Cuando un o una docente siente cansancio al final de la jornada, cuando el estrés y la presión les superan, cuando no soportan las condiciones en las que trabajan o su falta de reconocimiento, cuando no tienen tiempo personal…, está claro que también hablamos de su salud. Y aquí es donde el sindicato tiene un papel fundamental y una tarea muy importante: mejorar las condiciones en las que trabajan y, por tanto, mejorar su bienestar.
En primer lugar, reivindicando y velando por la aplicación en los centros educativos de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales: si se han elegido los delegados o delegadas de prevención o, en su defecto, si se han establecido cauces de participación y consulta con las y los docentes en materia de prevención; si dispone el centro educativo de recursos humanos propios o ajenos con funciones específicas en materia de prevención; si se ha realizado la evaluación inicial de riesgos; si hay un Plan de Prevención en el centro; si se revisa periódicamente dicho plan, o si se ha impartido formación en materia de prevención a todos los niveles.
En segundo lugar, y especialmente para el sindicato, debe ser prioritario mejorar las condiciones laborales de los y las docentes que, su vez, aumenten su nivel de vida, su sensación y sentimiento de bienestar. Porque, como ya mencioné en un artículo anterior, es un gran error ignorar al mayor y más importante recurso que posee la educación y que no es otro que el profesorado, motivo por el que debemos preocuparnos por su salud y bienestar.
Por tanto, desde el sindicato debemos centrarnos, con todo nuestro esfuerzo, en conseguir recursos humanos suficientes en los centros educativos, asegurar incrementos de plantilla, reducir las ratios, más y mejor formación, acordar incrementos salariales, que se ofrezca estabilidad en el empleo y también en cuanto a los planes educativos. Y, por supuesto, dignificar la profesión docente y la importante labor que realizan sus profesionales. En definitiva, si no mejoramos las condiciones laborales de nuestras y nuestros docentes, no habrá bienestar del profesorado y, por tanto, no será posible una mejora de la educación.