios se muestra incontrolable y resulta extremadamente doloroso para los bolsillos comunes, sin que las organizaciones empresariales parezcan muy preocupadas por la estrechez pecuniaria a la que está sometida una parte cada vez más relevante de la clase trabajadora. Su negativa a incluir cláusulas de revisión salarial en los convenios colectivos muestra su insensibilidad, especialmente hacia las personas en situación más precaria. Todo ello en un contexto en el que la Reforma Laboral aprobada a primeros de año comienza a tener efectos muy apreciables, ya que se incrementan de forma notoria los contratos indefinidos, en cualquiera de sus modalidades, en detrimento de los temporales.

Pero la subida de precios sostenida en el tiempo puede acabar difuminando los buenos datos de empleo, potenciando lo que nos dejó la pandemia: el incremento de la pobreza laboral. En España existen 3,5 millones de personas, el 18% de las que trabajan, que no llegan a final de mes pese a tener un empleo, con un incremento de 600.000 personas entre 2020 y 2021. De hecho, casi el 30% de las personas asalariadas no ha podido irse este verano de vacaciones.

Ello provoca que muchas de esas decisiones de compra de las que hablaba anteriormente se modifiquen y que otras comiencen a ser excluyentes, cuando antes eran complementarias. Es decir, si consumo esto, renuncio a aquello otro. Entre tanto, paralelamente, se está produciendo una situación poco frecuente en nuestro país: cada vez son más las personas trabajadoras que renuncian a su empleo por los bajos salarios que perciben, mientras en algunos sectores se incrementa –mayoritariamente en hostelería– el número de puestos de trabajo que quedan por cubrir ante las pésimas condiciones laborales que se ofrecen. Si agitamos la coctelera con todos esos ingredientes, el combinado resultante puede ser explosivo.

Actuar de manera colectiva para poder salir de la situación en la que nos encontramos comienza a ser urgente. Es necesario un cambio de tendencia en todos aquellos ámbitos que tienen repercusiones económicas y que nos permita pasar del ¿qué hay de lo mío? al ¿qué hay de lo nuestro? Tenemos el poder de cambiar las cosas. Y ahí estará CCOO, trabajando para que nuestros deseos y reivindicaciones históricas se conviertan en realidad.

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Pedro Ocaña

Secretario de Privada y Servicios Socioeducativos